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Los alumnos abarrotan las bibliotecas durante estos días previos a las tres semanas que dura la evaluación.
Ciencias o letras, dos formas de plantear los exámenes

Ciencias o letras, dos formas de plantear los exámenes

Son pruebas de ejercicios o de desarrollo escrito, ambas tienen sus ventajas e inconvenientes

José Carlos Rojo

Martes, 19 de enero 2016, 07:28

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La dicotomía entre Ciencias y Letras ha caracterizado siempre a la universidad, incluso al conocimiento mismo. En el fondo no son más que dos formas diferentes -aunque complementarias- de entender el mundo: la de quienes lo ven como un reflejo matemático, físico o químico, y la de los que lo entienden a través del concepto humanista y artístico. Dos visiones que sustentan el progreso y que muestran sus diferencias especialmente ahora, que se acercan los exámenes. Porque mientras en un ejercicio práctico dos más dos suman irremediablemente cuatro; en un planteamiento histórico, legal o artístico la situación cambia porque entra en juego la subjetividad y la argumentación.

«Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero yo, sinceramente, prefiero mucho antes la parte práctica que la teórica. Por eso estudio Matemáticas», razona Raúl Fernández, de Informática. Sabe que un resultado correcto en el ejercicio del examen le garantiza un 10. «Y no es tan fácil cuando entra en juego la interpretación de la expresión escrita». Sería el punto ventajoso de un plan tan esquemático. Aunque no está exento de problemas.

«Puede ocurrir que el alumno sepa a la perfección el procedimiento de un ejercicio y no alcance el resultado adecuado por un ínfimo error de cálculo», matiza el decano de la Facultad de Ciencias Francisco Matorras. En ese caso depende del criterio de cada profesor que se valore el camino y no tanto el final, pero la polémica suele estar servida. «Por norma general, no solemos tener más de tres reclamaciones importantes de exámenes cada año», aclara Matorras. Los estudiantes de Matemáticas, Informática, Física, los de las ingenieras... Todos confiesan tener más facilidades en esos campos. Son predilecciones que quedan patentes ya en el tiempo de la escuela. «No decimos que sea mejor ni peor, pero sí que tenemos más habilidad. Nos sentimos libres de buscar nuestro propios procedimientos para resolver un ejercicio. No sé, eso con la teoría no sucede», completa Daniel Arranz, también de Informática.

Valorar un texto

Muy diferente se plantea el enfrentamiento a la hoja en blanco un alumno de Derecho. Allí se valora la argumentación escrita y oral, el desarrollo del concepto, la explicación narrativa. «Lo bueno que tenemos es que sabemos que lo que estudiamos va a entrar. No tenemos la ansiedad de esperar un ejercicio que quizá no sepamos desentrañar», razona Abraham Viamonte, futuro abogado. «Lo malo sería la cuestión interpretativa. Lo que dices puede ser correcto para ti pero quizá no tan correcto para el evaluador», agrega Sara González, también alumna de Derecho.

La situación se complica aún más con las pruebas orales, muy comunes en esta titulación. «Los profesores permiten que cualquier compañero de clase o alguien de la calle entre en el examen. Pero claro, no hay lugar a revisión de la prueba porque siempre será tu palabra contra la suya, porque no hay ningún documento que plasme lo que yo dije en ese momento», lamenta Sara González sobre un asunto que ha traído más de un quebradero de cabeza a algún que otro compañero.

La defensa de quienes prefieren la evaluación escrita se apoya en lo ilustrativo que resulta un texto para desentrañar la madurez personal e intelectual de un alumno. «No hay que olvidar que uno de los puntos más importantes del Derecho es la argumentación, tanto escrita como oral. En la primera ha de cuidarse el conocimiento de la norma además de la corrección léxica, gramática y otrográfica, y en la segunda todo lo que tiene que ver con la correcta oralidad», justifica David Lantarón, decano de esa Facultad.

Todo eso nada tiene que ver con los requerimientos de una titulación más técnica como la que puede encontrarse en la Escuela de Náutica. «Es indudable que siempre será mejor una expresión escrita correcta, bien construida... Pero no podemos olvidar que aquí estamos para evaluar los conocimientos técnicos, no literarios», explica José Ramón San Cristóbal, director de ese centro universitario junto a Puerto Chico. «Nosotros mismos, los profesores, nos hemos encontrado a veces con la disyuntiva de planteamientos de exámenes diferentes para evaluar el contenido más teórico de las asignaturas. Hubo un tiempo en que se hicieron más pruebas tipo test. Y aunque eliminaron ese recurso a veces utilizado por el alumno de usar el texto como pretexto para suplir la falta de conocimientos, resultaron ser a veces confusos», agrega San Cristóbal.

Ningún centro del campus presenta una problemática especial en la revisión de estas pruebas, y eso pese a que los mismos docentes son conscientes de lo complicado que resulta a veces valorar el conocimiento del alumno. «No es lo mismo un 4,5 que un 5 o un 5,5. Pero a veces la frontera entre esas calificaciones puede ser tan subjetiva que puede traer discrepancias», explica Jesús Ángel Solórzano, decano de la Facultad de Filosofía y Letras. «No solo hay que mirar la revisión como algo reivindicativo. El estudiante que ha tenido un 9 también quiere saber en qué ha fallado para futuras ocasiones».

Entre dos aguas

Mención aparte merecen las ingenieras, que como sucede con Arquitectura, a veces bailan entre el conocimiento más técnico y la vertiente más creativa. «El ingeniero ha de diseñar algo para dar solución a un problema. El fundamento de su labor es el diseño. Normalmente se sustenta en soluciones existentes, pero siempre está en juego la creatividad», cuenta Francisco Javier Azcondo. Por eso ahí también se pone en juego una doble vara de medir, que tiene en cuenta ambas vertientes y que dificulta la objetividad absoluta en la calificación.

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