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Donald Trump desciende del Air Force One, el avión presidencial de Estados Unidos. Reuters
Presidente de libro

Presidente de libro

Ocho meses después de llegar a la Casa Blanca proliferan las obras que, como 'Yo, Trump' de Ramon Rovira, diseccionan a un personaje sin parangón

ÓSCAR BELLOT

Viernes, 29 de septiembre 2017, 12:30

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La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos desafió las previsiones de la mayor parte de los analistas, sacudió los convencionalismos sobre la política y dinamitó el orden internacional. El multimillonario que había hecho de su apellido una marca de incontenible potencial comercial, el promotor inmobiliario de cabellera leonina que fuera puntal de la 'jet set' neoyorquina en los ochenta, el macho alfa que irrumpía en el camerino de las aspirantes a Miss Universo como si de su habitación se tratase, el showman que había encandilado a millones de televidentes espetándoles con su proverbial bravuconería a los participantes en el concurso 'The Apprentice' su celebérrimo «You are fired!» (¡Estás despedido!), era, de la noche a la mañana, el nuevo comandante en jefe del país más poderoso de la Tierra. Suponía un terremoto de magnitudes históricas. Un temblor que inmediatamente tuvo su correlato en las librerías. Ocho meses después de que jurase el cargo, hay decenas de volúmenes consagrados a diseccionar su figura, desde obras que abundan en lo incomprensible de ver sentado a un hombre de semejante catadura en el despacho oval -'Trump, el león del circo' o 'Trump: Ensayo sobre la imbecilidad'- a otras que glosan su ascenso -'Cómo se hizo Donald Trump'- pasando por aquellas que combinan el análisis de la campaña más surrealista de las últimas décadas con el bosquejo de lo que pueden suponer sus actuaciones en el devenir de la humanidad -'Trump, el triunfo del showman', 'Trump y la caída del imperio Clinton'-. A estas últimas se adscribe 'Yo, Trump' (Ediciones B), en la que el periodista Ramon Rovira efectúa un repaso aterrador del inicio de la 'era Trump'.

Relata Rovira en uno de los capítulos de su libro la alegría que invadió Moscú la mañana del 9 de noviembre de 2016 cuando, consumado el triunfo de Trump, el champán corría en la Duma mientras destacadas figuras del entorno del presidente ruso, Vladímir Putin, celebraban lo ocurrido como si de una victoria personal se tratase. Diez meses después de aquella jornada de jolgorio en el Parlamento moscovita, investigaciones periodísticas y las propias pesquisas del fiscal especial designado para indagar en el denominado 'Rusiagate' apuntan a que así fue.

Explica el que fuera corresponsal de TV3 en Washington entre 1996 y 2001 que todo había comenzado a finales de 2011, cuando las calles de la capital rusa se llenaron de manifestantes clamando contra el supuesto fraude electoral que había permitido al antiguo agente de la KGB mantener su control del poder legislativo. Protestas de las que Putin responsabilizó a Hillary Clinton, por entonces secretaria de Estado. Obsesionado con la idea de recuperar para su país el papel en el concierto internacional que perdió con el desplome de la URSS, el exteniente coronel de los servicios secretos orquestó un plan de venganza que cocinó con frialdad durante cinco años. El plato lo degustaría en noviembre de 2016 de la mano de un viejo conocido de su aparato de Inteligencia, Donald Trump.

Retorcer los hechos

La ayuda rusa, en la que ahora escarba el fiscal especial Robert Mueller, es uno de los factores que, subraya Rovira, contribuyeron a forjar el triunfo del magnate, junto con las fallas de Clinton, una política «distante y orgullosa», y la inteligencia de Trump para «gestionar la relación con unas capas sociales que detectó que podían ser determinantes en las elecciones, gente blanca, de clase media baja, que había sido muy castigada durante la crisis económica, sin pasar por los medios de comunicación convencionales». Reprocha el periodista a Barack Obama «su falta de reacción cuando supo que Rusia estaba interviniendo en las elecciones», algo que considera «incomprensible», y destaca que «jugó todo en contra de Hillary Clinton», incluido su propio carácter.

Capital para la instalación de Trump en el 1600 de Pennsylvania Avenue fue también su capacidad para retorcer descaradamente los hechos sin padecer penalización por ello. Fue el triunfo de la posverdad, que no es sino la elevación de la mentira a la categoría de verdad tautológica. «Son tantas las mentiras que dice, que rebatirlas es muy difícil», explica Rovira.

Asegura el autor de 'Yo, Trump' que el nivel de riesgo de un conflicto armado de grandes proporciones es «mucho más alto con Trump» del que existía con Obama, y recuerda sus bravatas contra el régimen norcoreano.

El balance de los ocho meses que lleva Trump en el cargo lo resume Rovira en dos palabras: «descontrol e imprevisibilidad». «Es muy difícil saber qué es lo que va a pasar ya no en las próximas 24 horas, sino en los próximos diez minutos. Con un tuit puede dar un vuelco a una situación política mundial», remarca.

Destaca el antiguo corresponsal en Washington que las opciones de que Trump acabe siendo sometido a un proceso de 'impeachment' dependen, por un lado, de los resultados de la investigación de Mueller sobre el 'Rusiagate', y por otro, de los resultados de las legislativas de 2018. Y concluye, respondiendo a una de las preguntas que sirven de epígrafe a uno de los capítulos de su libro, que, pese a que la palabra «loco» quizás no responda exactamente al estado mental del mandatario, sí tiene «ciertas variantes psicológicas inquietantes», entre las que alude a su disposición «a mentir con tanta impunidad y pensar que no te van a pillar».

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