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'El jardín de las delicias', de El Bosco, en el Museo del Prado.
Un jardín delicioso para una charla infinita

Un jardín delicioso para una charla infinita

Con tantas interpretaciones como espectadores, 'El jardín de la delicias' de El Bosco fue concebido para "provocar la conversación"

Miguel Lorenci

Sábado, 28 de mayo 2016, 00:19

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Hay tantas interpretaciones del 'El jardín de la delicias' como espectadores tuvo, tiene y tendrá esta enigmática atractiva y centenaria obra plagada de increíbles criaturas. Con las 'Meninas' de Velázquez y las obras de Goya, es uno de los mayores tesoros del Prado y la estrella más fulgurante de la histórica de la irrepetible muestra que el museo dedica hasta el 11 de septiembre a la obra de su autor, Jheronimus Van Aken (Hertogenbosh, hacia 1450-1516), El Bosco, en su naturalización española, el país que antes apreció su pintura y donde se forjo su leyenda.

El enigmático tríptico del genio flamenco fue adquirido por Felipe II y sostiene el historiador holandés Reindert Falkenburg que es un «cuadro concebido como un elemento de conversación para la corte de Nassau». Su tesis ha dado pie a 'El Bosco, el jardín de los sueños', un documental de José Luis López Linares que retoma una charla que comenzó hace 500 años en Bruselas.

En el siglo XXI se suman a la parla historiadores, artistas, escritores, filósofos y músicos. De Salman Rushdie a Orhan Pamuk o Cees Nooteboom, pasando por Nélida Piñon, Laura Restrepo, Ludovico Einaudi, William Christie, Renée Fleming, Miquel Barceló, Isabel Muñoz, José Manuel Ballester, Max, Albert Boadella o Michel Onfray. También la comisaria de la exposición, Pilar Silva, y los historiadores Philippe de Montebello, John Elliott, Carmen Iglesias o Alejandro Vergara.

Sostiene Falkenburg que el tríptico y sus inquietantes figuras no tendrían otra función que estimular la imaginación del espectador y provocar la conversa. Y algo de eso constata cada día el subdirector del Museo de Prado, Miguel Falomir, que confirma que el cuadro sigue invitando a compartir las emociones que provoca entre sus espectadores de los cinco continentes. En sus paseos por las salas del Prado ha constatado que es muy habitual ver a los espectadores en actitud admirativa pero reverente, con los brazos cruzados o a la espalda, ante 'Las Meninas' o 'La carga de los Mamelucos' de Goya. Pero ante el tríptico del Bosco todo es agitación y curiosidad. «Hay un mar de dedos que señalan aquí y allá». ¿Has visto ese pez pájaro? Mira eso ¿Qué es? Un bullicio que prueba la excitación que suscita un cuadro que es un enigma eterno.

«Lo fascinante es que cada cual ve una cosa distinta», asegura Falomir, que confirma además que es la obra ante la que más tiempo pasan los espectadores. Especialmente los japoneses, en un fenómeno solo equiparable a las sensaciones que provoca en los hijos del sol naciente la arquitectura de Gaudí. «Se sienten cómodos ante el Bosco, que tiene una inusitada capacidad de empatizar con el espectador que quizá no tenga otro pintor, y que hace que disfrutes de su obra sin saber nada de arte».

«El Bosco atrae al museo a gente a la que no le gusta la pintura y en esta exposición vendrá mucha gente que nunca ha venido al Prado, como ocurrió con la exposición que le dedico hace unos años e museo Reina Sofía», dice Falomir.

Y lo mejor de todo es que el enigma perdurará quizá otro medio siglo. «Hemos de ser humildes y reconocer que no sabemos todo del Bosco, que hemos perdido muchas claves de interpretación pera que se nos abrirán nuevas perspectivas y seguiremos disfrutando de su genio», apunta el subdirector.

Falomir cuenta risueño una de las últimas interpretaciones que escuchó ante el cuadro. «Alguien lo describió como el Woodstock del Renacimiento y vio en esos diablillos, en esos engendros alucinantes y quizá alucinados a los hippies del flower powr pasaditos de ácido».

«Todo es posible», dice Falomir, recordando que el autor de esa descacharrante fabula y fascinante pintura era un burgués acomodado, biempensante e integrado en una sociedad conservadora, miembro de la cofradía de Nuestra Señora en su Bolduque Natal del que apenás salió y de quien sabemos muy poco. No hay documentación de sus cuadros y de todas las pinturas que se conservan, ente 21 y 25, según distintos cómputos y atribuciones, solo fechó una.

«El Bosco da para muchas conversaciones y lo que hemos hecho es adaptar su mundo fantástico y enigmático», dice Miguel Zuagaza, director del Museo del Prado. 'El jardín de las delicias' «no es sufrimiento. Es diversión, disfrute. Un encantador laberinto para descansar la vista y estimular el pensamiento», concluye Zugaza.

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