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Justin Gatlin se arrodilla ante Usain Bolt. Antonin Thuillier (Afp)
Gatlin se venga a sí mismo
Mundiales de Atletismo

Gatlin se venga a sí mismo

El norteamericano cumple con 35 años el reto de su carrera, marcada por el dopaje y la lucha desesperada por destronar a Bolt

MIGUEL OLMEDA

MADRID

Domingo, 6 de agosto 2017, 17:28

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La imagen de Justin Gatlin arrodillado ante Usain Bolt tras arrebatarle el título de campeón del mundo de los 100 metros lisos refleja a la perfección la relación entre ambos. El norteamericano, salido de los infiernos del dopaje, había vencido por fin a 'Dios', y lo reconocía agradeciéndole casi una década de rivalidad desigual ante un Estadio Olímpico de Londres que no dejaba de silbarle. «Bolt me ha dicho que me merezco el oro y que todos estos abucheos no tienen sentido. Es un atleta fantástico, me ha inspirado durante toda mi carrera», confesaría después el neoyorquino, presa de la emoción.

Y es que Gatlin lleva media vida siendo el enemigo público número uno del atletismo. Un villano. Cuando en abril de 2006 dio positivo por testosterona, su carrera pegó un giro de 180 grados. Atrás dejaba un oro olímpico en el hectómetro y otros dos mundiales en 100 y 200, y en el horizonte se le presentaba una sanción sin fecha de caducidad al haber recibido otro castigo en 2001. El norteamericano lo cantó todo y la condena se quedó en ocho años, que finalmente serían cuatro, apelación mediante al estar respaldado su primer positivo por prescripción médica: de niño padecía déficit de atención que requería anfetaminas para su tratamiento. En cualquier caso, la sanción era un drama. Fuera de las pistas desde los 24 a los 28 años, el velocista perdería su momento de esplendor físico al margen de la competición.

Gatlin volvió a calzarse los calvos en 2010, pero durante su ausencia había nacido una leyenda llamada Usain Bolt, que tiranizaba la velocidad a golpe de récord. El estadounidense regresó con el único objetivo de volver a ser el más rápido y ello suponía acabar con el jamaicano sobre el tartán. Fueron años duros para él. Volaba más alto que nunca, hasta los 9.74 segundos, pero siempre a la estela del 'rayo' caribeño. Además, y pese a someterse a medio centenar de controles al año, todos negativos, la opinión pública seguía alimentando su imagen de tramposo. Cada carrera venía acompañada de un sonoro abucheo por parte de toda la grada.

El duelo con Bolt terminaría por convertirse en una obsesión personal para Gatlin. Sólo una vez antes del Mundial de Londres había conseguido batirle, por una centésima en la Golden Gala de Roma en 2013. Poco antes de competir en Río, el norteamericano 'picó' a su gran rival, que no llegaba a los Juegos en las mejores condiciones. Mal negocio: no hay estímulo mejor para el jamaicano que dudar de su velocidad, y éste respondería sobre la pista con una nueva medalla de oro.

Llegó 2017 y con el nuevo año, los mundiales de Londres. La fiesta de despedida de Bolt para poner fin a su trayectoria profesional. Cumplidos los 35, la preparación de Gatlin durante toda la temporada había girado en torno a esa carrera, ese último 100. Había participado en poquísimas competiciones -nueve en todo el curso- para llegar fresco de piernas a la cita definitiva. Corriendo por la calle ocho, ajeno al duelo que su 'hermano menor' Christian Coleman y Usain Bolt protagonizaban en las centrales, casi fuera incluso del tiro de cámara... Ganó. Sin haber hecho una buena salida, su depurada y poderosa zancada le aupaba al oro en el tramo final, allí donde tantas otras veces había caído anteriormente. Reinsertado en un mundo, el del atletismo, que nunca le ha perdonado ni le perdonará sus trampas, Gatlin se vengó a sí mismo. E hizo historia: nadie había sido capaz de mantenerse quince años en la aristocracia de la velocidad, ni siquiera Bolt. Ese es su gran mérito.

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