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El cauce del Saja está prácticamente seco debido al calor y la falta de lluvias.
El calor seca los ríos y pone en jaque a ganaderos y agricultores

El calor seca los ríos y pone en jaque a ganaderos y agricultores

Un verano «largo y anómalo» arruina cosechas, reduce la producción de leche y eleva el riesgo de incendios forestales

JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ

Martes, 6 de septiembre 2016, 13:50

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La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ya anunció en junio que Cantabria viviría un verano más seco y caluroso de lo habitual, pero la realidad ha superado las predicciones. El intenso y prolongado calor y las escasas precipitaciones han secado ríos -el Saja y el Pas, por citar dos de los más importantes, se han convertido en un mar de piedras-; han reducido el agua almacenada en los embalses -el del Ebro ha pasado de tener lleno a finales de junio el 95% de su capacidad al 55% que registraba ayer- y ha provocado distintos problemas a la agricultura y la ganadería de la región -cosechas perdidas, degeneración de los pastos y reducción de la calidad de la leche y de diversos productos del sector agroalimentario, entre otros-, que se multiplican cada día que pasa sin llover.

Todo ello sin contar con el riesgo de incendios que provocan terrenos tan secos como los que proliferan en la actualidad por la mayor parte de la región, con especial incidencia en el extremo sur. «En estas zonas estamos en la época más crítica del año», advierte Antonio Lucio, director general de Medio Natural del Gobierno de Cantabria, que recuerda que su departamento tiene activados «todos los servicios de alerta» ante este riesgo. Lucio explica que la sequía ha obligado a multiplicar el rescate de peces que quedaban aislados en los ríos y a intensificar la vigilancia en algunos tramos de las cuencas para evitar la pesca furtiva.

En el lado positivo, la Autovía del Agua, ambiciosa infraestructura para mejorar el abastecimiento por toda la región, ha asegurado el suministro de agua a las personas y ha permitido que no se hayan producido cortes (salvo alguna excepción) durante el estío a pesar de la perenne sequía.

Las altas temperaturas que se mantienen en estos primeros días de septiembre -ayer se superaron los 30 grados en diferentes puntos de Valderredible y Liébana y en Ramales de la Victoria- está dejando un «calor anómalo» que «no es habitual para esta época del año», según reconoce Modesto Sánchez (Aemet). La estabilidad atmosférica y la insolación están dando lugar a este episodio de altas temperaturas en gran parte del país al que no es ajena Cantabria, registrándose numerosas efemérides de temperaturas máximas para un mes de septiembre.

Los termómetros seguirán subiendo hoy y mañana, hasta el punto de que Cantabria será una de las zonas en las que la Aemet activará la alerta amarilla por altas temperaturas. Si ayer los máximos registros se midieron en Valderredible (31.9º), Cubillo del Ebro (30.9º), Tama (30.4º) y Ramales (30.3º), para este martes se prevé que las temperaturas pueden alcanzar los 35 grados en la comarca de Liébana, superar localmente los 34 en el extremo sur y sobrepasar los 30 en otras localidades del interior de la región, como Torrelavega o Cabezón de la Sal. La tendencia se mantendrá mañana, con registros que apenas sufrirán variaciones en sus topes más altos.

No será hasta la noche del miércoles cuando los termómetros comiencen a bajar, sensación que se notará el jueves, cuando las temperaturas máximas sufrirán un notable descenso, pudiendo ser «puntualmente extraordinario». También se esperan precipitaciones débiles, que ayudarán a «refrescar» el ambiente, tal y como avisa José Luis Arteche, delegado de la Aemet en Cantabria.

«Situación delicada»

Pero al margen de datos que pasarán a la historia -Ramales alcanzó el 25 de agosto la temperatura más alta de España con 40.5 grados y Castro Urdiales vivió el 19 de julio la madrugada más calurosa de las cuatro últimas décadas- y de sectores vinculados al turismo que se han visto beneficiados por un tiempo más propio de otras lides -Cantabria batió el récord de ocupación hotelera en julio-, el calor y las escasas lluvias han afectado de lleno a la agricultura y la ganadería. «La situación es muy delicada y se agrava cada día que pasa, se están alargando mucho los episodios de altas temperaturas. Si no llueve en ocho o diez días...», alerta Gaspar Anabitarte, secretario general de la Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses (UGAM-COAG).

Hace semanas los productores de arándanos reclamaron ayudas al Gobierno autonómico para compensar los pérdidas del sector ocasionadas por la ola de calor de julio, que provocó la pérdida de hasta 10.000 kilos de producto. Pero los arándanos no son los únicos afectados del sector agroalimentario: la lechuga se ha quemado, el tomate ha madurado de forma precipitada, las hortalizas han perdido calidad, se ha echado a perder parte de la cosecha del cereal y cada día que pasa sin llover se pierden dos toneladas de uva de cara a la próxima vendimia... La cosecha del maíz es la única que se ve beneficiada por las altas temperaturas, pero es un producto de «escasa presencia» en las tierras de la región, recuerda Anabitarte. A esto hay que unir la plaga de gusanos grises que se multiplica con el calor.

En la ganadería, el representante de UGAM alerta de la bajada de producción de la leche y de la pérdida de la calidad, ya que las vacas «sufren mucho con este calor, toleran mucho mejor el frío». También destaca que, aunque no de forma generalizada, sí se han producido problemas de abastecimiento de agua para el sector vacuno en algunas zonas, sobre todo en territorios altos de Picos de Europa, lo que ha obligado a las vacas «a tener que andar cinco o seis kilómetros para poder beber». Y la degeneración de los pastos fruto de la sequía también provoca problemas de alimentación del ganado y la obligación de tener que recurrir a «comida exterior» -forrajes- en una época no habitual. «Estamos viviendo dos inviernos», resume en este sentido Anabitarte.

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