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La contaminación y sus efectos sobre el clima y los seres humanos, así como la excesiva dependencia económica en el plano geoestratégico de los países productores de crudo –en muchos casos vinculados a regímenes políticos convulsos o no democráticos– han obligado a los países occidentales y a sus economías capitalistas a buscar alternativas viables al consumo de combustibles fósiles, especialmente en el sector de la automoción. En las dos últimas décadas, los fabricantes de vehículos han realizado un gran esfuerzo en esta línea, pero aún es insuficiente porque no se han alcanzado ni la meta ni los puntos de paso deseados;además, en algunos casos lamentables, algunos fabricantes han recurrido a estrategemas tramposas para maquillar cifras y resultados.

El vehículo eléctrico está a llamado a ser el futuro de la automoción, quizá no la única alternativa, pero sí una de las que mayor implantación tengan en el mercado. La tecnología ya está descubierta y contrastada de forma más que satisfactoria; ahora sólo es cuestión de desarrollar los procesos, de abaratar costes de producción y de convertir al coche eléctrico, por precio, en una alternativa real y no penalizada. Sus ventajas son muchas y sus inconvenientes –en estos momentos– son superables.

La autonomía, aún insuficiente para largos desplazamientos –aunque ya hay vehículos que presentan cifras cercanas a los 500 km–, y el tiempo de recarga de las baterías, un hándicap que preocupa cuando se inicia un viaje programado, son dos aspectos que estoy seguro que se van a solventar a corto o medio plazo. Y a medida que se vendan más coches eléctricos, también el precio final se abaratará fruto de una competencia creciente en este segmento.

Pero no quisiera terminar la defensa del vehículo eléctrico sin reivindicar los coches híbridos, una realidad que sí que está experimentando notables crecimientos en ventas, así como el placer de conducción de un coche eléctrico, capaz de ofrecer unas óptimas prestaciones gracias a que el conductor recibe toda la potencia desde el mismo momento en que pisa el acelerador.

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