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Durant celebra un punto junto a Curry.
Los Cavs se van bien servidos a Cleveland

Los Cavs se van bien servidos a Cleveland

La compulsiva máquina de anotar de los Warriors diluye el partidazo de James, otra vez solo ante el peligro (132-113)

JOsé Manuel Cortizas

Lunes, 5 de junio 2017, 09:50

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Hace un año se llevaron 48 puntos envueltos en papel de regalo a Cleveland, la suma de la renta sacada en los dos primeros partidos de la final en el Oracle. Esta vez se van con 42 y, lo que es peor para sus intereses, añaden la constatación del crecimiento de la franquicia de la bahía con la llegada de Kevin Durant. Los Warriors son mucho más de todo este curso. Funcionan como una máquina compulsiva de anotar. A su última estrella y a Curry se les caen los puntos de las manos. Y siempre cuentan con algún compañero dispuesto a pasar el cepillo. En este segundo partido de las finales dieron el paso adelante Thompson, Green e Iguodala con el agravante para los derrotados de que sus canastones casi siempre llegaron en momentos vitales, bien para superar el impetuoso arranque de los de Ohio o para ponerles en su sitio cuando a remolque en el luminoso buscaban un atajo para acortar la distancia.

Meterle mano a un grupo que de ocho cuartos disputados de la serie final ha superado los 30 puntos en cinco de ellos es una misión cercana a lo imposible. Que se lo pregunten a unos Cavs que diseñaron para esta ocasión un plan distinto. Buscaron el control desde el inicio con un juego dinámico y una tremenda capacidad para correr y jugar en campo abierto. Love había empezado enchufadísimo con 9 puntos en cuatro canastas de campo sin fallo y la buena conexión defensiva provocaba hasta siete pérdidas a Golden State en nueve minutos, cuando en el primer envite de la serie las había limitado a cuatro.

No se quedaban atrás los de Steve Kerr, que ayer volvió a dejarse ver en la cancha al darle una tregua su maltrecha y multioperada espalda. El sistema de ayudas para frenar a Durant no impedía que el alero generara juego para el resto del cinco en pista antes de desenfundar su repetidora. Idéntico planteamiento tuvieron los Warriors para limitar la acción de Irving y ahí salió perdiendo Cleveland. El base se adentró en un laberinto de indefinición y fue LeBron James el que tuvo que hacerse con las riendas del equipo. Hizo de base, tirador y estilete. Era él contra el mundo y se llevó una medalla individual y una dolorosa derrota colectiva.

Su ego queda en paz con el octavo triple doble (29+11+14) que suma en unas finales, igualando a Magic Johnson. Pero soportar en solitario el peso del juego vertical, descarado y acertado de los locales era inhumano incluso para él. El 3-9 con que recibió a los Warriors no pasó de un arrebato de los Cavs. Bastó un tiempo muerto para que los vecinos de San Francisco cambiaran el chip y reivindicaran para sí el mando en plaza. Cinco triples, 16 puntos a la contra de un total de 40. Hasta quedaba en segundo plano las ocho pérdidas sufridas por los californianos. Estaban engranando marchas para lanzarse a tumba abierta.

Quedó claro desde el segundo cuarto. El partido pasó a desarrollarse siguiendo una pauta de rachas, ráfagas de fuego real que los Warriors convierten en el arte de la guerra. Dos tapones seguidos y proyección hacia la otra canasta con triplazo de Thompson sin el aval en pista de James. En esta ocasión Kerr buscaba movilidad, reacción, velocidad, decisión. Y atrás confiaba en el pegamento de contacto más que en la intimidación. Green dominó lo suyo mientras las faltas le respetaron, pero el equipo no recurrió a Pachulia y McGee para roles de relevancia. Sencillamente, no les necesitaba. Más gorros de Durant a LeBron y dosis pertinentes de eficacia en cualquier distancia. Puntería reforzada por la convicción, mezcla fatal para el prójimo.

Tras el descanso, Golden State apretó más las clavijas. A caballo entre no fiarse de Cleveland y tratar de llenarle las alforjas, llegaron momentos estelares, alucinaciones para unas gradas en éxtasis. Triples con el mando a distancia de Durant (33 puntos) y Curry, que también se hizo con su triple doble (32+10+11). El base prendió la mecha de la traca final con un mano a mano contra James en el que le destrozó con bote y amagos hasta enfilar el camino de la canasta y depositar la bandeja de rigor. Puso en el marcador el 83-73, los temidos dobles dígitos que los Cavs relativizaron por última vez hasta un 86-82 que en adelante se disparó ya sin remisión.

Unos, los de casa, lo metían todo. Otros, los de Ohio, buscaban sumar de tres. En vano. Dos de diez en el tercer tramo e inferioridad en el rebote que suponía gasolina para los Warriors, que se personaron en el trayecto final ya con 102 puntos canjeados. No había alteración posible. Tyronn Lue firmó la rendición cuando aún quedaban casi cuatro minutos de partido. Cuando un rival es inalcanzable malgastar energía y orgullo no conduce a nada. La final ha arrancado como hace un año, con un 2-0 para los californianos que ahora jugarán dos partidos en Cleveland. Pero un tal Durant parece empeñado en que la historia, la remontada de los Cavs, no se repita. Él no la vivió y quedó como un prófugo en Oklahoma para alistarse en un caballo ganador. La tercera entrega, la madrugada del miércoles al jueves a las 03.00 horas en España.

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