Borrar
Tres referencias de Liérganes. El puente Mayor o Romano (1606). Al fondo, los Picos de Busampiro, 'La Tetas'. El río Miera, con la leyenda del Hombre Pez.
Diez razones para visitar Liérganes

Diez razones para visitar Liérganes

Inscrito como uno de los cuarenta pueblos más bellos de España, la villa cántabra atesora valores extraordinariamente bien conservados

Nieves Bolado

Domingo, 17 de enero 2016, 12:45

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Para muchos, Liérganes es un pueblo cántabro a donde ir a merendar chocolate con crujientes churros, o para degustar sus famosos sacristanes -un hojaldre en forma de lazo con origen en los obradores de Torrelavega- pero desde hace unas semanas, ha reaparecido ante los ojos de cántabros y foráneos como uno de los 44 pueblos más bonitos de España. El encaje oficial del nombramiento ha hecho abandonar su discreto silencio a esta localidad trasmerana cuyos 2.370 habitantes han sido los auténticos artífices de una belleza arquitectónica que ahora se encuentra inscrita con letras de oro en el selecto rol de las bellezas urbanas de España.

¿Dónde está el secreto de Liérganes para irrumpir, y cuáles son sus fortalezas? Posiblemente, la clave está en el silencio de sus calles, en la templanza de sus vecinos, en la escasa aparatosidad de estas gentes a la hora de 'vender' su belleza. Este pueblo tiene sus puertas cerradas con candado. Sus casas, en un extraordinario, espectacular y envidiable casco urbano, se han mantenido incólumes, ajenas al ladrillo, ausentes de la especulación, en las escrituras de las mismas familias de generación en generación. Es Liérganes un pueblo con clase, más que aristocrático.

Dicen quienes la han analizado con lupa de gran aumento que una de sus fortalezas es haber conseguido que el casco urbano no tenga ni un andamio, ni vallaje que impida su derrumbe o indique que hay herencias malditas, de esas que dejan los blasones en ruina. Sí es cierto que en Liérganes no se puede entrar en ninguna casa a fisgonear -a excepción del palacio de Elsedo, propiedad ahora de la familia santanderina Santos- y es que el secreto de Liérganes es precisamente que la propiedad de las casonas, casucas y palacios ha pasado de una generación a otra sin chalaneos.

Su esplendor actual -en el que el dinero y la honra del apellido se esculpen en sobrias fachadas de piedra- es fruto de heredades traspasadas de padres a hijos, de bisabuelos a abuelos, de tatarabuelos a bisabuelos, sin buscar subvención ni comercio para mantenerse en pie. En su casco urbano, histórico, conviven apellidos de prosapia con indianos que hicieron las américas y que volvieron a su lar con 'haigas' y algo de aparatosidad, pero con buena bolsa, junto a humildes cántabros.

Pasear por Liérganes es sumergirse en la discreción. No hay tenderetes en los que se vendan camisetas xerigrafiadas con la Cantabria más infinita sino más bien sencillos comercios que tratan de exhibir lo mejor de Cantabria, de la rural y de la promocional.

Los reyes de España, los últimos que borbonearon antes de la Guerra Civil, pasaron por este pueblo para tomar sus aguas, pero antes, mucho antes, sus vecinos ya habían sellado hidalguía, hijosdalgo que probaron nobleza en tantos rincones de la España real e imperial.

Y como hoy es casi imposible desestructurar historia, turismo, naturaleza y gastronomía, Liérganes, además de mostrar lo mejor de la arquitectura civil montañesa, exhibe algunos rasgos gastronómicos y naturales, tan atractivos para los visitantes.

Por ejemplo, los 'sacristanes' de Liérganes no son aquí inciensadores de iglesia, sino un maravilloso hojaldre aprendido en Torrelavega que se muestra en forma de crujiente lazo. Los superafamadísimos chocolates con churros, «solo harina, sal y agua» de las meriendas que ilustraron las clases medias-altas en los veranos balnearios de Fuensanta; las albóndigas de 'El Picos', un lugar insólito, una güisquería donde se puede encontrar lo mejor de la música europea vanguardista junto al ¡moje¡ de la salsa de uno de los platos más españoles... o las tardes en la 'Giraldilla', una casa construida para huir de las cotillas miradas de los vecinos, y donde hoy poder comer unas alubias en punto exacto.

Y arriba, en lo más alto, 'Las Tetas', nombre mítico que los lierganenses han dado a los Picos Cotillamón (399 metros sobre el nivel del mar) y Marimón (403 metros), vigías sin complejos por su nombre que las gentes de este valle le han dado a los dos 'pezones' más conocidos de la región.

Diez cosas que hay que ver

La Casa de los Cañones (s. XVIII). Una de las más importantes del municipio, hecha por Domingo de la Cantolla, secretario de la Inquisición General. Destacable: su fachada de almohadillado alrededor de la notable puerta principal, balcón y escudo de Armas Cantolla-Miera.

La Casa y la Cruz de Rubalcaba (s. XVIII). Casona mandada construir por Felipe de Miera Rubalcaba y Velasco, capellán de la Capilla Real en la Catedral de Toledo. Destacan en la fachada los cuarteles familiares rodeados de alto-relieves. Especial mención a la Cruz de Rubalcaba, un símbolo regional.

El Palacio de la Rañada (s. XVIII). Ordenó su construcción Juan Cuesta Mercadillo, que fue gobernador de las villas Nombre de Dios y Sombrete, en México. Reseñable es su estructura palatina, con capilla, y el patio al que se accede por una magnifica portalada coronada con escudo de armas.

La Torre de Cacho o Giraldilla (s. XIX). Edificio inédito por su carácter andaluz, lo mandó levantar Manuel Cacho para impedir ser oteado por sus vecinos. Dedicado ahora a hostelería, su peculiar diseño, a pesar de no imbricarse en la construcción típica lierganesa, se ha hecho referente.

La Casa Setién (s. XVI). Una de las más antiguas de Liérganes que fue propiedad de Juan de Septien, escribano del rey Felipe IV, a la sazón juez-conservador de los ingenios de Liérganes y La Cavada. Datada en 1565, destaca por su fachada, con una ventana plateresca.

El Puente Mayor o Romano (s XVI). Lo construyó Bartolomé Hermosa, un cantero lierganés, en 1606, para unir Trasmiera con las Asturias de Santillana. En las inmediaciones está el Molino, que se relaciona con la entrada del maíz en la región, y la estatua del Hombre Pez.

El Palacio de Elsedo o Torrehermosa (s. XVIII). Es el único edificio del municipio que se puede visitar por dentro. Lo mandó construir en 1710 Francisco Antonio de Hermosa Revilla, primer conde de Torrehermosa. Es un palacio barroco de los más bellos de Cantabria y alberga un museo de arte contemporáneo.

La iglesia de San Pantaleón (s. XIV-XV). Icono para los lierganeses es su Santo Patrón este edificio gótico fue construido entre los siglos XIV y XV. Situado en la montaña, las vistas sobre el valle son inigualables e invitan a una ascensión a pie, aunque se puede acceder por una pequeña carretera.

La escultura del Hombre Pez (s. XVII). Imposible evitar una fotografía junto a la escultura de bronce del Hombre Pez, en la ribera del río Miera, junto a los pilares del Puente Mayor. Cuenta la leyenda que se zambulló en 1672 en sus aguas y apareció, como tritón, cinco años después en Cádiz.

El balneario de Fuensanta y jardines. Construido en 1844 como una modesta casa de baños, pasó a ser uno de los balnearios emblemáticos tras una profunda transformación para aprovechar las cualidades benéficas de sus aguas ya utilizadas en el siglo XVII. No perderse un paseo por el jardín.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios