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En el infierno también llueve
los 10.000 del soplao

En el infierno también llueve

El agua endurece las piernas de los 1.700 cicloturistas en la Marcha del Soplao | Noriega, Reger, Díaz y Delgado se imponen en una jornada de pedales y cumbres difícil de olvidar para los corredores

Marcos Menocal

Domingo, 4 de junio 2017, 10:07

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También en el infierno llueve. Eso es algo que ya saben los 1.700 participantes que ayer se mojaron durante la disputa de la Marcha Cicloturista de los 10.000 del Soplao. A las 8.00 de la mañana todos miraban al cielo pidiendo clemencia, pero sobre el mediodía sus plegarias no se escucharon y la lluvia se ensañó con los corredores endureciendo la prueba un poco más si cabe. Diego Noriega y Michaela Reger, ganadores del recorrido clásico, el de 225 kilómetros, llegaron empapados a la línea de meta de Cabezón de la Sal, pero fueron los primeros en ducharse, mientras que Dailos Diaz Armas y Mariela Delgado, vencedores en la prueba corta (120 kilómetros) libraron y se bajaron de la bicicleta a las cuatro horas de subirse secos. Esquivaron las gotas por poco.

El Soplao es lo que tiene, tan pronto sobra el chubasquero como se hielan las manos.No entiende de fechas; en el infierno la primavera es diferente.Allí, además, llueve sobre mojado ya que la de ayer no fue la primera edición en la que la lluvia acompaña el peregrinar eterno entre las cumbres. Precisamente en la cima de las colladas Hoz, Ozalba y Carmona y en lo alto de Piedrasluengas al dolor de piernas se le sumó un frío de ese que llega para quedarse. Incómodo. Más cuando tras coronar este último coloso los ciclistas se enfrentaron a una bajada de cerca de 40 kilómetros. Un descenso entre tiritones.

La de ayer fue una edición más llena de sueños por cumplir. El reto de completar el recorrido, de rebajar los registros de la pasada edición o de pasárselo bien siempre es el punto de partida. En nada cambió el escenario repleto de nervios que se vivió en Cabezón de la Sal al poco de cantar el gallo. Fue sonar los acordes del Thunderstruck de AC/DC y los pedales tomaron la palabra. Con la esperanza de no mojarse, la inmensa caravana dio la tradicional vuelta al valle para adentrarse en la carretera de la costa. Comillas, San Vicente de la Barquera,Pesúes... El ritmo no era vertiginoso, pero lo suficiente como para maltratar las doloridas piernas.

Pronto la prueba puso rumbo a la Florida y a la Cueva del Soplao abandonando el trazado plano y olvidándose de la tranquilidad. En el descenso de este último alto, Dailos Díaz se marchó y ya nadie lo vio más hasta Cabezón de la Sal. El exprofesional, en Puentenansa optó por ir hacia Carmona y completar el recorrido largo. Con él se marcharon algunos valientes que finalmente sumaron cien kilómetros y tres puertos más que Díaz. En ese punto, la lluvia sólo amenazaba; los que tenían prisa se apretaban sin piedad, mientras que los muchos cicloturistas que se tomaron el día como una jornada más de disfrute a su manera paraban en los avituallamientos y recogían con agrado los apoyos y ánimos del público a su paso.

En el embalse de La Cohilla, en la parte más dura de la eterna ascensión a Piedrasluengas, se tensó la cadena entre los favoritos. Por delante se marchaban cuatro unidades y por detrás un grupo de siete ciclistas a dos minutos de distancia protagonizaron una persecución de lo más atractiva. La Marcha atravesó el corazón de Liébana y en las calles de Potes la afición no se cansó de aplaudir durante casi un par de horas que tardó en pasar la serpiente de corredores. El Desfiladero sirvió de antesala a la tormenta y al sufrimiento.En La Hermida empezó el verdadero infierno de los ciclistas.

Las colladas no perdonan

Para entonces, alrededor de 400 participantes ya estaban secos y disfrutando de su hazaña, los que optaron por la prueba corta, entre ellos Mariela Delgado, la ganadora. Para el resto, aún faltaba lo peor. Allí, en plena ascensión al Collado de Hoz llego la batalla. Diego Noriega se marchó desde atrás con un ritmo feroz en busca de la cabeza, que alcanzó y que ya no abandonaría. Carlos Irazola, que llevaba más de cien kilómetros de escapada fue el único que pudo aguantar al joven corredor empeñado en secarse cuanto antes. Por detrás el grupo de siete se fue desmenuzando y Rafa Pérez se quedó a vista de pájaro de los dos ganadores. Fueron dos, por que ambos, Noriega e Iraizola, ni se sprintaron; entraron casi de la mano en una señal de complicidad de la que sólo conocen los que se han subido alguna vez a una bicicleta. En realidad, vencedores fueron los 1.700 que ataviados con ropa de abrigo y enfundados en chubasqueros multicolor se fueron de ronda por media Cantabria.Ellos, los que despertaron a los vecinos de Cabezón de la Sal antes que cualquier otro sábado del año, fueron los protagonistas de una jornada de ciclismo de las que se recuerdan siempre. Este año tocó achicar agua y otro año será el sol el que derrita el asfalto. El Soplao no entiende de calendario, pero sí de aventureros felices.

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