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Javier López Marcano,  del martirio al éxtasis
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Javier López Marcano, del martirio al éxtasis

Culto y elocuente, ha salido siempre airoso de las múltiples causas judiciales en las que se ha visto inmerso

CONSUELO DE LA PEÑA

Lunes, 23 de enero 2017, 07:19

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Cuando el proceso por su gestión de El Soplao estaba en plena efervescencia, Francisco Javier López Marcano (Tanos, 1955) prometió a un amigo íntimo que, si todo acababa bien, iría a Covadonga a rezar una salve a la Santina. Los jueces enterraron el asunto quince meses después y cumplió. Años después, cuando el 'caso Racing' le pisaba los talones de manera asfixiante, se encomendó al Niño Jesús de Praga y a los más cercanos Santo Toribio de Liébana y la Patrona de Torrelavega, y de nuevo se obligó al rezo al pie de la imagen milagrosa. Como es hombre de palabra, lo hará, aunque la última exoneración judicial está tan reciente que no le ha dado tiempo a visitar la capital checa.

Las anécdotas revelan la profunda religiosidad del político regionalista, pero también que, a ese ritmo, pudo haber recorrido los principales santuarios marianos del país por las múltiples causas judiciales a que le sometió el Partido Popular y de las que salió siempre airoso. Hasta cinco procedimientos le colocaron directamente ante la justicia, amén de muchos otros que sólo le rozaron. La furia del PP creó una atmósfera de culpabilidad constante en torno a su persona, que ahora tendrá que desbridar. Un personaje de El Proceso, de Frank Kafka, dice que «la sentencia no se pronuncia súbitamente. Se va formando poco a poco». Es la acusación como condena, aunque esta nunca llegara a producirse, de la que López Marcano ha sido el máximo ponente en esta región.

Con tantos frentes judiciales abiertos parecía desahuciado. Sus rivales políticos se congratulaban de su decadencia e incluso algunos evangelistas del revillismo creyeron que la entrega de su acta de diputado tras las elecciones autonómicas de mayo de 2015, presionado por las exigencias de Podemos para poner su rúbrica al pacto de Gobierno de PRC-PSOE, dejaba al eterno delfín del fundador del partido fuera de juego. Pero ahí sigue, vivo y coleando. Ha logrado neutralizar todos los obstáculos judiciales; ahora le faltan los ambientales en su propio partido.

López Marcano ha iniciado 2017 en una situación de éxtasis personal producida por el auto que esta misma semana dictó la Audiencia Provincial de Cantabria, que le exime de toda responsabilidad penal en la venta de las acciones del Racing al indio Alí Syed, el único eslabón judicial que le quedaba a abierto. Ahora busca su redención política, aunque su encaje en el aparato del Gobierno, donde todos los bolos están ya pinados como diría el líder regionalista, Miguel Ángel Revilla, es más que dificultoso. Ni una hipotética dirección general ni siquiera el más alto cargo en el Año Jubilar Lebaniego están a la altura de quien fue casi todo en el Partido Regionalista y en el Gobierno.

Desplazado de la primera línea de la acción de gobierno, López Marcano mantiene el liderazgo de la Agrupación Regionalista de Torrelavega, la más potente de Cantabria, un grupo de fieles a los que siempre ha cuidado, que siempre le han respaldado sin fisuras, en contraste con la tibieza de la cúpula regionalista en la crisis de mayo de 2015. Un destacado militante del Besaya comenta que «faltó poco para tirar cohetes» cuando se conoció la exoneración de Marcano, y «somos disciplinados, pero no mudos. Aquí no se dicen las cosas en voz baja», amenaza, por si la dirección del partido tiene tentación de pasar página sin restituir políticamente al de Tanos. Si Cantabria tuviera una embajada en el Vaticano, le podrían mandar a Roma, ironiza otro regionalista evocando el caso Trillo. «No estaría nada mal porque soy el único político que sabe latín», encaja el aludido. Por eso, consciente de las dificultades de cuadrar su vuelta a las tareas de Gobierno, es posible que proyecte su carrera política en su hijo, Javier López Estrada, primero en el escalafón regionalista de la capital del Besaya y al que está muy unido.

Habrá que estar atentos, porque Marcano, que es un gran jugador de mus, no desvela sus cartas ni da ventajas al oponente. Si alguna virtud le adorna es saber esperar. A cada refriega judicial respondía con el mismo mantra: «Estoy tranquilo, sereno, equilibrado y confiado», consciente de que era tiempo de callar, de esperar, el mismo que enarbola ahora para hablar de su futuro político. «Festina lente» (apresúrate despacio), sentenciaba entonces haciendo uso de la lengua muerta.

De temperamento tranquilo y sosegado, de modales educados y cerebro reflexivo, es la elocuencia uno de sus rasgos más singulares, y cuando habla lo hace con afectación, subrayando las palabras y salpicando su discurso con continuas citas de los clásicos. «Es rápido e ingenioso y muy culto. No era un consejero más, no pasaba inadvertido», recuerda el que fuera su compañero de escaño, Rafael Pérez Tezanos. Hasta sus adversarios reconocen que el tema más intrascendente cobra en su boca significación. Aunque para muchos otros, lejos de ser un orfebre de la palabra, la «verborrea de la que hacía alarde no tenía contenido alguno, siempre decía lo mismo».

Un parlamentario popular, fuera ya de la contienda política por lo que pide reserva, asegura que todo en él es pura tramoya. «Tiene un ego especial y un alto concepto de sí mismo, va un poco de 'perdonavidas'. Quiere florecer por encima de todos y acepta muy mal la crítica, eso le desarma». Para Pérez Tezanos, ese punto vanidoso que destila en ocasiones es una pose. «Tiene tanto miedo a que todo el mundo sepa lo blando que es, que en la política se ha acorazado de una forma brutal para poder sobrevivir». Él dice de sí mismo que es un «heterodoxo» y difícilmente etiquetable, «ni yo mismo lo consigo». Como buen acuario, habita con sus contradicciones y busca el fiel de la balanza, la quietud, una de las cosas que más valora en su vida y que le fue arrebatada durante el proceso del Racing. No perdió el sueño, pero sí algunos kilos por indicación de su médico, el doctor Ramón Bretones. Ahora se encuentra como un crío.

La otra gran cualidad es su memoria prodigiosa, de sobra conocida por otra parte. Y es que Marcano, que ha tenido una presencia mediática fabulosa siempre, ha ido desprendiendo en estos años pedazos de su vida. Cuando en septiembre de 2015 volvió a la docencia en el Instituto Marqués de Santillana contó a este periódico que traducía al latín a Astérix y a Maradona, o una etapa del Tour. Y también su inclinación por el 'Ulises', de James Joyce, y su querencia por el mito de Ítaca en el sentido más clásico, como camino, como la vida misma.

Y si pudiera elegir en quién reencarnarse, conjugaría tres personalidades fascinantes. «Me gustaría tener el arrojo, la valentía, la decisión y la brillantez de Cayo Julio César, la prudencia de Catón y la lucidez de Cicerón». López Marcano aderezaría esta mixtura con su gusto por las cartas, una afición que cultiva en el bar Chema, donde con jugadores de élite se ventilan el café (es abstemio confeso, lo que no es óbice para que fuera nombrado cofrade del vino en La Rioja) al mus o al tute subastado. No en vano, cuando terminó los estudios de Filología en Valladolid, se presentó a una plaza de crupier en el Casino de El Sardinero y fue seleccionado. Trabajó un día, porque le llamaron del Colegio de La Paz, de Torrelavega, para cubrir una excedencia como profesor. No obstante, su gran pasión es su familia. Su esposa Pilar Estrada, cuyo padre, Pachito, era militante del PRC mucho antes que su yerno, y sus hijos Leticia, Alba y Javier, su «tribu».

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