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José Carlos Llop.
El efímero fulgor de un tiempo perdido

El efímero fulgor de un tiempo perdido

José Carlos Llop sustenta en la música la arquitectura sentimental de los 70, una generación arrasada por el desencanto

Miguel Lorenci

Sábado, 6 de febrero 2016, 08:12

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Con la música sustenta José Carlos Llop (Palma, 1956) el luminoso ejercicio de arquitectura de la memoria que es Reyes de Alejandría (Alfaguara). En su sexta novela, este narrador etiquetado como el Modiano español rescata «sin nostalgia» el fulgor efímero de un tiempo perdido. La eclosión vital, emocional e intelectual que una minoría vivió en la gris España de los setenta. La debilidad de la dictadura y la muerte de Franco presagiaban nuevos tiempos para la generación bisagra entre los hippies y la movida «que tuvo en la música su religión» y que arrasó en desencanto.

«Franco acaba de morir y la vida sigue como un brindis», se lee en esta novela «sobre una generación y dos ciudades». Transcurre en «una Barcelona cambiante y en una Palma de Mallorca inmutable que ya no existen». Una Barcelona «esplendorosa», rebosante de vida que estrenaba el sex, drugs and rock and roll mirándose en París, Londres o San Francisco, donde estudió Derecho el joven Llop, que se forjó luego como poeta y narrador de culto en la capital balear en la que aún vive y escribe.

Regresa a una Ciudad Condal aún sin sueños olímpicos ni diseny, medio hippy medio canalla, en la que Miquel Barceló, Ocaña, el dibujante Max o Javier Mariscal «buscaban la felicidad en la novela de la vida». Entre canutos, cines de arte y ensayo, librerías y salas de conciertos, los jóvenes culturetas se embelesaban con Leonard Cohen, Bob Dylan y los Rolling, entre versos de Ezra Pound, libros de Lacan y Barthes y el cine de Bertolucci y Wenders.

«La música era una religión y sus evangelios la literatura», evoca Llop. Sus magdalenas proustsianas son las canciones que resuenan en las páginas de la novela y que sonaron en su escritorio mientras recreaba «un tiempo apasionado e irrepetible en el que alternábamos a los Rolling con Mahler». En aquella ecléctica sucesión de genios del rock «Bob Dylan, Leonard Cohen y Neil Young constituían la santísima trinidad». A su lado Jimi Hendrix y los Stones, Janis Joplin y The Doors, Franz Zappa y Bob Marley, Roxy Music y Brian Ferry, la Velvet y la Credence, Traffic o David Bowie. Y luego los Smiths y Psichedelyc Fours cuando la movida llamaba ya la puerta de la historia.

«No escribo desde la nostalgia», aclara Llop. Como el Bowie que en aquellos años componía sus canciones remezclando versos sueltos, como en los surrealistas cadáveres exquisitos, ha trazado un sugestivo puzle de recuerdos, emociones, sensaciones y canciones que comparte con el lector «en un orden caótico». «La memoria es fragmentaria. Son fogonazos en desorden, sumados a lo que sueñas e imaginas», dice Llop. «Una cosa es la memoria, que junto al tiempo conforma la pasta de la literatura, y otra la nostalgia. Y no soy nada nostálgico. No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor», agrega.

Inocentes y salvajes

En el título juega con un estallido luminoso tomado de un poema de Kavafis. Sus personajes fulguran «con el esplendor efímero de los hijos de Cleopatra». Debían ser coronados reyes de Alejandría en un tiempo prodigioso pero que «la historia apagó» de forma inmisericorde.

«Fuimos inocentes y salvajes; vivimos al margen del dinero y el poder», asegura Llop. Su fábula cuenta cómo «el yo acabó con el nosotros» como aquel mundo idílico se desvaneció cuando se institucionalizó el engaño y mandó el dinero. Cómo «cada generación lleva en sí misma el germen de su destrucción». La droga, el egoísmo, la mentira y el dinero enterrarían la de aquellos jóvenes que quisieron introducir el pacífico caballo de Troya del mundo hippy en la impenetrable estructura social y política del tardofranquismo.

Los supervivientes de aquel reino de Alejandría no fueron expulsados del paraíso cuando el sueño terminó. Lo abandonaron voluntariamente. Se aburguesaron, naufragaron en las drogas o el sida o se anclaron a un pasado. A «un tiempo que fue todos los tiempos para desaparecer después en el tiempo» advierte el narrador en las primeras líneas de una novela «que trata de nosotros y ha de contar quiénes éramos. O mejor: quiénes dejamos de ser para desaparecer en el tiempo que fuimos y ahora buscamos entre nuestros objetos». «Una historia que arranca en el tiempo de nuestros padres y continúa y muere en el tiempo en que borramos a nuestros padres de la historia que empezábamos, solos, a escribir».

Novelista «tardío y accidental», Llop se rindió primero a la poesía. Apreciado en Francia casi antes que en España, le divierte la etiqueta del Modiano español que los críticos de Le Figaro le colgaron «mucho antes de que le dieran el Nobel». «Si hay alguna coincidencia, es el uso memoria como ficción. En el caso de Modiano, con la potente sombra de la ocupación nazi en Francia, y en el mío, con la mucho mas lejana y tenue sombra de la Guerra Civil», explica el autor balear.

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