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El director adjunto del ballet, Vitorio Casarin, flanqueado por los bailarines principales, la australiana Madeline Wong y Geoffrey Van Dyck.
El Ballet del Gran Teatro de Ginebra muestra su Wagner "desestructurado"

El Ballet del Gran Teatro de Ginebra muestra su Wagner "desestructurado"

Su galardonada coreografía de ‘Tristán e Isolda’, la primera versión de danza de la ópera y el mito romántico, abre hoy el ciclo de ballet del festival santanderino

Guillermo Balbona

Martes, 9 de agosto 2016, 07:12

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No existe más frontera que las limitaciones presupuestarias y el maltrato cultural. La danza demuestra su capacidad para mutar y comunicar con su eficaz lenguaje universal. Y, sin embargo, hay una conciencia clara de que sigue siendo «la cenicienta de la escena y de los teatros». Un síntoma, «similar en toda Europa», que ha llevado al cierre de compañías y al tránsito de bailarines en busca de situaciones profesionales más o menos estables. Lo subrayaba ayer el bailarín cubano Armando González, quien tras una larga trayectoria ha recalado en una formación, el Ballet du Grand Théatre de Genève, y un país, Suiza, que suponen una «isla» de estabilidad y seguridad a la hora de abordar una de las etapas creativas más atractivas del presente de la danza europea. Exponente de ello es la galardonada coreografía Tristan e Isolda que recala hoy en la 65 edición del Festival Internacional de Santander, precedida del galardón de la Crítica en Francia y de su exitosa presencia el pasado domingo en la Quincena Musical Donostiarra.

AGENDA FESTIVAL

  • Hoy. Sala Argenta 20.30 horas.

  • Ballet du Grand Théâtre de Genève. Tristán e Isolda. Salue por moi le monde. Philippe Cohen, director del ballet. Asociado del ballet Vacheron Constantin. Música de Richard Wagner. Joëlle Bouvier, coreografía.

  • Marcos Históricos.

  • Iglesia de San Juan · Colindres 21.00 h. La Tempestad. Silvia Márquez, fortepiano y dirección. Eugenia Boix, soprano.

  • Jardines del Palacio

  • Peñas Blancas. Miengo 21.30 horas. Andreas Prittwitz & The Lookingback Baroque Orchestra. Zambra Barroca.

El Ballet du Grand Théatre de Genève regresa a Santander y a la sala Argenta donde participó en la temporada 2014 del Palacio de Festivales. El director adjunto del Ballet, Vitorio Casarin y los bailarines solistas Madaline Wong y Geoffrey Van Dyck, que encarnan «la primera versión de danza de la ópera de Wagner», presentaron ayer las señas de identidad del programa de esta representación.

La pareja de bailarines, al comparar los males que padece el sector en España con otro países, consideró que la situación es «muy similar en toda Europa, con jóvenes tratando de aferrarse a los trabajos que les van saliendo». Armando González (Rey Mark en la representación) certificó la idea de que la danza es «la cenicienta de las artes», pero matizó que el problema en España y en Italia radica en que «se producen muchos bailarines que al no haber compañías suficientes para acogerlos se ven obligados a abandonar sus países. No tienen la infraestructura para mantenerlos en casa, mientras que en países como Alemania hay muchas compañías llenas de todo menos de alemanes», precisó.

Sobre la personalidad creativa de una pieza como Tristán e Isolda, todos coincidieron en el «desafío» que ha supuesto desde su concepción esta coreografía, que tras haber presentado su visión de Romeo y Julieta, aborda ahora el gran mito romántico.

«Ningún coreógrafo, nunca, se había atrevido a tratar de esta forma el tema que subyace en la obra, esa idea de languidecer y morir pero no morir de tanto languidecer». Son emociones omnipresentes y el amor ineludible resulta ser tan devastador como redentor. El reto esencial ha sido el de «acercarse desde la danza a una ópera musicalmente sólida y de gran complejidad instrumental».

Casarin subrayó ese «desafío» de la pieza plasmado en la síntesis de tiempo y espíritu al «condensar en algo menos de hora y media las más de cuatro horas de duración de la ópera wagneriana». El valor de la coreografía, a su juicio, es haber logrado «desestructurar» la ópera de Wagner «manteniendo la esencia de la obra y desarrollando el trabajo y el proceso de creación con los bailarines de la compañía». Los propios protagonistas del espectáculo, Van Dyck y Wong, explicaron que ellos se limitaron a bailar, mientras que «la coreógrafa ha sido la que ha tenido que superar la dificultad de trasladar una ópera a la danza».

A principios del siglo XX las mejores compañías de ballet eran invitadas al Théâtre du Neuve, entre ellas destacaron los bailarines Isadora Duncan y Nijinski con los Ballets Rusos. Desde su nacimiento la compañía ha profundizado en la exploración de la «pluralidad estilística de la danza del siglo XX» y para ello ha trabajado con artistas como George Balanchine, que fue consejero artístico entre 1970 y 1978, Mikhaïl Baryshnikov, Rudolf Nourefev, Jirí Kylián, Ohad Naharin, William Forsythe o Lucinda Childs.

En la actualidad, dirigidos por Cohen, el ballet cada temporada pone en escena nuevas creaciones.

«Capacidad emocional»

Una cuerda, una bandeja llena de tierra, una escalera de usos múltiples bastan en escena para abordar esta coreografía, personal y autoral, de Joëlle Bouvier, coreógrafa que formó parte de la vanguardia francesa de finales del siglo pasado desde su agrupación LEsquisse.

Su creación hace hincapié en «la capacidad emocional de la danza y triunfa al conseguir erradicar la narrativa convencional de la ópera, contándola «desde los cuerpos, el gesto y las emociones, sin perder en absoluto la tensión dramática ni dimensión trágica de la historia».

La primera de las citas del ciclo de Danza en esta 65ª edición del FIS pone así en escena uno de los grandes mitos románticos, Tristán e Isolda Salue pour moi le monde!, bajo la mirada de la coreógrafa y la dirección de Philippe Cohen.

El Ballet de Ginebra ratifica, además, su singularidad en el multiculturalismo de la formación. La conforman más de veinte bailarines multidisciplinares, procedentes de 14 países distintos, tal como recordó ayer el propio Vitorio Casarin, ligado a la compañía desde hace más de 25 años, primero como bailarín y ahora desde la dirección.

En esta versión de una de las obras más características del romanticismo alemán, Bouvier «explora el terreno de los grandes mitos con una suerte de sublimación del romnticismo expresado con el lenguaje del cuerpo».

La artista contó para ello con la colaboración de los coreógrafos españoles Rafael Pardillo y Emilio Urbina. La coreógrafa consigue crear un universo espectacular donde el movimiento va más allá de la propia danza, «con momentos de éxtasis en los cuales el odio se codea con las llamas de una pasión extrema».

Los bailarines dijeron que el público «siente el drama y ocurre una cosa curiosa, que el aplauso tarda unos segundos en suceder pero aplaude siempre» cuando concluye el espectáculo. Casarin, como los solistas, confía en que «en los próximos años la compañía seguirá representando Tristán e Isolda, porque el espectáculo gusta mucho al público».

La actuación del Ballet, patrocinada por El Corte Inglés tras un convenio de colaboración que firmaron ayer el presidente del Patronato del FIS y alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, y el director del Centro Bahía de Santander, Pedro Duplá , se incluye dentro del ciclo de Danza, en el que también se podrá ver la obra Yo, Carmen, que la Compañía María Pagés representará el día 16.

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