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La enfermera Natalia Costanzo. Roberto Ruiz
Microbiota intestinal, un órgano más

Microbiota intestinal, un órgano más

La enfermera Natalia Costanzo imparte hoy en La Magdalena una ponencia sobre cómo alimentar al ecosistema de 'bacterias buenas' para proteger la salud

Ana Rosa García

Santander

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Sábado, 7 de abril 2018, 08:00

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«Asistimos al nacimiento de una ciencia nueva y apasionante, que gira en torno a la microbiota intestinal, el conjunto de todos aquellos microorganismos que conviven con nosotros, alojados en su gran mayoría en el intestino grueso. Se trata de un órgano nuevo descubierto en pleno siglo XXI al que se le atribuyen funciones y cuyo desequilibrio está relacionado con diferentes enfermedades», señala Natalia Costanzo, miembro del comité organizador de las III Jornadas de Enfermería Integrativa que organiza el Colegio de Enfermería de Cantabria hoy y mañana en La Magdalena, con más de 300 asistentes.

Ese ecosistema de 'bacterias buenas' «hay que alimentarlo de forma adecuada, porque es el que mantiene la salud», recalca. Y ese será el tema que abordará en la ponencia que dará esta tarde (18.00 horas, en el Paraninfo), abierta a la población general, con previa inscripción a través del teléfono 942 31 97 20. El programa de mañana está dirigido a profesionales, con la participación de expertos de prestigio nacional e internacional, como el gastroenterólogo Francisco Guarner, director del Laboratorio de Investigación Experimental del Aparato Digestivo del Hospital Vall d'Hebron (Barcelona); los catedráticos Juan Miguel Rodríguez y Juan Evaristo Suárez, y la investigadora Teresa Requena.

La conferencia se incluye dentro de las III Jornadas de Enfermería Integrativa que organiza el Colegio profesional hoy y mañana

«Hace 20 años ya se hablaba de un cerebro intestinal, pero como nuevo órgano definido es ahora cuando se reconoce. Y como tal hay que cuidarlo, igual que el pulmón, el hígado... y la forma de hacerlo es dándole de comer lo que necesita», explica la enfermera. «Si esa microbiota (antes flora intestinal) no está en equilibrio va a dar lugar a enfermedades de muy diferentes tipos, sobre todo del sistema inmunitario. Los expertos hablan de una nueva plaga en las sociedades modernas de patologías autoinmunes, alergias, asma... Pero también está relacionada con enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes tipo II; e incluso del comportamiento, como la depresión, el autismo o el párkinson. Lo que no se sabe es si primero ocurre el desequilibro intestinal o es la propia enfermedad la que lo produce».

La ponencia de esta tarde está dirigida a la población general y se ha ampliado el aforo ante la alta demanda por lo que aún hay plazas

En cualquier caso, de lo que no cabe duda es de que «hemos perdido diversidad bacteriana intestinal, diferentes tipos de microorganismos que teníamos que tener con nosotros y que no están». Una de las principales causas -destaca- es que «las sociedades modernas hemos reducido drásticamente el consumo de fibra soluble. La forma de comer ha cambiado hacia una cocina más rápida, ese ha sido uno de los grandes problemas». De ahí que «el primer paso» para cuidar la microbiota intestinal, subraya Costanzo, sea «disminuir al mínimo el consumo de productos procesados» e incorporar a la dieta «alimentos que contienen microorganismos vivos» -coloquialmente conocidos como probióticos- y también aquellos «ricos en fibra soluble» (prebióticos). «Dentro de los primeros, el más conocido es el yogur, pero hay otros muy interesantes como el kephir, el miso, los pickles, que son vegetales fermentados con sal (pepinillos, zanahorias...), pero no los pasteurizados; también el chucrut o el té kombutcha». Los prebióticos, «las fibras que les gustan comer a estas bacterias», se encuentran en puerros, ajos, cebollas, alcachofas, legumbres y almidón resistente (presente en arroz, pasta y patata, pero en frío).

De 200 gramos al día a 12

«Los expertos se han dado cuenta de que tenemos que volver a comer como tiempo atrás para proteger nuestra salud». Como curiosidad, apunta Costanzo que «a través de heces fosilizadas de la época prehistórica se ha comprobado que consumían 200 gramos al día de fibra, mientras que hoy en día no llegamos a 12». Pero además de una dieta pobre en fibra y alta en carbohidratos refinados y grasas saturadas, la microbiota intestinal se ve alterada también por «el exceso de limpieza, la falta de omegas 3, el hecho de que no haya contacto con mascotas -los niños que sí conviven con animales tienen menos riesgo de padecer alergias y, por tanto, su sistema inmunitario es más fuerte-». Repercute también negativamente que no haya habido lactancia materna y el abuso de antibióticos y otros medicamentos.

«Todo este conocimiento ofrece una visión distinta del abordaje de las enfermedades, que despierta gran interés entre los profesionales sanitarios», dice Costanzo. «Si los médicos ven la relación con la microbiota intestinal, algo tendrá que cambiar en los tratamientos. La perspectiva es de que sean más integrales», concluye.

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