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Concentración que se celebró en 2006 en protesta por la representación de la obra 'La Revelación' del cómico italiano Leo Bassi. EFE
De Leo Bassi a las estatuas de La Porticada

De Leo Bassi a las estatuas de La Porticada

En Cantabria, la libertad de expresión ha chocado con la fe religiosa y con la moral hasta generar polémicas llenas de pudor y rubor

Marta San Miguel

Santander

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Viernes, 23 de marzo 2018, 20:12

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La Fura dels Baus es asombro y desfachatez, y esa es su incómoda grandeza desde hace 40 años. Sin embargo, esta vez la polémica está en la naturaleza del acto que iban a clausurar con su espectáculo 'Carmina Burana': el Año Jubilar Lebaniego en Santo Toribio. ¿Inadecuado o inocuo? Para el Obispado, es del todo improcedente, y para la región, un episodio más en ese choque frontal en el que ha incurrido la libertad de expresión con la fe religiosa.

Basta recordar la representación en 2006 de la obra de teatro 'La Revelación', de Leo Bassi. El italiano cerraba la Muestra de Teatro Contemporáneo en la UC con «un homenaje al laicismo» que buscaba «poner de manifiesto la contradicción de un mundo avanzado científicamente en el que proliferan las sectas y los fundamentalismos religiosos». Por donde pasaba la obra, los católicos de esa ciudad trataban de boicotear la representación, y lo mismo pasó en Santander. Aquí, doscientas personas se concentraron en la puerta de la Facultad de Medicina para mostrar su indignación, ofendidos por el contenido. Con pancartas de protesta, entre gritos, empujones y silbatos increparon a los espectadores que acudían a verla. El asunto llegó a tal extremo que Miguel Ángel Revilla, entonces presidente de Cantabria, convocó una rueda de prensa para abordar el asunto y reconoció que hubo sacerdotes que «amenazaron con pedir a sus feligreses que no le votaran si no suspendía la obra».

Dos estatuas desnudas provocaron una recogida de firmas y se inauguraron tapadas

1970

La obra no se suspendió, pero en esta polémica, el matiz de la oposición religiosa es otro. La Iglesia no veta la representación de la obra, sino que se haga en 'su' terreno, es decir, en Santo Toribio. Lo considera inadecuado. Y de algo sabe Cantabria respecto a escenarios que acaban resultando para algunos poco convenientes. Era 1985 cuando Lindsay Kemp visitaba el Festival Internacional de Santander. Puso en escena 'Flowers'. «El espectáculo era escandaloso, salían actores medio desnudos, era irreverente y provocador y mucha gente se marchó», explicaba Emilia Levi, entonces subdirectora del FIS, a El Diario. Al frente del festival estaba José Luis Ocejo, que recibió muchas cartas de gente «escandalizada» por lo que habían visto en el Festival: «Era una obra subida de tono en todos los aspectos».

Lindasay Kemp puso en escena ‘Flowers’ y el director del FIS recibió fuertes críticas

1985

¿Y después de eso?, ¿qué queda tras una polémica sonada? La tesitura de elegir entre apostar por un arte «que revuelve» o seguir la senda acomodada de lo previsible. En 1982, el entonces responsable del Museo de Bellas Artes de Santander (hoy MAS), Fernando Zamanillo, apostó por lo primero, por revolver. José Pérez Ocaña era un icono de la cultura de los 70, pero su exquisita labor pictórica había quedado eclipsada por sus acciones públicas en defensa del travestismo y la causa gay. Llegó al museo anticipado por su fama, sin embargo su intervención en Santander se recuerda como una forma de transgresión jamás vista hasta entonces. El 'happening' consistió en una procesión con palomas volando e instalaciones con vírgenes: «Fue chocante y muy liberador», dicen quienes lo recuerdan. No hubo represalias, ni quejas.

Doscientas personas protestaron por la representación de ‘La Revelación’ de Leo Bassi

2006

A veces, es el propio término 'transgresor' el que debe someterse a debate, no sólo los derechos y las libertades amenazadas. ¿Es transgresor colocar dos esculturas desnudas de tres metros de altura en el frente de un edificio señorial? Sus partes íntimas, o quizá la íntima exhibición de su cuerpo escandalizó la moral santanderina en los 70, hasta el punto de que la mujer del entonces concejal Mozota emprendió una campaña de recogida de firmas para evitar que se colocasen de tal guisa en sociedad. Y lo consiguió. 'El Ahorro' y 'La Beneficencia', de Agustín de la Herrán Matorras, sobre unos bocetos del pintor Fernando Calderón, lucieron tapadas durante tres meses desde su inauguración, hasta que un buen día, sin previo aviso, alguien retiró las telas y dejó a la vista sus metálicas vergüenzas. La guasa acompañó lo que era una censura en toda regla y por las calles circularon estas coplillas en honor al episodio: «Después de tanto trabajo/y después de tanta lucha/ni a él se le ve el badajo/ni a ella se le ve la hucha».

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