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El director cántabro Nacho Vigalondo, durante la promoción de su anterior película, ‘Open windows’, en el festival Cinema Jovex.
"Rodar con Anne Hathaway ha sido como conducir un 'ferrari'"

"Rodar con Anne Hathaway ha sido como conducir un 'ferrari'"

El director de Cabezón de la Sal Nacho Vigalondo, que hoy pronuncia en su villa natal el Pregón del Día de Cantabria, ultima su nueva película, ‘Colossal’, que estrenará en otoño en un festival

Guillermo Balbona

Viernes, 5 de agosto 2016, 07:56

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Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977) fue candidato al Oscar por su corto 7:35 de la mañana. Desde su ópera prima, Los Cronocrímenes, a Open windows ha ido madurando la mirada de un cineasta que huye de los territorios cómodos y trillados. Sin olvidarse nunca el sentido del humor en el equipaje, confiesa que estos días ha escrito con una mano el Pregón del Día de Cantabria, mientras con la otra da los últimos retoques a su nueva película, Colossal, una historia con monstruo gigante dentro, que cuenta con el protagonismo de Anne Hathaway. Hoy el cineasta cántabro será el encargado de pronunciar el pregón en un acto que tendrá lugar a las 20.30 horas en el Parque Conde San Diego de su villa natal.

¿Qué representa emocionalmente un acto vinculado a su tierra?

Pues precisamente en la escritura misma del pregón está lo que significa para mí. Siempre ha sido un recuerdo perenne. Y, en este sentido, me siento muy identificado con la oportunidad que representa. Es un privilegio y reconozco que me noto muy verde, como a mitad del camino. Siempre he entendido los pregones como una visión desde cierta plenitud y serenidad que da el tiempo y que asocias a gente muy importante, con unas edades que indican ya una visión de conjunto de las cosas, y por eso me ha sorprendido el ofrecimiento. Así que me he enfrentado a ello con cierta cautela. No me veo con el perfil de dar el pregón.

¿Le ha costado más que un guión?

La ventaja es que un guión lo escribes y ya está. Es como un tobogán por donde te deslizas, con cosas que vas acariciando y que tienes previamente en tu cabeza. El esfuerzo global es menor que un guión pero reconozco que el punto de partida del pregón me ha costado muchísimo.

¿Cabezón es cinematográfica?

Sí claro, pero los espacios donde se rueda cine muchas veces se deciden por cuestiones como las exenciones fiscales; por ejemplo en la ciudad más cinematográfica del mundo, Nueva York, apenas se rueda. Y, por contra, donde más se rueda es en Canadá donde he filmado mi última película.

¿Este viaje a sus orígenes a lo mejor ha conllevado una valoración de lo que Vigalondo ha perdido y ha ganado con el paso del tiempo?

Sinceramente mi trayectoria como tema me parece irrelevante. Lo que me interesa es que en un pueblo como Cabezón alguien de familia obrera haya encontrado el margen de maniobra para desarrollar mi inquietud. Me interesa extrapolar la experiencia a ese contexto: que alguien de Cabezón no tenga miedo a desarrollar cosas que en apariencia son ajenas a la propia experiencia o identidad del pueblo.

¿Se considera en esencia un cineasta o por la diversidad de sus inquietudes busca otra calificación?

Hubo una época en la que la juventud te decía que eras capaz de todo y no encontrabas límites. Esa fase es importante y es una herramienta muy útil para construirse a sí mismo pero hay que dejarla atrás. Me siento muy cómodo ahora en la focalización de la cámara y en el lenguaje cinematográfico, y me gusta concentrarme en las posibilidades del lenguaje.

¿El mejor efecto especial es tener un lenguaje propio, una mirada como cineasta?

Sí, eso es fundamental. No por la búsqueda de la originalidad sino por la búsqueda de la verdad. Si tienes voz propia eso supone que nace de dentro y, por el contrario, si estás intentando emular el ojo de otro o buscando una seguridad, una tradición, una complicidad o un beneficio económico, es totalmente legítimo, pero no tiene ese valor.

¿Se trató bien o se entendió mal a Open windows?

No voy a caer en la vanidad espantosa de pensar que se trató mal la película. Lo que tiene valor es lo que sucede en la cabeza del espectador y si no ha dado con las piezas y ha tocado las teclas no es culpa de él, sino de la película. No se puede culpar al espectador. Open exigía más de la cuenta y no lo digo con orgullo ni con chulería. La película, dando lo que da, podría haber sido más generosa con el espectador.

¿El cine siempre es el acto de un voyeur, voyeurismo?

Antes pensaba que sí, pero cada vez menos. Creo que no. Hay películas que son autoconscientes y constantemente están jugando con esa naturaleza voyeur del espectador. Claramente Open windows iba por ahí y los ejemplos más obvios son los de las películas de Brian de Palma. En una buena película como Green room, completamente inmersiva, te olvidas en un momento dado de que estás observando y de que formas parte de ella.

¿Todavía el cine puede contar historias de otra manera?

Sí, lo pienso constantemente. Si miramos atrás que hubiera pasado si en cada década alguien hubiera decidido que ya estaba todo contado. Los tiempos están mostrando siempre lo contrario que hay nuevas maneras de contar cosas nuevas. O formas de ver y contar cosas viejas. Siempre hay algo nuevo que contar. El que dice que está todo contado refleja más bien mediocridad y pereza.

¿Se adscribe a esa tendencia de quienes piensan que las series actualmente marcan vanguardia y van por delante del cine?

No, no estoy de acuerdo. La televisión ha logrado la avanzadilla en los aspectos más reconocibles de lo audiovisual que son la interpretación y el guión. Las graves carencias de la crítica a nivel global, tanto la profesional como la amateur que se cuela en las redes sociales, es que siempre se juzga ambas cosas y también los efectos especiales, pero muy pocas veces se estudia el ojo de la película, su propio lenguaje. La televisión se ha mostrado muy ágil sobre todo en lo relativo al guión, con cierta libertad creativa. Pero es imposible encontrarse una serie hoy en día que tenga la caligrafía espectacular de algunos títulos.

¿Qué perspectivas maneja en torno a Colossal?

La estoy terminando ahora mismo. Con una mano remato el pregón y con otra la película. Este verano viajo a Toronto para dar los últimos toques de efectos especiales y sonido y estrenaremos en otoño en algún festival.

¿Y cómo ha sido el trabajo con Hathaway?

Es una actriz espectacular. Trabajar con ella ha sido como conducir un ferrari. Y ella ha aportado al personaje cosas muy interesantes. No recuerdo que ella en su carrera se haya enfrentado a un perfil como este.

¿Y qué cuenta Colossal?

La tengo tan terminada que casi me da pena hablar de ella con detalle. En realidad es una colisión muy particular entre un drama íntimo tipo modelo indie estadounidense como Beatiful girls, que habla de la vuelta de la ciudad al pueblo como un fracaso, con el rabo entre las piernas; y también ese lado blockbuster del monstruo.

¿Qué momento atraviesa el cine? ¿Vive un estado de conservadurismo, de desorientación...?

Es un momento bastante difícil de definir y bastante alarmante. La apertura de mercado ha propiciado márgenes para hacer cosas con cierto grado de autonomía aunque no pasen por la pantalla, lo cual es una pena. Porque hasta hace poco el cine independiente estaba a punto de desaparecer. Por otro lado, la cultura de masas se está convirtiendo en un territorio abocado a la nostalgia. Los niños de ahora deben odiar a los treintañeros y cuarentone porque les estamos imponiendo nuestra propia cultura remozada. Es espeluznante. Ahora parece que les estamos dando el dúo dinámico en forma de franquicia, nuestra propia cultura pero vuelta y vuelta. Entre franquicias, adaptaciones, remakes y secuelas ahora mismo el cine de masas se ha convertido en una especie de plato recalentado.

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