Borrar
Ricardo Fernández junto a un abuelo y su nieto retornados a Sinjar tras la liberación. Ellos son yazidís, un grupo masacrado por ISIS.
"Muchos días pensabas que era el último"

"Muchos días pensabas que era el último"

El cántabro Ricardo Fernández ha trabajado en la respuesta humanitaria a la crisis de Mosul (Irak)

Álvaro Machín

Lunes, 27 de febrero 2017, 07:12

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

"Íbamos camino de la línea del frente y había un checkpoint (un control). Venía un coche en dirección contraria con tipos uniformados. Cuando el ISIS mata a policías o soldados les roba su uniforme y su documentación. Luego se afeitan y se hacen pasar por ellos para infiltrarse. Pueden parecer soldados kurdos, por ejemplo, pero van con su cinturón de explosivos. La idea del ISIS con la barba y el chaleco negro está muy bien para sus vídeos de propaganda, pero... Era una pickup e iban ocultos en la parte de atrás. Al llegar saltaron tres hombres con los Kaláshnikov y apuntaron a los que estaban en la garita. Estaban a un metro nuestro y entramos en pánico. Muchos de mis compañeros pasaron por un secuestro o escaparon en su día de ellos. Al final no tuvimos noticia de que ocurriera nada. Por lo visto, porque salimos corriendo, eran soldados de vacile con sus compañeros. Pero claro que muchos días he pensado que era el último". Lo mejor para contar algunas historias es dejar hablar. No interrumpir. Con pocas preguntas. "Cada vez que liberaban un pueblo, todo estaba lleno de explosivos. Un teléfono, bajo una alfombra, la lámpara... El pomo de la puerta era un clásico. Son mentes muy retorcidas y cada cosa que tocabas en un lugar que no era tu casa...". Otro ejemplo. Todo sale de la boca de Ricardo Fernández, un cooperante cántabro de 34 años. Quince meses en Irak con Médicos del Mundo Francia trabajando como coordinador en la respuesta humanitaria a la crisis de Mosul. Volvió por Navidad. "Te sientes fuera de lugar".

Distrito Pachanga y los rostros de muchos viajes

  • un libro en el horizonte

  • "Fue un viaje por tierra entre Vietnam y España en el que queríamos conectar con otras culturas a través del fútbol callejero. Comprender mejor cómo se vivía a través del fútbol". De pachangas en los lugares más insólitos. Ricardo vivió esa experiencia, esa aventura. Lo fue contando en un blog. Fue un largo periplo que se llenó de personajes y esos rostros van a estar incluidos en un libro en el que ya trabaja. Los de ese viaje o los de Nepal, otro de sus destinos como cooperante. Le tocó ir tras el terremoto y, cuando terminó su etapa allí, no tuvo tiempo de deshacer la maleta. "A la semana me llamaron para ir a Irak". De allí se ha traído otro buen puñado de palabras.

Estudió Económicas y Psicología, pero lleva ya once años vinculado a la cooperación y a la ayuda humanitaria. Ecuador, Vietnam, Turquía, Nepal... De Santander, aunque vive en Somo. Y ese toque se le palpa en los ejemplos. "El contexto es muy volátil. Pasas un día infernal, rodeado de gente armada, en el que tienes que salir pitando porque te dicen que alguien se ha infiltrado en el pueblo o que han usado armas químicas y otro día paseas por Dohuk como por el Paseo de Pereda". Son muy de la tierruca esas comparaciones. La explicación es una autopista hacia ese contraste de los puntos conflictivos. Porque Ricardo habla de una vida pegada al teléfono. "Ante cualquier rumor se activan mil protocolos de seguridad". Tensión. Pero también de sus recuerdos jugando "al fútbol tres veces por semana". "Se hace vida". Comprar el pan, trabajar, dormir, pasear... Una rutina necesaria. "Todo entendido como parte de los cooperantes. Allí éramos pocos y estás para ayudar a la gente que ha escapado. Que hayan escapado significa que han ido a un lugar seguro y que cuentas con un cierto margen de protección". Dohuk, en el Kurdistán iraquí. Allí estaba. En una ciudad que hace esquina entre Siria, Turquía e Irak.

Un coordinador de campo organiza las operaciones "en el terreno". Los equipos médicos de la zona, la logística, la representación institucional ante los gobiernos o los grupos armados, la seguridad... Ese era su trabajo. "Con dos líneas de actuación. Por un lado, llevar los hospitales fijos en los campos de refugiados para desplazados internos iraquíes y para refugiados externos (sirios). Y, por otro, las clínicas móviles. Camiones hospital que van a las zonas de batalla. Durante los combates, mientras el ISIS está luchando, muchas personas aprovechan para escapar. Y pocos días o semanas después de la liberación de sus pueblos aprovechan para volver". Ellos les atienden. Viajes por un desierto plagado de trampas mortales. "No puedes detener el coche ni un momento, pasas por mil controles con tipos armados... Te meas y no paras a un lado de la carretera porque puede haber minas. Ves cualquier cosa y dices corre, corre no pares... No sabes lo que es".

Lo mejor, sí, dejarle hablar. "Es muy intenso. Tú estás 24 horas allí y la cabeza no para. Hay ciertas paranoias. Porque para ser del ISIS no necesitas un carné. Y miras que hay un coche que parece que te sigue o te paran por la calle y sales corriendo... No sabes al final cuánto hay de paranoia y cuánto no. Si hay un vecino que pasa información...".

Una visita especial

Cada tres meses, le sacaban una semana de allí para desconectar. En uno de esos descansos recibió una visita alucinante. "Mi madre vino con mi suegra (su novia estuvo también en Irak antes que él y ahora está en Siria). El día que compraron el billete fue el atentado en el aeropuerto de Estambul y cuando viajaron, el golpe de estado en Turquía. Imagínate". Una madre que "sufrió mucho" cuando Ricardo se fue, pero que volvió del viaje más comprometida y menos cargada de prejuicios. La llevó a una zona tranquila, le pintó un panorama menos hostil...

En su relato hay un "pueblo acogedor" y una "sociedad destruida". "El desastre humanitario que ha generado la guerra en Siria e Irak es un cataclismo psicológico". Sin restar importancia a las necesidades, Ricardo explica que "las cosas llegan". Alimentos, ropa... Hay ayuda. "Pero el gran impacto es psicológico. En una sociedad árabe en la que la familia es lo central tratas a gente que ha visto que mataban a sus hijos de una manera cruel o que se llevaban a sus hijas como esclavas sexuales". Horror grabado. Perder el hogar, miles de desaparecidos... Y por eso destaca lo visto entre su propia gente. "En los equipos médicos hay un mix. Musulmanes, cristianos, yazidís, turcomanos... Gente que ha vivido los conflictos en primera persona, entre ellos. Que les han matado hermanos, que han huido... Y atienden a víctimas siendo víctimas, hacen equipos. Esa capacidad de sobreponerse a las diferencias es muy grande y da esperanza".

Se le ha quedado grabado. Eso y lo visto en Sinjar. La tierra de los Yazidís, un grupo etnoreligioso masacrado. ISIS entró allí con todo y miles de personas huyeron al monte Sinjar. "Defendieron el monte desde arriba, resistieron. No consiguieron subir y cogerles. Consiguieron entrar en grandes ciudades, pero allí no. Luego gente del Partido de los Trabajadores de Kurdistán abrió un corredor para ayudarles a defenderse". Y ahí Ricardo vuelve a utilizar el ejemplo local para hacerse una idea. "Hubo mucho trabajo allí. Fue como si ISIS estuviera en Heras o Liaño, tú en Santander y subieras a Peña Cabarga. Atendías a la gente encima de la montaña y veías allí abajo a los que querían matarles a toda costa. Lo llamaron la montaña de la muerte, pero para mí es la montaña de la vida".

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios