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Un miembro de Poetas Ambulantes recita un poema en el metro.
Una plegaria por la poesía vuela sobre los márgenes de Sao Paulo

Una plegaria por la poesía vuela sobre los márgenes de Sao Paulo

Los recitales de los 'saraos' resucitan y recuperan zonas marginales

Natalia RAMOS (AFP)

Miércoles, 22 de febrero 2017, 03:33

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A tientas se levanta de la silla y camina con ayuda hasta el micrófono: en el silencio de la noche de Sao Paulo estallan los versos desgarrados que declama una mujer ciega. Es parte de un ritual que se repite desde hace más de 15 años, semana tras semana, en un bar de la periferia paulista, donde Doña Edit y tantos otros acuden al 'Sarao de la Cooperifa' para entregarse a la belleza de las palabras.

Edit Marques tiene 74 años y es ciega desde hace una década, pero asegura que estos encuentros son una manera de reencontrarse con la luz y con la vida. "Comencé a venir en 2006. Había empezado a perder la visión y la Cooperifa se transformó para mí en un libro abierto donde yo podía volver a leer", cuenta esta mujer que memoriza los poemas escuchando grabaciones en viejos casetes.

Cuando declama el extenso y dramático 'Navío Negrero', del brasileño Antonio de Castro Alves, el silencio inunda el bar de Zé Batidão, en el extremo sur de Sao Paulo, la sede de este sarao. La liturgia es sencilla: micrófono abierto para quien quiera recitar poesía, propia o de otros; escuchar en silencio y aplaudir con entusiasmo a cada poeta o declamador.

El Sarao de la Cooperifa -Cooperativa Cultural de la Periferia- fue creado en 2001 por los poetas Sergio Vaz y Marco Pezao, orgullosos habitantes de los suburbios de esta ciudad enorme y vibrante, rodeada de favelas donde es más probable oír disparos que versos. "En la periferia no hay espacios culturales, no hay nada. Pero eso sí, siempre hay un bar. Y entonces decidimos ocupar y transformar este espacio en un lugar donde expresar nuestra propia voz" dice Vaz, reconocido exponente de la llamada Literatura Marginal brasileña. "Esta región fue muy violenta, uno tenía vergüenza de decir que vivía aquí. Pero la Cooperifa nos trajo autoestima, nos permitió decir 'de acá somos, acá vivimos; no queremos imitar a nadie, no queremos imitar a los ricos'. Es un acto de resistencia", afirma este poeta de 52 años. Más de un centenar de personas participan en los encuentros semanales.

La Cooperifa es considerada pionera en este movimiento que se expandió por la periferia de Sao Paulo y llegó al centro. Existe el sarao de Binho, otro de los más antiguos; de Grajaú, Suburbano Convicto, Brasa, entre muchos otros. Se realizan en bares, otros son itinerantes; ya se replicaron en otras ciudades y no hay unanimidad sobre cuántos hay actualmente. Los saraos llegaron a Brasil siglos atrás con la corte portuguesa, pero eran espacios exclusivos de la elite.

"Nunca dejaron de estar presentes en la cultura brasileña, pero empezaron a vincularse fuertemente con las periferias desde 2001, cuando empezó a funcionar la Cooperifa", explica la argentina Lucía Tennina, Doctora en Literatura y especialista en los saraos paulistanos. Hoy "sus referencias son varias: el hip hop, la literatura de cordel (de fuerte tradición oral), la cultura negra y las iglesias evangélicas" que abundan en las periferias de Brasil, añade.

En una noche de sarao se combinan los poemas del modernista Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) con, por ejemplo, los versos melancólicos sobre la rutina de las empleadas domésticas del rapero Cocao Avoz u otros sobre ansiedad y cambio del artesano Renato Raimundo (31), ambos asiduos participantes de estas peñas. "Yo leo mi propia poesía, necesito expresarme y escribo sobre todo: la vida cotidiana, la desigualdad, los sentimientos; sobre victorias y derrotas. Yo siempre miraba el sarao desde lejos hasta que un día pensé 'quizás yo también puedo hacerlo'", cuenta Raimundo.

La profesora Edilene Santos y su pareja Daniel Alexandrino son impulsores del sarao del barrio de Grajaú, también en la zona sur. Funciona una vez por mes en un bar desde hace tres años. Se autofinancian -como todos estos grupos- aunque hace poco contaron con apoyo municipal para realizar un documental sobre la 'movida' cultural en su barrio. "Lo más bonito de los saraos es que la propia comunidad participa", dice Santos (49). "Vienen viejos y niños; vienen poetas más conocidos y otros que están desde hace poco atreviéndose a mostrar lo que escriben".

La explosión de los saraos dio pie a otras iniciativas como el grupo de los Poetas Ambulantes que, una vez por mes desde hace casi cinco años, se monta en el transporte público para declamar poesía a un público que, en general, consiste en trabajadores de rostro cansado volviendo a sus hogares. "La literatura, la poesía, pueden bajar de su pedestal y llegar hasta acá", dice la poeta Mel Duarte, de 28 años, mientras el vagón del metro avanza por las entrañas de Sao Paulo.

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