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Nunca le olvidaremos

En este adiós tan inesperado y tan doloroso de Miguel Ángel Pérez Jorrín golpean como martillos los recuerdos de 35 años de trabajo codo con codo y también de momentos inolvidables de ocio compartido con amigos y familias

Jesús Serrera

Santander

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Miércoles, 18 de octubre 2017, 07:23

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Llegamos casi al tiempo, en el verano de 1982, al viejo Diario Montañés de la calle Moctezuma donde ilustres veteranos acogían a un puñado de jóvenes en busca de hueco en el periodismo, las últimas máquinas de escribir convivían con los primeros ordenadores y las linotipias y el plomo daban paso a la impresión en offset, aquella transición tan estimulante que convertiría al periódico decano todavía precario en el medio informativo de referencia en Cantabria.

En este adiós tan inesperado y tan doloroso de Miguel Ángel Pérez Jorrín golpean como martillos los recuerdos de 35 años de trabajo codo con codo y también de momentos inolvidables de ocio compartido con amigos y familias. Hablando en la redacción cualquier tarde o en un paseo por Liébana o Comillas, en la Bulgaria nevada o bajo el sol entre las venerables piedras del Foro romano, uno podía admirar y aprender de un espíritu vital, generoso y cultivado. Del caudal de conocimiento poliédrico que dejaba fluir cuando tocaba, con naturalidad y sin jactancia: de la geopolítica a la arquitectura y la pintura de vanguardia, de la prehistoria al avance científico más relevante o al último ingenio militar. No sé si le gustaban más las escapadas a Londres para ver museos o los reencuentros con los paisajes y los amigos de juventud de su Reinosa natal que tuvo presentes todos los días de su vida.

Pérez Jorrín manejaba el área de Opinión con criterios de calidad, oportunidad informativa y pluralismo, en los contenidos y en la nómina de autores –consternados también estos días por la triste noticia– y además su firma era la más prestigiosa y respetada en la información económica regional. Pero su impronta profesional iba mucho más allá, en la dedicación y la autoridad moral con que dirigía a su equipo y el buen juicio, sereno, perspicaz, de amplia perspectiva, que nos aportaba a todos cuando se trataba de abordar cualquier asunto importante, una rara cualidad de alto valor en medio del fragor cada vez más apresurado de los medios.

Muchas noches volvíamos juntos desde el periódico al centro de la ciudad charlando en el coche de cualquier cosa, del trabajo cotidiano, de las viejas anécdotas y del futuro de la profesión o de los planes de cada cual para cuando tuviésemos más tiempo libre, sin sospechar que el destino nos iba a separar tan pronto. Ahora vamos a echar mucho de menos a Miguel Ángel, su familia y todos los que le quisimos, porque él se hizo querer, en El Diario, en Santander, en Reinosa, en Comillas, en todas partes. Nos queda para siempre su cálida sonrisa, la mirada inteligente y franca, la palabra y el gesto reconfortantes del compañero leal, del amigo de los días felices y de las horas difíciles. Nunca, nunca le olvidaremos.

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