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Marieke Vervoort, tras una competición.
La muerte puede esperar
juegos Paralímpicos

La muerte puede esperar

Eduardo de rivas

Sábado, 10 de septiembre 2016, 17:25

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El nombre de Marieke Vervoort está en boca de todos en los Juegos Paralímpicos. La noticia de que se sometería a la eutanasia después de competir en Río corrió como la pólvora por todo el mundo, aunque ella niega que sea así. «Firmé los papeles en 2008 y ahora quiero pasar tiempo con mi familia y con mis amigos. Cuando no quiera vivir más, tengo los papeles y los usaré, pero no sé cuándo», asegura la atleta belga a ABC.

Una enfermedad degenerativa la mantiene en silla de ruedas. Sufre fuertes dolores que no le dejan a veces ni dormir. «Hoy, solo una hora», comenta resignada, pero con una sonrisa. Pese a que sus lesiones van a más con el paso del tiempo, transmite la vitalidad en la que basa su filosofía de vida: «Si quieres, puedes». Se repite una y otra vez esas palabras a sí misma y también a la gente que acude a sus charlas motivacionales.

Habla sin reparos de sus problemas y de sus cicatrices. Sus piernas son un claro ejemplo de las dificultades que tiene que afrontar cada día. Cocinando pasta, le dio un ataque epiléptico cuando iba a coger la olla y se arrojó encima el agua hirviendo. «Estuve cuatro meses en el hospital, pero aquello me hizo más fuerte», explica en un español bastante fluido que acompaña con onomatopeyas cuando no encuentra la palabra que quiere decir. Le tiene cariño a España y sobre todo a Lanzarote, adonde se escapa siempre que puede a disfrutar del clima. «Cuando hace frío siento mucho dolor, y allí se está muy bien», asegura.

En la isla empezó su relación con las carreras. Una trabajadora del hotel en el que se alojaba la animó a participar en el maratón, ya que era gratis para personas en silla de ruedas. Lo hizo y, años más tarde, el Comité Paralímpico de Bélgica la invitó a competir en los Juegos de Londres. Como no había maratón para personas con su discapacidad, se preparó los 100 y 200 metros, para lo que tuvo que adaptar su preparación. Todavía hoy recuerda los nervios que sintió en la final del 200. «Tuve mucha presión hasta que dieron la salida. Entonces corrí y gané la plata». Lo hizo tras la canadiense Michelle Stilwell, con la que no tiene una gran relación. «Yo solo quería un abrazo y una foto después de la carrera, pero me miraba riéndose y decía soy la mejor, así que yo pensé ya veremos en el 100». Y ahí sí ganó el oro.

Se volvieron a ver las caras un año después en el Mundial de Francia. En las preliminares de los 800, Vervoort tuvo un accidente que la mandó al hospital. «El médico me dijo que era imposible que volviera a competir, pero ocho meses después batí tres récords del mundo». Este sábado se enfrentan de nuevo, en la final de los 400 metros, en la que será la penúltima carrera de Vervoort. «Después de Río se acabó la competición porque cada año es más difícil y cada año hay más dolor», explica.

Son las razones que da para no aguantar otros cuatro años y competir de nuevo en Tokio 2020. «Estos Juegos son especiales porque quiero mucho al deporte y me gusta la competición, pero no puedo seguir así, entrenando seis días de cada siete cuando casi no duermo». Su única intención es darlo todo, intentar conseguir su último oro y después volver a casa para disfrutar cada día de sus amigos, de su familia y de su perra Zen, hasta que sus dolores la obliguen a tomar una fatal decisión.

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