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Lucía y Carla paseando con sus madres en Pekín días después de salir del orfanato en China .
Un reencuentro de película

Un reencuentro de película

Una joven de Polanco encuentra, catorce años después, a su compañera de cuna de un orfanato de China al coincidir en un campeonato de España de gimnasia rítmica

María Causo

SANTANDER

Domingo, 3 de diciembre 2017

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Una historia sin cerrar. Ese es el relato de Lucía Fernández y Carla Shuang Sánchez. Ambas nacieron en China en el 2003, fueron abandonadas por sus familias y se pasaron sus primeros meses de vida codo con codo. Literal. Compartían cuna en un orfanato de la provincia de Guangdong y vestían el mismo pijama de colores amarillos y rosas. Tan pequeñas, y ya estaban atadas de tobillos y muñecas. No fueran a intentar estirarse o jugar en una cama de barrotes pensada para un bebé, pero compartido por dos (en el mejor de los casos). Estaban desnutridas. Pesaban cinco kilos con diez meses de edad.

Todo cambió un 31 de mayo de 2004. Once familias españolas se desplazaron hasta el orfanato de esta provincia china para adoptar a las niñas y darles un futuro inmensamente mejor del que les esperaba en el país asiático. Entre los matrimonios estaban Antonio Fernández y Mónica Cabrero, de Polanco, y Paco Sánchez y Paloma Pinel, de Madrid. Ambas mujeres certificaron una buena sintonía desde que se conocieron en el aeropuerto de la capital. «Sentí que conectamos desde el primer momento», asegura Paloma. E iban a encontrar motivos. Al llegar al orfanato les comunicaron que sus hijas compartían cuna desde que fueron abandonadas y las dejaron allí, hacía ya casi once meses. Eran las más pequeñas y débiles de toda la planta. Unas supervivientes. «Le llevé ropa de bebé de once meses y le quedaba gigante», recuerda Mónica. Desde ese día, el matrimonio cántabro cambió para siempre la vida de Lucía, y la pareja de Madrid, la de Carla Shuang (ambos decidieron mantener también su nombre chino).

Pasaron otros quince días en China, una semana más en Guangdong y otra en Pekín por los papeleos. Y las dos familias, ya con Lucía y Carla, siguieron afianzando su buena relación. Compartieron paseos, cenas, compras y confidencias. Y se empezaron a sumar más coincidencias a la historia de las niñas. Por si no fuera bastante compartir cuna, el mismo pijama, la misma edad (diez y once meses), la misma manía de chuparse el dedo y las mismas -y odiosas- marcas de tener atados los tobillos y las muñecas, descubrieron que ambos matrimonios eran los únicos que tenían dos hijos biológicos antes de adoptarlas.

«No pudo ser más emotivo. Ha sido una mezcla de buenos recuerdos y una experiencia única», afirma Lucía Fernández desde Polanco

Cuando volvieron del viaje mantuvieron el contacto. Paco y Paloma viajaron con Carla hasta Cantabria para visitar a Antonio, Mónica y Lucía en Polanco, y para conocer la región. Se volvieron a ver en otra ocasión en Toledo, esta vez con el resto de familias que viajaron a China. Eso fue hace ya nueve o diez años. Luego, por circunstancias de la vida de cada uno y la distancia que separa Cantabria de Madrid, el contacto se fue desvaneciendo hasta convertirse en nulo. Y Lucía y Carla perdieron la oportunidad de seguir forjando ese sentimiento de quien ha compartido diez meses, literalmente, durmiendo codo con codo.

A la izquierda, Lucía Fernández y Carla Shuang Sánchez cenando juntas en un restaurante tras finalizar el campeonato de España de gimnasia rítmica en Alicante. A la derecha, Lucía y Carla paseando con sus madres en Pekín días después de salir del orfanato en China
A la izquierda, Lucía Fernández y Carla Shuang Sánchez cenando juntas en un restaurante tras finalizar el campeonato de España de gimnasia rítmica en Alicante. A la derecha, Lucía y Carla paseando con sus madres en Pekín días después de salir del orfanato en China

Parece que el destino no estuvo conforme con esta deriva, porque el deporte las volvió a unir. «Un día estaba mirando el 'WhatsApp' y, con la novedad que han incluido ahora de enviar fotos que solo se ven durante unos segundos, le di sin querer a una foto y allí salió ella», cuenta Mónica. Era Carla. «Me quedé bloqueada y se me revolvió el estómago. Vestía un mono azul de gimnasia rítmica». Lo dijo en casa y al día siguiente, después de casi 10 años sin contacto alguno, se decidió a llamar a Paloma, la madre de Carla. «Fue la mejor decisión que tuve. Me confirmó que ella subió la foto y que sí era Carla». Tras varias horas de conversación poniéndose al día de la vida de cada una de las niñas, cayeron en la cuenta de que ambas habían elegido el mismo deporte: la gimnasia rítmica. Fue entonces cuando Mónica le contó que se iban con Lucía y la escuela de EDM Torrelavega a Vitoria y Alicante. «Me quedé paralizada y le dije que nosotros también íbamos a los dos torneos con Carla».

Juntas de nuevo

Y en Vitoria ocurrió. Lucía y Carla estuvieron concentradas todo el torneo con sus respectivos equipos antes de salir a pista. Pero cuando terminó la competición, se reencontraron. Se quedaron mudas, mirándose fijamente la una a la otra. Todo lo que se parecen en forma de ser, se diferencia en sus fisonomías. Carla con rasgos más orientales y de piel morena, y Lucía, de cara más redonda y más alta. Ambas conocían la historia de la otra por sus madres, pero eran unas completas desconocidas. Aún así, se fundieron en un beso y un abrazo. Largo. Había algo que las hacía cómplices y ellas lo sabían. «Catorce años después, volvemos a ser compañeras», aseguraron las niñas.

«Estoy muy contenta de haberla conocido y seguro que nos volvemos a ver muy pronto», asegura Carla Shuang Sánchez desde Madrid

Fue breve. No dio tiempo para mucho más. Pero a la semana siguiente, se volvieron a ver en el campeonato de España en Alicante. Las dos familias, esta vez con tiempo, se fueron a cenar para recuperar el tiempo perdido y crear una atmósfera más familiar para las pequeñas. De aquella cena surgieron más casualidades y similitudes entre ambas, las dos rechazaron estudiar chino y viajar al país asiático porque «no las llama». «Se sienten españolas. No es rechazo a China y todo lo que conlleva; es más indiferencia», explica Mónica.

Por el momento, Carla y Lucía han hablado de las coreografías de gimnasia rítmica, de los trajes que usan para competir, de los vídeos en que se fijan para entrenar. Escucharon música y comentaron la ropa que está a la última. Y se intercambiaron el 'Instagram'. Ahora ya pueden seguirse y estar al día de la vida de la otra. Su relación está comenzando pero la sintonía entre ellas es real. Se nota. Dos chicas fuertes, duras pero dulces. Y responsables. Dos supervivientes que no van a permitir que el lazo que las une se vuelva a romper jamás.

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