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Carretera de entrada a la plaza del pueblo de Cabárceno.
Cabárceno, una vida junto al Parque

Cabárceno, una vida junto al Parque

En 1990 abría sus puertas el Parque de la Naturaleza, un espacio que escribió muchas historias paralelas, las de vecinos y emprendedores que no quisieron perder ese tren

Elena Tresgallo

Domingo, 5 de marzo 2017, 12:00

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El 10 de junio de 1990 se inauguraba oficialmente el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, un hecho histórico que ponía en el mapa del turismo nacional e internacional el nombre de un pequeño pueblo del municipio de Penagos, con poco más de 100 habitantes. Hoy, 26 años y medio después de aquello, casi la mitad de su población vive del fenómeno turístico más importante de Cantabria, junto a Altamira o Liébana, y se han forjado un futuro sin necesidad de emigrar a la ciudad o regresando de ella para emprender un nuevo futuro.

Fernando de la Pinta, Gregorio López, Eladio Fernández, María Jesús Pontones, José Manuel Quintana o Emilia Agudo son parte del presente y futuro hostelero y de servicios del pueblo que estaba antes que el Parque y que creció alrededor de la vieja mina de hierro que ya explotaron los romanos y que cesó su actividad en 1989. Algunos son vecinos de toda la vida que vieron la oportunidad que les ofrecía el complejo natural para quedarse y, otros, nuevos emprendedores que continuaron su historia vital en esté bello paraje rural.

Antes de inaugurarse el parque solo existía un bar en el pueblo, Casa Venero, pero un cuarto de siglo después son ya seis o siete los negocios hosteleros y de restauración que coexisten y muchos de ellos tienen nombres alusivos al parque o a la zona: Los restaurantes Los Renos, Los Elefantes y Peña Cabarga o la Posada Cabárceno se instalaron paulatinamente aprovechando el tirón turístico y se identificaron con el lugar de manera inequívoca. También se instaló un kiosco, el de Emi Agudo, que fue la primera vecina que vio la oportunidad de forjarse un futuro en su casa y abrió su negocio antes incluso de que se inaugurase el parque. Poco después llegaría el autoservicio Belmar también en el centro del pueblo y un pub (The Old Tavern), que completó el círculo hostelero y de servicios impensable en Cabárceno, medio siglo atrás, cuando la actividad de sus habitantes se reducía a la vieja mina, las fábricas de la zona y a labrar la tierra o cuidar el ganado.

De hecho algunos vecinos como María Jesús Pontones o Gregorio López transformaron las cuadras ganaderas de sus propias viviendas en negocios hosteleros y se adaptaron a los nuevos tiempos. En el caso de Gregorio, fundó el antiguo Bar Gorín que cerró sus puertas coincidiendo con la jubilación, pero que se suma a la lista de locales que se abrieron al resguardo del fenómeno turístico, junto a una posada rural, aunque ya no exista.

Todos ellos, sobre todo los foráneos recuerdan "el boom" de los primeros años, cuando la entrada al parque era gratuita y las colas interminables para acceder al parque. "Esto se llenaba, venían muchísimas familias", resume Emi. Ella fue la primera en instalar su kiosco justo en la entrada de los elefantes, cuando no había nada y el trabajo era continuo.

Hoy en día, aquellas primeras aglomeraciones han pasado, pero no se quejan porque el parque les sigue dando de comer y las temporadas de verano, semana santa o los puentes siguen siendo bastante buenas. "Le debemos mucho al parque", resumen agradecidos.

Pero todo no ha sido un camino de rosas, hubo un tiempo reciente, con la instalación de la Telecabina en el Parque en el que los hosteleros tuvieron que luchar por sus negocios, al contemplarse la posibilidad de cerrar la entrada. "El futuro de la hostelería pasaba porque se mantengan aquí los accesos", defienden, tras agradecer el apoyo y el eco que encontraron en sus reivindicaciones por parte del actual alcalde de Penagos, Carlos Lavín. También porque fueron todos a una en el pueblo y algunos prestaron generosamente sus terrenos para dar acceso a la telecabina como en el caso de la Posada Cabárceno o el propio Obispado. "José Manuel (Posada Cabárceno) se portó muy bien, cedió los metros que hacían falta en su posada, y también el párroco, Don Leonardo, que dejó el terreno de la iglesia", recuerdan agradecidos.

Sobre la telecabina y su éxito futuro se muestran moderadamente optimistas, porque apenas han tenido tiempo para vivirla ya que abrió en septiembre. "Se ha notado un poco, pero estamos a la expectativa de lo que pase este año, para ver realmente el impacto que va a tener aunque creemos que será bueno porque es un atractivo más y los clientes repiten parque por montar en él", concluyen.

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