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Una de cada tres personas se estima que padecen algún tipo de alergia, siendo la más frecuente en Cantabria la de los ácaros.
Malos tiempos para los alérgicos

Malos tiempos para los alérgicos

Las escasas lluvias y las buenas temperaturas se han aliado para desgracia de los cántabros, que por lo general enlazan los síntomas causados por el polen con los provocados por los ácaros del polvo

Ana Rosa García

Lunes, 1 de febrero 2016, 07:09

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La escasez de precipitaciones y las buenas temperaturas, rematadas con el espejismo de verano de hace una semana, se han aliado para poner a prueba las resistencias de los alérgicos. Los expertos reconocen que la falta de limpieza del ambiente y el aumento de polución han favorecido mucha patología paralela a la alergia. «En Cantabria hemos asistido durante los últimos meses a un aumento de la cantidad de ácaros del polvo doméstico, dando lugar a rinitis, conjuntivitis, episodios de asma bronquial y patologías cutáneas en forma de dermatitis, que se han hecho más evidentes con mayor número de pacientes descompensados y mayor número también de pacientes nuevos en las consultas de Santander, Torrelavega y Castro Urdiales», sostiene el alergólogo Miguel Añó.

Los principales culpables son los ácaros del polvo, aunque en determinadas zonas del interior de la región se hayan visto «picos de sintomatología» debido al polen coincidiendo con días casi primaverales de viento sur, pero «aquí los aumentos en la cantidad de polen ambiental son más bien anecdóticos o con escasa repercusión en la práctica clínica diaria». No ocurre así en ciudades del centro y sur del país, donde se quejan de una 'eterna primavera'. «Fuera de la estación polínica, se observa un pico de polinización de gramíneas salvajes en los meses de octubre y noviembre, y de cupresáceas e incluso el inicio de las gramíneas en diciembre, enero, febrero. Con las temperaturas más cálidas se retrasa la aparición de las cupresáceas y se mantienen aunque sea a nivel bajo los pólenes de gramíneas».

Mismos síntomas

El problema, según Añó, es que en Cantabria los alérgicos al polen lo son también al polvo. «Esto es debido a que uno se hace alérgico a lo que está expuesto; así pacientes procedentes de otras comunidades como Madrid tras varios años viviendo en Cantabria, con buenas primaveras, comienzan a acudir a consulta debido a su nueva sensibilización a los ácaros del polvo», subraya.

Y la sintomatología es la misma, independientemente de la época del año. «Depende del órgano de choque, que en el caso de los ácaros es fundamentalmente la mucosa nasal y bronquial y, en menor medida, la conjuntiva ocular y la epidermis. En los pólenes, en cambio, la afectación ocular es llamativa y asocia el resto de órganos diana. A veces los síntomas son difíciles de distinguir de un simple resfriado (estornudos, picor de ojos, lagrimeo, moquera, congestión, obstrucción nasal, tos, ruidos torácicos sibilantes, fatiga, dificultad al respirar e incluso la aparición de lesiones cutáneas rojas)», explica. Para complicar aún más la sintomatología, el invierno viene acompañado de una batería de virus que en ocasiones se entremezclan sin dejar ver de forma clara dónde acaba el catarro y empieza la alergia o viceversa.

«Las diferencias fundamentales son la mucosidad transparente, la intermitencia o la estacionalidad de los síntomas y la falta de fiebre de la alergia frente a la mucosidad verdosa purulenta, la persistencia durante días o la aparición de fiebre del proceso catarral», señala el alergólogo. El tratamiento debe ser siempre individualizado.

Cuando no basta con medidas preventivas para evitar el alérgeno, hay que recurrir al tratamiento sintomático con medicaciones, ya sean tópicas (nasal, bronquial, ocular) o por vía oral, teniendo en cuenta beneficios frente a efectos adversos.

Aunque, «sin duda alguna, el tratamiento más eficaz del que disponemos hoy en día para pacientes correctamente seleccionados de acuerdo a unas indicaciones es la vacunación antígeno-desensibilizante, único tratamiento reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como curativo de la alergia». La vacuna, que se puede realizar por vía subcutánea o sublingual, consiste en la administración de concentraciones progresivamente crecientes de un alérgeno, hasta alcanzar una dosis máxima preestablecida, que se puede mantener durante un periodo de 3 a 5 años.

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