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"Pensé que me moría, miré de refilón y vi que tenía guillotinados el brazo y la pierna"

"Pensé que me moría, miré de refilón y vi que tenía guillotinados el brazo y la pierna"

Agustín Fernández, que sufrió un accidente laboral en Guarnizo, salva el brazo tras un complejo reimplante realizado por primera vez en Valdecilla

Ana Rosa García

Lunes, 27 de junio 2016, 09:36

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«Pensé que me moría allí mismo. El dolor era terrible. Miré de refilón y vi que tenía guillotinados el brazo y la pierna». El cántabro Agustín Fernández rememora la espeluznante escena desde la habitación de Valdecilla en la que trata de recuperarse del brutal accidente laboral que sufrió el pasado 10 de junio. Eran las siete de la mañana. Acababa de incorporarse a su puesto de trabajo como calderero soldador en un taller de acero inoxidable de Guarnizo, cuando se vio atrapado bajo una mole de más de 1.200 kilos. «A día de hoy aún no sé cómo pudo pasar, fui a entrar dentro del depósito para darle unos golpes y en ese momento se me cayó encima. Llevábamos haciéndolo así veinte años y nunca había ocurrido nada. Son cosas que pasan y esta vez me ha tocado a mí». A sus 41 años, a este vecino de Parbayón le bastó un segundo para saber que su vida había cambiado para siempre. «Fui consciente de la chapuza desde el primer momento». Sin embargo, tuvo la suficiente entereza para reaccionar de inmediato y pedir a sus compañeros, «bastante asustados» por el suceso, que «me hicieran dos torniquetes, porque veía que me desangraba. Se portaron muy bien conmigo, en ese momento ellos no sabían cómo actuar, estaban muy nerviosos.Me intentaron calmar un poco, dentro de lo que podían, hasta que llegó el equipo médico del 061, que no tardó ni cinco minutos».

Solo media hora después del trágico impacto, Agustín entraba en el quirófano de Valdecilla. «Yo daba el brazo y el pie por perdidos, la verdad. Sabía que tenía lesiones muy graves. Es más, cuando me trasladaban en la ambulancia ya oí al médico que hablaba de amputación total», explica. Esa rápida respuesta, conjugada con la posibilidad de liberar a los profesionales que se precisaban para esa compleja intervención, favoreció que pudiera ser operado en el hospital cántabro. «Decidimos asumir el reimplante del brazo, en lugar de derivarlo a un centro de referencia, que es lo habitual», dice Fernando del Canto, subdirector del área quirúrgico. Los destinos habituales para los accidentados en el Norte de España son Burgos o Bilbao, que reciben todo el volumen de reimplantes y disponen de un equipo dedicado a esta cirugía.

«La Unidad de la Mano concentra el 20% de la cirugía de Traumatología»

  • manuel sánchez, coordinador del equipo

  • La Unidad de Cirugía de la Mano de Valdecilla se creó hace tres años por iniciativa del traumatólogo Fernando del Canto, ahora al frente de la Subdirección quirúrgica. Desde su constitución como unidad especializada e independiente, el volumen de actividad ha ido en aumento «hasta concentrar hoy en día el 20% de toda la cirugía del servicio de Traumatología y Ortopedia», destaca su actual coordinador, Manuel Sánchez. «Ahora estamos en un momento de estabilización. Atendemos 9.000 consultas anuales, realizamos alrededor de 850 cirugías al año, tanto de mano traumática como ortopédica, congénita y reumática. En definitiva, cualquier patología de mano, incluidas algunas cirugías que no pueden asumir los hospitales comarcales», añade. Junto a él, integran el equipo Higinio Ayala, José Couceiro, María Ángeles de la Red y Olga Vélez. «Somos la única Unidad de Mano de la sanidad pública que es multidisciplinar, ya que tiene facultativos de Cirugía Plástica y de Traumatología y Ortopedia», apunta Del Canto. El subdirector aspira a que la Unidad pueda ser acreditada a corto plazo como centro europeo, con la certificación que concede la Federación de Sociedades Europeas de Cirugía de la Mano (Fessh), y a «poder incorporar una guardia específica para atender la patología que llega a Urgencias».

Sin embargo, como explica el cirujano plástico Higinio Ayala, miembro de la Unidad de la Mano de Valdecilla y uno de los principales responsables de la operación, «en el caso de Agustín llegaba con dos amputaciones y había perdido mucha sangre. Valoramos si trasladarlo a otro centro o intervenir aquí, teniendo en cuenta que el tiempo de margen de un macro reimplante es crítico; hay que actuar rápido para darle de nuevo oxígeno a la parte amputada y que no se necrose el músculo, porque eso implica que empiece a mandar toxinas y estropee la función del riñón. Eso es lo fundamental que hay que preservar en este tipo de intervenciones».

Amputado el pie

Para entonces, la posibilidad de salvar el pie («amputado cerca del tobillo y con mucha destrucción») ya había quedado descartada. Por eso, toda la atención se centró en el antebrazo. A diferencia de los micro reimplantes (dedos o parte de la mano), que se realizan con frecuencia en Valdecilla y que «permiten esperar unas cuantas horas sin temor a complicaciones, en este caso había un riesgo grave para el paciente». La hora en la que se produjo el accidente fue determinante para que la toma de decisiones y el engranaje se activara sin dilaciones.

El servicio pudo reorganizar la actividad quirúrgica programada para ese día y volcarse en Agustín. «Teníamos disponibles a los profesionales de la Unidad de la Mano que hacen microcirugía nerviosa y vascular, teníamos la capacidad y los medios», añade Ayala. Solo hizo falta que la Dirección diera luz verde para poner en marcha el operativo, que «supuso todo un reto organizativo para que el trabajo fluyera en un tiempo récord».

Al haber aplastamiento y arrancamiento, faltaba tejido en arterias, venas y nervios. «Hicimos un doble bypass arterial y venoso para establecer el flujo completo del brazo. Hubo que reparar vasos, coser tendones, hacer una osteosíntesis de los dos huesos principales del antebrazo...», explica. Durante seis horas, trabajaron codo con codo tres equipos de cirujanos de Traumatología y de la Unidad de la Mano, junto con dos anestesistas y cuatro enfermeras. Doce personas participando en una operación pionera en Valdecilla y que, a día de hoy, superado el periodo de cautela, ya se puede decir que ha sido «un éxito».

«Si los médicos no me engañan, la cosa va bien», afirma Agustín, mientras mueve los dedos de su mano izquierda lo poco que le permiten aún los puntos. «Sé que me queda un largo camino por delante, pero no tengo prisa. Lo peor ya lo he pasado», dice. Es probable que la próxima semana reciba el alta.

Una vez concluido el trabajo en quirófano, comenzaba «la lucha por superar el momento agudo». En este sentido, Ayala subraya que «el manejo postoperatorio de un macro reimplante es fundamental. Hay que monitorizar constantemente al paciente para que no haya un fallo vascular. El equipo de enfermería de la planta, que ya está formado para tratar situaciones como esta, lo ha llevado de maravilla», destaca.

Pese a la «satisfacción» que supone este primer macro reimplante de Valdecilla para todo el equipo involucrado, Del Canto recuerda que «se ha hecho porque coincidió que se dieron los condicionantes para poder asumirlo, pero desgraciadamente no los podemos reproducir hoy en día porque los recursos humanos del hospital no lo permiten; no tenemos un equipo especializado en este tipo de cirugías de presencia continua, aunque esperamos que en el futuro podamos llegar a ello».

Por esa razón, los facultativos insisten en las recomendaciones que ha de conocer la población para reaccionar de forma adecuada ante una amputación. «Lo primero es mantener la calma y llamar a emergencias.Y si la lesión afecta a arterias grandes, hay que practicar un torniquete lo suficientemente prieto para parar la hemorragia pero lo bastante suave para que no se dañe la parte del muñón. En caso de que haya que transportar el miembro amputado grandes distancias, se debe envolver en un paño húmedo dentro de una bolsa y en un recipiente en agua fría (no congelada)».

Agradecimiento

Mientras Agustín comenta con los facultativos que le han tratado su evolución, pregunta por la prótesis que va a necesitar a partir de ahora para caminar. Aunque le cueste hacerse a la idea, asegura que, «dentro de lo que cabe, he tenido suerte, me siento afortunado porque puedo contarlo y porque me ha cogido un buen equipo médico. Antes de entrar a quirófano me dijeron que iban a intentar hacer todo lo posible y aquí estoy», dice agradecido. Un agradecimiento que hace extensible a sus compañeros de trabajo, porque «a algunos les ha costado recuperarse del golpe. Tengo que decir que el apoyo, tanto de la gente del hospital como de fuera, ha sido increíble. Cuando te pasa una desgracia de estas te das cuenta de lo que tienes». Ahora, mira al futuro «pensando en la recuperación, que va a ser muy larga», y con el deseo «de que esto no vuelva a pasarle a nadie más».

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