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Izado de banderas en la Villa Olímpica.
Buenos deseos desde Río
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Buenos deseos desde Río

La Villa Olímpica asistió al izado de la bandera española en unos Juegos donde las bellas palabras contrastan con las dudas sobre la organización

jon agiriano

Miércoles, 3 de agosto 2016, 22:49

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Los Juegos son el hogar ideal de las buenas palabras y de los mejores deseos y sentimientos. En este sentido, se puede decir que el primer récord de Río de Janeiro 2016 no lo ha batido ningún atleta sobre el tartán o algún nadador en la piscina sino el propio comité organizador cuando eligió como lema Un mundo nuevo. Para qué andarse con medias tintas. Para qué pensar en parches y soluciones provisionales que sólo dilatan los problemas. Los desperfectos del mundo actual son tantos y tan variados que ya no tienen arreglo. Y necesitamos otro nuevo. Este dulce y radical espíritu emprendedor lleva días impregnando la atmósfera de la Villa Olímpica, donde este miércoles se izó la bandera española.

Este acto simbólico por el que van pasando todas las delegaciones suele servir para dar una primera imagen oficial de los Juegos. A veces, se producen sorpresas. En Londres, por ejemplo, se pensaba que iba a ser una ceremonia solemne, como correspondía al país de la pompa y la circunstancia. Sin embargo, contra todo pronóstico acabó teniendo un aire lúdico de pasacalles con saltimbanquis y música de Queen. En Río, por supuesto, se esperaba una exhibición de color y exuberancia amazónica. Algo, en fin, que diera un gran ambiente a la explanada de la Villa Olímpica, cubierta por unas nubes grises muy bajas que recordaban a los despistados que estos Juegos de verano se están celebrando en invierno.

La expectativa, desgraciadamente, no se cumplió. El izado de banderas, que se desarrolló a lo largo de todo el día, no tuvo ninguna gracia, salvo la que intentó poner un voluntarioso grupo de baile dirigido por un artista disfrazado de hechicero nativo. En realidad, la ceremonia sólo sirvió para fortalezar una sospecha que se ha extendido durante estos días previos al inicio de estos Juegos en Sudamérica: la de que todo en Río de Janeiro está un poco cogido con pinzas.

No se trata de que fallen las cosas, aunque hay algunas manifiestamente mejorables. El transporte, por ejemplo. O los accesos al centro de prensa, donde las colas en las horas punta van a ser desquiciantes a no ser que pongan más detectores para que la circulación sea más fluida. También ayudaría -ahí va el consejo- que la recogida de la acreditación de los periodistas que entran cada día a la Villa Olímpica y su sustitución por un pase provisional no esté en manos de un único voluntario que ayer seguramente dejó de serlo y eligió un destino más clemente como garimpeiro.

El chaval acabó medio loco dando numeritos y buscando luego las acreditaciones entre la montaña que había formado con ellas. Menos mal que por la tarde le llegaron refuerzos. Insistimos: no se trata de grandes fallos sino de que todo está hecho y organizado como para salir del paso como buenamente se puede, no para dar una gran imagen del país y de la ciudad organizadora.

Un escenario de verbena

No la daba, desde luego, el lugar elegido para la ceremonia de izado de las banderas. El escenario, levantado en una esquina de la explanada de la Villa Olímpica, era uno de esos que se utilizan para que actúen los grupos en las verbenas de pueblo. Las únicas diferencias eran una pantalla que transmitía el acto, los siete mástiles, vigilados cada uno por un militar en perfecto estado de revista, y un mural de azulejos en recuerdo de la tregua olímpica.

En él llevan días escribiendo sus mensajes los representantes de las delegaciones, los deportistas y quien sabe si también los tres repartidores de abrazos que, con una permanente sonrisa un poco inquietante, deambulan por la zona recreativa de la Villa. La mayoría opta por escribir sobre el valor del deporte, el amor universal, la paz y la amistad entre los pueblos; por el mundo nuevo, en fin. Pero hay excepciones. El miércoles por la mañana se podía leer también una denuncia a la brutalidad policial en Brasil o la arenga que se hacía a sí mismo el boxeador hondureño Teófimo López anunciando su próxima medalla de oro.

A la delegación española le tocó el turno a las dos y media de la tarde, hora local. El cielo había clareado un poco y corría una brisa agradable. España estaba en un grupo heterogéneo junto a Kazajistán, Chad, las islas Seichelles y Turquía. Como es habitual, ninguna de las grandes estrellas apareció por allí. Mario Cilenti, el director de la Villa, dio la bienvenida a los asistentes y tuvo las buenas palabras de rigor sobre el deporte, la fraternidad universal y la tregua olímpica. En el mural donde se le hace a ésta un homenaje le tocó escribir a Cayetano Cornet, el director de la delegación española. La verdad es que el hombre no quiso meterse en líos con su mensaje al mundo. O tal vez le fallara la inspiración en el último momento. Comité Olímpico español 2016, escribió.

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