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Mioño. El cargadero de Dícido, declarado Bien de Interés Cultural en 1996, data del año 1937
Vestigios de la minería cántabra

Vestigios de la minería cántabra

Las administraciones públicas trabajan en la recuperación de las infraestructuras de Castro y Suances, muy deterioradas por los años

Abel Verano

Domingo, 28 de mayo 2017, 08:26

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El desuso y el paso de los años han acabado con una gran parte de las infraestructuras vinculadas a la actividad minera en Cantabria. En la actualidad, sólo se conservan tres cargaderos de mineral voladizos: el de Orconera o Puente de los ingleses (El Astillero) que es el que se encuentra en mejor estado tras ser rehabilitado hace unos años, y los de Hinojedo (Suances) y Dícido (Castro Urdiales), que están muy deteriorados y a la espera de una intervención por parte de las administraciones públicas.

Castro contó con hasta ocho cargaderos de mineral

  • el apunte

  • Castro Urdiales es un municipio históricamente muy vinculado a la minería. Prueba de ello es el gran número de cargaderos de mineral que se construyeron a lo largo de su costa, desde Oriñón-Sonabia hasta Ontón, en el límite con el País Vasco. Según el director de la Escuela Taller de Castro, Juantxu Bazán, el municipio contó con hasta ocho infraestructuras de este tipo. Una de ellas fue el cargadero de Sonabia, "que duró muy poco porque no era muy rentable", donde el mineral procedía de las minas de Candina; en la zona de Urdiales hubo otros dos cargaderos más, uno en el exterior en el barrio de Urdiales, y el otro en el interior en Ostende. En ambos se descargaba el mineral del ferrocarril Castro-Traslaviña.

  • En el centro de la ciudad también hubo un cargadero, conocido como Castro-Alén (San Guillén), donde se depositaba el mineral que venía de las minas de Ocharan. En la zona más oriental se encontraba el cargadero de Dícido, que tuvo dos estructuras previas a la que hoy sigue en pie. El mineral que allí se depositaba provenía de las minas de Dícido. Muy cerca del límite con Vizcaya estaban situados otros tres cargaderos más el de Saltacaballo, que podría ser el primero que se construyó, el de Millo de Ontón y el de El Piquillo.

En el caso del cargadero de Dícido construido en 1937 por Altos Hornos de Vizcaya y declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1996 con la categoría de monumento por el Gobierno de Cantabria, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha sacado a concurso hace apenas dos semanas los estudios previos para su rehabilitación. La directora general de Cultura, Marina Bolado, estimó recientemente que la restauración de este cargadero puede costar entre "dos y tres millones de euros fácilmente" por su complejidad técnica.

Bolado explicó que el Ministerio ha cuantificado en 60.000 euros este primer proyecto necesario para después iniciar la redacción del plan de restauración, que "volverá a ser la misma cantidad o incluso 80.000 euros", y después llevarlo a cabo. La directora general compareció en la Comisión de Cultura del Parlamento a petición de Podemos para dar cuenta de las gestiones realizadas por la Consejería en cumplimiento de la proposición no de ley sobre el cargadero de Dícido impulsada por el partido morado y aprobada por unanimidad en el Parlamento en abril de 2016.

Así, Bolado explicó que se ha instado al Ministerio para que una vez realizados dichos estudios se comprometa a la ayuda del uno por ciento cultural para dicho fin. "Estamos pues ante un proyecto de rehabilitación de un bien de interés cultural de gran valor debido a su excepcionalidad, al ser uno de los pocos recursos de este tipo que existen en el norte de España sobre arqueología industrial", señaló.

El estudio previo para la rehabilitación del cargadero de Dícido, según se recoge en el anuncio publicado en el Boletín Oficial del Estado, sale a concurso por 60.000 euros y un plazo de ejecución de un año. Los interesados en este proceso podrán presentar sus ofertas hasta el 5 de junio y la apertura de los sobres con la oferta económica tendrá lugar el 12 de julio, y la de las ofertas técnicas, el 21 de ese mes.

Sobre el cargadero de Hinojedo, la orden de demolición de las infraestructuras del antiguo muelle de la Real Compañía Asturiana de Minas (actual AZSA) fue revocada el año pasado después de muchas vicisitudes. La actuación de la Junta Vecinal de Hinojedo y de la Asociación para la Recuperación de Patrimonio Industrial (ARPI), con la colaboración de otras asociaciones y particulares, sirvió para plantear una alternativa.

"Además de lo costosa que resultaba dicho derribo, hubiéramos terminado con el que puede ser el más valioso vestigio de arqueología industrial de la comarca", dice Zaira Báscones, presidenta de la Junta Vecinal. Se trata, dice, de una zona muy frecuentada por los pobladores de la comarca, "que no merecen que estos restos de su pasado reciente se convirtieran en una explanada de cemento. Ahora queda por delante una tarea difícil: rehabilitar y dar contenido a las instalaciones".

Minas de Reocín

Ese muelle de Hinojedo era el punto final del ferrocarril que nacía en las minas de Reocín, parte fundamental de la compleja red que creó la Real Compañía Asturiana de Minas, que tenía su principal centro en la factoría de Arnao (Castrillón, Asturias).

Una vez alejado el fantasma de la demolición y consolidado el muelle, según señala José Luis Ruiz, presidente de ARPI, se acometerá la rehabilitación de la nave de hormigón de la entrada "para darle un uso cultural, educativo, expositivo... Consolidaremos la nave de piedra y el cargadero metálico y remodelaremos los duques de Alba con intervenciones artísticas".

Ruiz asegura que esos trabajos suponen una "gran aportación" no solo a la ría sino también a la comarca, "puesto que, aparte de preservar nuestro pasado más reciente, consolidamos la imagen del lugar con un hito de gran potencial y ganamos un espacio único para manifestaciones artísticas o culturales".

El tercer cargadero de mineral voladizo que sigue en pie, y en buen estado de conservación, es el de Orconera o Puente de los ingleses (El Astillero), declarado por el Gobierno de Cantabria Bien de Interés Local (BIL) en 2013, en la categoría de monumento. Allí se descargaba el hierro que se extraía de las minas de Obregón. El abandono de la actividad minera no supuso la desaparición de esta infraestructura, aunque a punto estuvo de pasar a la historia.

Según señala el profesor de Patrimonio y Turismo en Espacios Rurales y doctor en Geografía e Historia de la Universidad de Cantabria (UC), Gerardo Cueto, hubo una polémica en su momento con motivo de las obras de ejecución de la autovía, que pasaba soterrada por El Astillero e implicaba mover el ferrocarril. Esta actuación implicaba que el cargadero pudiera desaparecer. "En aquella época había un consenso generalizado de que no pasaba nada porque la infraestructura desapareciera, pero al final concejalesde la oposición en aquel entonces defendieron este símbolo del pueblo y se dejó que cruzara por la autovía, desapareciendo los primeros tramos, pero luego con la reorganización de toda la zona se incorporó el cargadero a todo el conjunto y se hizo paseable para todo el mundo, casi como un mirador".

Cueto asegura que esta infraestructura es un símbolo de El Astillero. "En la cartelería que te da la bienvenida al municipio está la foto del cargadero, algo que nos alegra a los que pudimos contribuir a que no desapareciera".

Además de este cargadero, el profesor de Patrimonio de la UC asegura que existe otro en El Astillero, denominado La Correa, que es una rampa de hormigón no tiene estructura metálica como los tres anteriores sobre la que se colocaba una cinta para transportar el mineral procedente de Camargo.

"Falta de sensibilidad"

El hecho de que se conserven sólo tres cargaderos voladizos en Cantabria responde, según Cueto, a la "falta de sensibilidad", ya que hubo una época en la que "no se tenía mucho aprecio a este tipo de patrimonio". "Al ver esas estructuras metálicas algunos pensaron que se iba a obtener más beneficio vendiéndolas que conservándolas", asegura.

Aun así, Cueto señala que los cargaderos que había en la bahía de Santander rápidamente se deterioraron al estar construidos de madera, por lo que fueron desmantelados. De su lado los de la zona de Castro Urdiales estaban expuesto a los efectos del mar.

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