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Lucía Serrano. María Gil
«En el norte hay más amantes del flamenco de lo que parece»

«En el norte hay más amantes del flamenco de lo que parece»

Lucía Serrano aprendió de la mano de figuras de primer nivel como Paz Lucena o Mar Moreno. Ahora enseña este arte en estado puro en el centro integral que dirige en Santander

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Sábado, 24 de marzo 2018, 19:08

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«Una cosa es saber bailar flamenco y otra sentirlo dentro, que se te revuelvan los intestinos y te robe el alma», explica Lucía Serrano (Santander, 1983). Tras una década como bailaora en tablaos y en compañías de flamenco de primer nivel regresa a su tierra dispuesta a acercar y fortalecer el arte flamenco «de la vieja escuela». Para ello ha fundado el centro de flamenco Esencia, un espacio integral de baile, percusión y cante con talleres y formación a cargo de grandes artistas. En las clases se ensaya con cantaores en directo y se baila en corro por bulerías festeras.

-¿El flamenco es un baile, un arte o una cultura?

-Es arte y cultura en mayúsculas, reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. En mi caso es un estilo de vida. No sé en qué momento te conviertes, pero es maravilloso. Dedicas horas a ensayar, crear y a relacionarte con gente del mundo del flamenco para compartir esta expresión artística.

-¿Cuándo se subió a un tablao por primera vez?

-Bailo flamenco desde los cinco año. Hice la carrera de danza española y aprendí la técnica, pero no fue hasta los 22 años cuando realmente lo descubrí. Fue en Madrid, en la escuela de María Paz Lucena, mi maestra y una de las grandes figuras del flamenco en España. Formé parte de su compañía y bailé en la X edición de la Suma Flamenca de Madrid. Ella me animó a subirme al tablao, que es donde te dejas el alma y bajas extasiado. Entre los músicos y bailaores existe un lenguaje universal, unas señas para coordinarse. Cuando conoces el lenguaje y tienes los recursos estás listo para subirte a un tablao. Entonces, conectas con tu sentimiento, dejas salir todo tu arte de una manera espontánea. Eso no se prepara.

- Después de casi una década en Madrid, ¿cómo fue su vuelta?

-En Madrid hay mucho movimiento entorno al mundo del flamenco y mi círculo era ese. Estudié Psicología y me he debatido mucho entre dedicarme a una u otra cosa. Volví a Santander por un motivo laboral y comprobé que no había apenas programación flamenca y pensé: '¡Me muero, es mi vida!'. Junto con Dani, mi pareja, creamos la compañía 'Al Aire Flamenco' para traer espectáculos. La idea es traer a la escuela pequeños e íntimos espectáculos.

-¿Algo en el horizonte?

-Estoy muy orgullosa porque este verano traemos el espectáculo 'Jerez puro', un proyecto de María del Mar Moreno, una de las flamencas de más prestigio mundial que lleva ese espectáculo por todo el mundo y lo traerá a Santander. Fui alumna suya y tenemos muy buena relación. Ella me animó a abrir este espacio de flamenco, fue un motor muy importante para que diera el paso. Va a ser todo un lujo que venga a dar una formación a la escuela este verano.

- ¿En qué se diferencia su escuela de otros centros?

-Más que una escuela es un espacio integral de flamenco donde se enseña baile, toque y cante. Mi objetivo es que la gente descubra el flamenco de verdad para que no les pase como a mí, que lo aprendí a los cuatro años, pero no lo descubrí hasta los 22. Una vez al mes viene a clase una cantaora de Madrid a cantar al compás y músicos a tocar el cajón porque así es como se siente el flamenco; sin sentimiento no hay flamenco. Dani Peña (Santander, 1976) es la otra pata de este proyecto y está al frente de la percusión.

-¿Qué tal está siendo la acogida?

-Estamos muy contentos, en el norte de España hay muchos más amantes del flamenco de lo que parece. Abrimos en octubre, ya tenemos 90 alumnas y estoy deseando que aparezca un bailaor, adulto o niño. Parece que se asocia más con la mujer, pero también es un baile de hombres.

-¿Cómo están las cántabras a la hora de arrancarse por bulerías?

-Un día a la semana tenemos clase de bulerías festeras en la que se recrea una fiesta flamenca. Hacemos un corro con las sillas tradicionales, damos palmas, se canta, se toca el cajón y las alumnas van saliendo e improvisando. Los primeros días todas creen que no saldrán, que no saben hacerlo, pero es fantástico ver su evolución y cómo rompen el hielo. Al mes ya han salido, bailan y disfrutan.

-¿Qué cualidades se necesitan?

-Tenemos clases desde los tres años y sin límite de edad, nunca es tarde. Hay desde nivel de iniciación al flamenco, para gente que lo hace como hobby y cursos para profesionales. Esta expresión artística requiere pasión, aprender coordinación de pasos y colocación del cuerpo, mucha concentración para entender lo que estás bailando porque no se trata de aprenderse la coreografía sino de que el compás te entre en el cuerpo. Es un rato de desconexión y un gran ejercicio físico.

-¿Quién es su referente?

-Me gusta enseñar el flamenco de raíz, un arte que tiene dos siglos de historia, y deseo que se mantenga. Mi maestra viene de la vieja escuela, aprendió de Mariquilla y Manolete, grandes figuras. Me gusta enseñarlo así, para que no se pierda y después, el que quiera, que innove. Pero también soy una gran amante de la innovación en el flamenco.

-¿Y su objetivo?

-Me encanta ser maestra, crear una gran familia en Esencia y organizar salidas relacionadas con el flamenco. Me asombra que la escuela se ha convertido en una terapia de vida a la que las alumnas no fallan. Es su hora sagrada.

Una cántabra flamenca por los cuatro costados

Cuando Lucía Serrano bosteza y se despereza no lo hace como cualquier otro. Flamenca las 24 horas del día, ella estira los brazos en alto como si fuera a arrancarse por bulerías. Así que cuando la cántabra explica que el arte flamenco para ella es «un estilo de vida» se entiende a lo que se refiere. La ‘Flamencura’ –mezcla de flamenco y locura– se apoderó de ella a los 22 años, cuando entró en contacto con los tablaos de las noches de Madrid. Tras una década de espectáculos regresa a su tierra para acercar y contagiar su pasión. «Sólo pienso en bailar, crear y compartir». En octubre abrió Esencia, su escuela de flamenco en General Dávila, 138. Es un espacio diseñado por Antonio Fuente, «amigo personal que ha hecho un excelente trabajo». Su despacho es también una biblioteca para que los alumnos puedan empaparse de «una cultura con mayúsculas».

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