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Juan Carlos Mestre se subió ayer a la tribuna de los Martes Literarios en la UIMP.
"La poesía no es un proyecto de la literatura, es un proyecto espiritual"

"La poesía no es un proyecto de la literatura, es un proyecto espiritual"

Juan Carlos Mestre defiende en los Martes Literarios la palabra como motor de la transformación social y reivindica su lugar en el humanismo crítico

mada martínez

Miércoles, 24 de agosto 2016, 07:21

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Juan Carlos Mestre no planifica. «Pertenezco a la tribu de los que han renunciado a ejercer todo tipo de autoridad artística, sobre todo sobre mí mismo. Mi trabajo no obedece a proyectos, a metodologías, a planteamientos previos, sino que está inserto en la azarosa condición cotidiana de la vida». Así que hay mañanas o noches en las que el poema llama a su puerta y él deja que se instale en la pequeña neurosis que, como todo escritor, padece. Mestre no sabe hoy qué rumbo artístico va a tomar mañana. «Y además no tengo ningún interés en saberlo».

A él le interesa la poesía, cómo esta puede transformar, quizá redimir, a la sociedad. Se lo contó al público que ayer asistió a los Martes Literarios de la UIMP, que patrocina este periódico. Mestre, que nunca olvida el acordeón, transformó sus actos en recitales.

También se lo cuenta a los alumnos del taller que imparte en la universidad, a los periodistas ante los que ayer compareció. Mestre declamó sus reflexiones, engarzó las frases, no se quitó la poesía de la boca. Deliberó sobre el lugar que esta ocupa en la sociedad, sobre el contrapeso que ejerce frente los discursos de poder dominantes.

«La poesía viene a recordarnos que no hay más alto empeño en la vida que el elogio de la dignidad humana. Acaso la poesía no es otra cosa que el lenguaje de la delicadeza humana. En unos tiempos en los que los discursos de fuerza parecen imponerse como única razón sobre los actos de pensamiento, la poesía viene a recordar que las palabras han sido hechas para construir la casa de la verdad y no para destruirla».

La poesía es también desobediencia: personal, con efectos colectivos, radical. Por eso, no hay consejo posible para el joven poeta salvo «que no hagan caso a nadie». A quienes se inician con la palabra les diría: «La poesía no es un proyecto de la literatura, es un proyecto espiritual, es una interiorización del lenguaje, no como método expresivo sino indagatorio [] Los consejos forman parte de los gabinetes psicológicos, y la poesía no es otra cosa que un pabellón de hermosos insumisos iluminados por la desobediencia ilegal de la belleza».

Mestre coloca la palabra en el centro de la transformación social: la palabra contra el poder de mentir al ciudadano, la palabra con efectos restauradores, como generadora de nuevos significados para el futuro, la palabra como revulsivo frente al mercantilismo; y el poeta como la voz de quienes no pueden hablar, como un tipo o tipa «profundamente desagradable» y dispuesto a comprometerse con los demás. «Es imprescindible que la poesía como una reflexión de la intimidad del ser vuelva a ocupar en el humanismo crítico, en el humanismo contemporáneo, en la pedagogía, el lugar que ha tenido a lo largo de la historia de las civilizaciones».

¿Y si no ocurriera así hacía dónde discurriría la sociedad? «Hacia donde ya estamos. Hacia la tenebrosa vergüenza de estas sociedades que no han creado el lugar de amparo para los débiles, a este apocalipsis en el que las víctimas morales del horror de la guerra siguen dando gritos en los pórticos de Occidente; a lo que ya hemos llegado: la indignidad civil de aquellos que creen que los seres humanos no somos responsables los unos de los otros. La poesía está ahí, desde San Juan de la Cruz, Walt Whitman o Gamoneda, ennobleciendo cada una de las circunstancias precarias de la condición humana, ayudando con su palabra consoladora y redentora a quienes, bajo la intemperie de las estrellas, solo tienen el sufrimiento, el dolor o la desesperanza por patrimonio».

Mestre también habló sobre las poetas. Destacó la lucidez de las mujeres de la Generación del 27, y cómo enfrentan «a la gran dificultad de los discursos de género que han privilegiado lo masculino». Más allá de recientes antologías entre ellas, Poesía soy yo (Visor) «la gran viveza de la poesía española escrita por mujeres está en todas partes, allí donde hay una poeta está el gran desafío del conocimiento de la vanguardia y del riesgo. [Las poetas] han propiciado una conquista del territorio, de una manera singularísima han ampliado los horizontes significativos del porvenir de la poesía en lengua castellana».

Un poeta, un mundo

Cada poeta es un mundo. El Premio Nacional de Poesía puso un ejemplo revelador para mostrarlo: «No es lo mismo el poema para José Lezama Lima, sentado en su día en el Malecón de La Habana contemplando la inmensidad azul, cuando creía que la poesía era como masticar un cangrejo hasta exhalarlo por la punta de los dedos al tocar un piano, que para Robert Desnos, enfermo de tuberculosis en el campo de exterminio nazi de Theresienstadt, para quien la poesía era un enano que salía de un pozo a comer pan por la noche»

Mestre también recordó a Federico García Lorca. «Los poetas han sido destinatarios de los actos más crueles de la historia. Federico García Lorca [] es uno de nuestros detenidos-desaparecidos, y representa algo más de lo que simbólicamente representa como poeta: representa el sueño pendiente de ser soñado por todos aquellos que, perdedores en un tiempo cruel de la historia, siguen siendo la gran esperanza del porvenir».

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