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El aparcamiento más cercano a la estación invernal estaba lleno desde las ocho y media de la mañana.

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El aparcamiento más cercano a la estación invernal estaba lleno desde las ocho y media de la mañana. Antonio 'Sane'

El gran fin de semana de Alto Campoo

Cantabria ·

La conjunción de nieve, buen tiempo y vacaciones escolares llenó hasta arriba la estación | Después de una mala racha de años sin nevadas, las pistas de esquí vuelven a vivir una buena temporada

José Ahumada

Santander

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Lunes, 26 de febrero 2018, 07:01

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Brañavieja. A las ocho y media de la mañana el aparcamiento de arriba está lleno, así que los que van llegando tienen que dejar el coche abajo, en el poblado de Brañavieja, y subir en autobús. Es una incomodidad, pero no una desgracia como encontrar cortado el paso en La Lomba por la Guardia Civil -sucedió a las once- y verse condenado a tirarse bolas durante horas esperando a que se vacíe la estación. Claro que éste fue el mejor fin de semana de Alto Campoo de toda la temporada: coincidieron la nieve, el sol y las vacaciones de los niños, un reclamo irresistible para los casi 10.000 esquiadores (habría que sumar los demás visitantes de paisano) que pasaron por allí el sábado y el domingo.

«Es el primer fin de semana con buen tiempo todos los días. El viernes también hubo mucha gente, y este lunes (hoy) también esperamos bastante», explica María Agosti mientras atiende el negocio -Esquí Agosti-. «Es una temporada buena, pero no como las de antes de la crisis. Después hemos tenido una racha bastante mala de nieve -el año pasado la estación estuvo abierta mes y medio-, así que hacía mucho que no se abría a partir de diciembre».

Lo del lleno total es inevitable, pero quizás mejorable. «Creo que se podría organizar mejor el aparcamiento -opina María Agosti-. Las caravanas ocupan un montón de sitios, y la tercera parte del parking ya está llena por la noche. No tengo nada en contra de ellas, pero hay que organizarlo mejor. También se podría dejar la carretera con un único sentido, que diese la vuelta, y así se ganarían más plazas».

«Es una estación de proximidad: miras el parte y, si lo ves bien, vas»

Por una de esas caravanas asoma el castreño Jorge Macías. Se la compró el año pasado y está recorriendo toda Cantabria. Este domingo tocaba nieve. Ha ventilado, ha fregado los cacharros, ha hecho las camas y está listo para reunirse fuera con la familia. «Vinimos el sábado a mediodía y estaba cortado, así que nos quedamos jugando -mi mujer y yo- con las niñas y después de comer subimos tranquilamente. Había muchas caravanas, y por la noche, más. Yo no esquío -soy más de bicicleta y correr por el monte-, así que vengo por ellas».

Alto Campoo forma un gran embudo limitado a un lado por el Cuchillón y al otro por Pidruecos, y desemboca en el edificio multiusos y el acceso desde el aparcamiento. «Aquí no se pierde nadie, por eso es una estación tan fácil, tan familiar», apunta Joan Anton Font, el director, muy contento por este día «fantástico». Esa configuración es uno de los puntos fuertes, «como las pistas bien hechas». Los débiles son, a su juicio, la -relativamente- baja cota (2.100 en su parte más alta y 1.600 en la baja) y una climatología extrema. «Puede haber un viento tremendo, puede nevar mucho, llover mucho y fundir la nieve. Hay nieve, pero podría haber más y también muchísima menos. Es una estación rabiosamente de proximidad: miras el parte y, si lo ves bien, vas».

Sin habitaciones

Es lo que han hecho Alejandro Recio y Anabel del Río, que vienen de Valladolid. Buscaron alojamiento a última hora y no encontraron nada: o una habitación a una hora de distancia o alguna más cerca pero demasiado cara. Él dice que no le hace mucha gracia Alto Campoo. «Es muy plano. Coges velocidad y frenas, y tienes que andar con la tabla en la mano. Con los esquís puedes ir remando, pero con la tabla no».

Las tablas van ganando terreno, no hay duda. «Va más lenta, pero puedes hacer más virguerías. Lo disfrutas más», asegura Alejandro Recio. Lleva una cámara sobre el casco, como muchísima otra gente. Desde el telesilla también se ve a una chica que se va grabando con el móvil. Y también a un chico vestido de pollo con otro que va de cebra.

Cuando gana altura y se pierde detalle, Alto Campoo se asemeja a un hormiguero, con tráfico intenso en su zona más baja. Por ahí andan los niños con los trineos y aprendiendo a hacer la cuña. También pasean por allí Gustavo Mañozca y Juliana Cárdenas, una pareja de colombianos que ha venido desde Bilbao en autobús -salieron a las siete, llegaron a las nueve- con unos amigos. «Venimos a disfrutar de este hermoso paisaje, hermano. El sol está pegando espectacular, muy lindo».

«Alto Campoo ahora es más cosmopolita», asegura María Rogelia Ruiz, de Dimas. Ellos empezaron en el 64, con su suegro -que además de trabajar en la Naval tenía una carpintería y hacía esquís- y su marido. «Entonces nos conocíamos todos: se esquiaba en Tres Mares y se subía en autobús». Habla de cómo han cambiado las cosas, del hotel que ya no está y de la carretera que no estaba. «Lo que no ha cambiado es el enemigo de la estación. Sigue siendo el viento: nos para los telesillas y, si es sur, nos lleva la nieve».

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