Borrar
La crítica y la reflexión vertebran el primer congreso nacional sobre el periodismo cultural.
Entre la devoción y la crítica

Entre la devoción y la crítica

Medio centenar de periodistas culturales reflexionan en Santander sobre la profesión con la intención de trazar un mapa de dilemas, dudas e inquietudes

Guillermo Balbona

Jueves, 10 de marzo 2016, 21:37

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Se necesitaría quizás un aforismo lúcido e irónico como los de Cioran. O bien, del otro lado, la rotundidad y eficacia de un lema publicitario. Pero una disección y reflexión del periodismo, la necesidad de cuestionarse, el análisis de sus incertidumbres y posibilidades de reinvención, requiere una toma de posición desde la diversidad y la pluralidad.

Si a la atalaya y el punto de mira se suma la etiqueta de periodismo cultural, el campo de acción para el debate se focaliza pero no es menos diverso. ¿Cuál es el paisaje de la información cultural? ¿Existe una verdadera conexión de tiempos y tempos entre la creatividad, los creadores, los hacedores de cultura y sus destinatarios culturales y quienes testimonian y reflejan ese ritmo? ¿Debe ser el informador algo más que un mero testigo o ir por delante a la hora de apuntar tendencias, avanzar territorios de la cultura y propiciar estados críticos? ¿Es el momento para dar un salto cualitativo en la información y en la forma de llegar al público lector/oyente/espectador? ¿Debe despojarse la información de esa cierta dictadura de la cultura del entretenimiento y de los lugares comunes que parece imponer el mercado?

Estas cuestiones subyacen a la vuelta de tuerca sobre el estado, la misión y los objetivos del periodismo cultural que se planteará en el Primer Congreso que da comienzo hoy en Santander, bajo la organización del Ayuntamiento de Santander y las Fundaciones Santillana y Botín. Sobre la necesidad más o menos asumida de reinventarse, desde la concienciación de reflexionar sobre la importancia de renovar una visión crítica del oficio y su proyección pública, más de cincuenta profesionales de prensa, radio, televisión y medios on line debaten en el Palacio de la Magdalena con la intención de trazar un mapa de dilemas, dudas, interrogantes, sensibilidades e inquietudes.

Vertebradas en mesas temáticas con vocación interdisciplinar, encrucijada de medios y lenguajes y voces plurales, el foro que se celebra hoy y mañana pretende dibujar una cartografía de un sector, por otra parte, no tan uniforme como se pretende pero sí marcado por necesidades, problemas y cuestionamientos que de modo endogámico y endógeno, o no, se hallan en las propia señas de identidad del periodismo del presente. Crítica o crónica, conocimiento o industria, devociones, querencias y resistencias, los saberes del periodista cultural y la figura del especialista, la revista cultural y los suplementos, las audiencias y el prestigioConceptos, estados de reflexión, tendencias, pulsiones que buscan un lugar para el periodismo cultural, necesitado de reinventarse, entre los resquicios de la difusión, la divulgación, la popularización o la especialización.

En este panorama asoma este itinerario, que se presupone constructivo y crítico, que recorre un presente a veces convulso, casi siempre incierto, sobre el periodismo y sus perspectivas. En el fondo del debate se hallan los encuentros y desencuentros con el mundo digital, sus nuevas ventanas, los blogs, las nuevas formas de creación, pero también el reduccionismo de espacios especializados en los medios y soportes tradicionales, la necesidad de potenciar la crítica y de reflejar en tiempos de confusión aquellos territorios, tendencias, formatos y espacios que muestran nuevas señales de creatividad y vitalidad cultural, al margen de imposiciones del mercado, modas, indicadores industriales y mercantiles y tentaciones publicitarias.

El día a día

Pero en un contenedor de sensibilidades, reflejos y datos, caben muchas connotaciones para los profesionales del sector sujetas a redefinición: el gusto, la obligación de mostrarse como visionarios de nuevos lenguajes y paisajes creativos, la necesidad de contentar a los diferentes públicos, la orientación, las minorías y mayorías son algunos de los factores mestizos, contaminados, interrelacionados que asoman en el papel y la función y en el día a día del informador cultural.

En este foro, que cuenta con representación de una gran parte de medios de prensa de todo el Estado, junto con profesionales de radio y televisión y medios on line, publicaciones especializadas y vinculadas al terreno editorial, se plantea tanto la exploración como la proyección de ideas. Conceptos e interrogantes se contagian y contrastan para establecer un perfil en el que se pone en entredicho el grado de profesionalidad, la autoridad ética, moral y puramente profesional, la democratización mayor o menor de los espacios culturales, los estándares de calidad y los tiempos y ciclos de la cultura y el periodismo cultural. En realidad, una disyuntiva abarca y comprende el caleidoscopio de esta radiografía coral que conlleva el congreso: si el periodismo cultural sufre un desgaste que obliga a una renovación integral, o si su presente de incertidumbre es tan solo un reflejo de la crisis que envuelve a la sociedad y a sus actores y destinatarios.

Quizás en ocasiones se manifiesta un olvido básico: provocar o conmover han desaparecido del vocabulario. Coexiste la contradicción y paradoja de ser conscientes de la necesidad de dirigirse a públicos críticos pero desde espacios que cada vez lo son menos, o que han visto reducidos físicamente sus soportes y terrenos para esa misión.

Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana, editor de El Boomeran(g), configuró como coordinador de esta doble jornada de debates, una serie de aforismos para un congreso tuiteados durante los preparativos del encuentro- que esboza paradojas, abona terrenos para la polémica y, sobre todo, siluetas, perfiles e ideas que conforman el retrato del periodista cultural, sus necesidades, carencias, temores y certezas.

El elitismo intelectual, la alta cultura y la cultura popular y el pensamiento crítico cruzan estas breves punzadas abiertas que preludian el debate del congreso. «El periodista cultural es el sello de garantía de lo que firme.

Sin fecha de caducidad»; «El periodista cultural como escéptico profesional y entusiasta confesional: lo que se trae entre manos»; «E periodista cultural nos cuenta lo que dice una obra y cómo es percibida. Levanta acta del contraste».

Estos son algunos pensamientos extraídos de ese particular listado pero los interrogantes y dilemas dominan esta especie de estado previo de la cuestión: «Es el photoshop una herramienta del periodismo cultural? ¿Es un administrador de la fama o interlocutor crítico de los creadores? ¿Estructurar la jerarquía de lo notable o constatar las apetencias del público? ¿Dónde está la frontera entre la cultura del conocimiento y la industria del entretenimiento?».

Confrontaciones

Durante las semanas previas a este encuentro se han registrado y solapado diversas reflexiones que construyen los mimbres de un debate abierto. Criterio, sensibilidad y calidad serían los pilares esenciales de un profesional cuya labor diaria colisiona con numerosas servidumbres.

Una de ellas, por ejemplo, es el de la hacerse eco de una agenda obligada en abierta confrontación con el valor de las creaciones y creadores. Un debate entre lo comercial y la calidad con todos sus matices que abre y cierra muchas puertas. En este contexto se busca una figura profesional que a su identidad de mediador deba asumir la de líder de opinión; o la reflexión de si su labor debe restringirse a la del testimonio, el relato, la crónica y la historia crítica o aspira a buscar la restitución del proyecto cultural. Como caparazón lo trascendente radica en definir el papel verdadero de los medios, nuevos o no, dado el ingente volumen de contenidos, la pluralidad de puntos de mira y la oferta inmensa.

El vínculo, la convivencia, la relación más o menos profunda entre creadores y periodistas culturales es otra de las delicadas líneas rojas de cruce que requiere y pide una constructiva y fructífera nueva senda. La crítica independiente, la hibridación de un periodismo más participativo, los efectos de la crisis en los contenidos, las colaboraciones literarias, la búsqueda permanente de la excelencia que choca con recursos y limitaciones, el equilibrio entre lo fugaz y lo académico, entre la agenda y el hallazgo, entre lo convencional y el riesgo, lo fragmentario y lo transversal, están en el epicentro del debate.

En definitiva, más que una mirada al ombligo se impone la necesidad de preguntarse si el periodismo cultural, como buena parte de la propia cultura, está amenazado, si desfallece por falta de ese oxígeno que proporciona la autocrítica y, sobre todo, si sabrá responder a quienes hace de la cultura una seña de identidad vital cotidiana.

1. Una alternativa a la banalidad

La cultura busca su identidad entre la sociedad del espectáculo y la visibilidad de una creación que aflora en la periferia

2. Cultura, entre el gasto y la inversión

La polémica en torno al cine constata las reticencias a inyectar dinero a la creación

3. La utilidad de cuestionarse lo útil

El saber humanístico, la creación y la cultura se enfrentan a la degradación por una sociedad que sólo admite como válido aquello que aporta una rentabilidad inmediata

4. Sotileza, papel y agitación

El suplemento cultural de EL DIARIO MONTAÑÉS alcanza su número 300 (más uno) con un especial sobre su trayectoria como voz e interrogante en la región

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios