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Los buitres atacan de nuevo al ganado y matan a una vaca recién parida en Solórzano

Los buitres atacan de nuevo al ganado y matan a una vaca recién parida en Solórzano

Santiago Martínez Lavín, un ganadero de 17 años, asegura que este suceso le ha quitado las ganas de seguir en el sector

Leticia Mena

Sábado, 18 de junio 2016, 08:04

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Los buitres han vuelto a atacar a otra vaca en Cantabria. Tienen hambre y no encuentran otra alternativa para saciarse que devorar al ganado que se muestra débil e indefenso. Eso le ocurrió el jueves por la tarde a una res que hace cuatro años, y junto a otras 34 compañeras, llegó a Solórzano en un camión desde Austria. Aquel día pagaron por ella 2.000 euros. Ayer, yacía muerta junto a la alambrada que separa el camino de un prado próximo al alto de Garzón, a la espera de que el camión de Tragsatec viniera a buscarla para llevarla al Centro Sanitario Integral de Praves, donde le harán la prueba de la tuberculosis y la de la encefalopatía espongiforme. Desde allí será trasladada a Ortuella para transformarla en una pasta que después incinerarán. Y todo sin que el ganadero reciba ninguna indemnización. Es más, pagan un seguro para que, cada vez que se les muere un animal (ya sea de forma natural, un accidente o por un ataque de los buitres), vaya un camión a recogerlo privando, colateralmente, a los carroñeros del alimento del que, durante años, vivían.

El dueño de la vaca atacada en Solórzano es Santiago Martínez Lavín, un joven de 17 años que a los 14 dejó de estudiar porque quería ser ganadero, como su padre. Su apuesta era firme, y eso que sabía que el trabajo era duro, pero su familia le había inculcado la pasión y el respeto por los animales y por el sector. Sólo tres años después, está a punto de tirar la toalla. Dice que se le quitan las ganas de seguir, y más ahora que ve muerta a una de las vacas que tantas horas de sueño y de ocio le ha quitado.

Dos de sus vacas estaban a punto de parir y, antes de las dos de la tarde, subió, acompañado de su padre, al prado a echarlas un ojo. Vieron que una de ellas ya había echado la placenta y, como otras veces, se fueron para que el parto siguiera su ritmo natural. A las cinco, un vecino les alertó de que los buitres estaban atacándola. Tardaron solo unos minutos en llegar y la imagen que se encontraron fue dantesca. La vaca se desangraba con la matriz fuera por los picotazos, y el resto de la manada protegía a la cría que había nacido dos horas antes. El vecino les contó que cuando los buitres empezaron su ataque, el resto de la cabaña se envalentonó e hizo frente a las aves, que fueron alejándose. El ternero ya estaba limpio, porque su madre se había encargado de lamerle para quitarle los restos de sangre del parto. «Quizá por eso no lo atacaron más, pero no se libró de dos picotazos: uno en la oreja y otro en el lomo. Ahora se encuentra en la estabulación y otra vaca le está alimentando».

Tras el ataque, la vaca se fue alejando del grupo. Santiago, su dueño, ya estaba allí. «Me impresionó muchísimo la escena». Rápidamente llamó al veterinario, que no pudo más que poner al animal una inyección letal para que no sufriera más. Y allí murió, con los dientes apretando una de las varillas de hierro de la alambrada. Es cuestión de horas que Tragsatec vaya a buscarla, «suelen tardar dos o tres días. Depende del trabajo que tengan».

La misma pregunta

«Estas aves siempre han sido aliadas de los ganaderos»

  • Jesús Garzón | Fundación para la Defensa de los Buitres

  • Jesús Garzón lleva desde el año 1965 estudiando a los buitres en Cantabria y, como experto, asegura que «estas aves siempre han sido aliadas de los ganaderos porque se comían la carroña y evitaban que el ganado se infectara». Pero todo cambió a raíz de las vacas locas y la estricta normativa que se tuvo que aplicar por seguridad. Garzón cree que «el negocio de la retirada de animales es muy rentable e interesa mantenerlo. Los ganaderos tienen que pagar un seguro para que retiren lo que antes se comían los buitres», por eso pide que el Gobierno, a través de Ganadería, cree unos comederos donde puedan echar a los animales muertos para que los carroñeros no ataquen a los vivos. «Se gastan el dinero en cosas inútiles y estamos hablando de hacer algo para que el sector ganadero no sufra más». Además, apunta que ahora no hay más buitres que antes. En Cantabria hay censados 1.000 adultos y calcula que hay otros 1.000 jóvenes que todavía no se reproducen. «La cifra no es alarmante y es un valor para Cantabria», señala.

Es entonces cuando a Santiago le surge la misma pregunta que hace dos días se planteaba Ángel Regato, el ganadero de Hoz de Anero que denunció en este periódico la muerte a picotazos de los buitres de una de sus reses recién parida y su cría. Regato, igual que ayer Santiago Martínez Lavín, plantea la necesidad de llevar a los animales muertos a una zona especial para alimentar a los carroñeros. Esta petición la repiten todos los ganaderos de la zona. Si no conocen a algún colega que le haya pasado, lo han vivido en sus propias ganaderías, ya sea por los bocados de los lobos o los picotazos de los buitres. Y empiezan a estar hartos.

«Entre que pagan dos perras por la leche; que cada dos por tres vienen a hacerles pruebas de tuberculina y te cierran si hay algún caso sospechoso aunque luego dé negativo; y ahora esto Se están cargando el sector. Los jóvenes prefieren pedir que dedicarse a la ganadería. Cuando la generación que hay ahora se retire no sé qué va a pasar». Quien se explica así es Miguel Ángel Zorrilla, el presidente del coto de Solórzano, que al pasar por el prado de Santiago y ver la vaca muerta no pudo evitar bajarse del coche para animar a su vecino. «Dejar de estudiar para esto», murmulla el joven ganadero. «El problema es que hay demasiados buitres por hectáreas de terreno, más del doble de lo que tendría que haber», asegura Zorrilla, algo que desmiente Jesús Garzón, de la Fundación para la Defensa de los Buitres. «No es que haya más. Es que son más visibles que antes porque tienen que alimentarse y ocurren casos como éstos, pero la población es la misma o incluso menos que hace unos años. Ahora muchos mueren, literalmente, de hambre», asegura Garzón.

Según advierte este experto, el Gobierno de Cantabria, a través de la Consejería de Ganadería, debería acotar unos comederos donde depositar a los animales que vayan muriendo para que se los coman otros, «que es lo que se ha hecho toda la vida». El problema surgió cuando a finales de los años noventa saltaron las alarmas por las vacas locas y se estableció una normativa muy estricta que perjudicó enormemente a muchos ganaderos que, resignados, tuvieron que asumir que la seguridad era lo primero.

Los ganaderos, impotentes

Desde entonces y de forma periódica se hacen controles de las ganaderías y, si algún animal resulta sospechoso se le mata y se precinta la estabulación. El joven Santiago, por si no tenía bastante con la muerte de la vaca por los buitres, tiene que cerrar durante dos meses su granja. No puede ni comprar ni vender ninguna res hasta que pase el tiempo reglamentario porque el jueves por la mañana, un ternero superó en «un milímetro el calibre de tuberculina permitido y la mataron. Que el Gobierno mate a animales inocentes, y por otro lado deje que los buitres nos coman los sanos es, simplemente, descorazonador».

Este joven ganadero siente una gran «impotencia», pero cuenta con el apoyo de sus colegas de profesión. «Ya podrían los buitres atacar a los de corbata de Santander. Si quieren buitres que se los lleven a su jardín», asegura Luis Setién, otro ganadero de Solórzano que el año pasado perdió una vaca por el ataque de las aves carroñeras. Para animar a Santiago le recuerda que «el jato está vivo y que ahora tiene que alimentarle bien para que sea guapo como la madre».

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