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Anna Muzychuk se dispone a mover en una de las 35 partidas simultáneas que jugó ayer en Solvay.
Ajedrez

Sueños en blanco y negro

Las hermanas Muzychuk ofrecieron una charla y una exhibición en Solvay | Setenta jugadores de las escuelas cántabras retaron de forma simultánea a las campeonas mundiales de ajedrez

Marcos Menocal

Santander

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Sábado, 10 de febrero 2018, 08:11

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«Es un reto muy chulo». Mario Hornero tiene diez años y ante sí la oportunidad de ganarle a una campeona del mundo de ajedrez, Mariya Muzychuk. Por eso no le quita ojo al tablero mientras habla. Acaba de mover uno de sus peones y ya está pensando en su próximo movimiento. Aunque parezca mentira tiene el tiempo justo, porque su contrincante apenas tarda un minuto y medio o a lo sumo dos en volver. «No creo que la gané, es una de las mejores», añade. Lleva el chándal del Club de Ajedrez Solvay y una sonrisa perenne en la cara. Mario fue uno de los setenta privilegiados que ayer tuvieron la posibilidad de medirse a dos maestras de la ajedrez, las hermanas Muzychuk, Mariya y Anna. La primera, campeona del Mundo en 2014 y 2015, y la segunda, en 2016. Ambas son noticia por sus logros, pero desde el pasado mes de diciembre también por sus gestos y su defensa a ultranza de los derechos humanos. Anna decidió no defender su título mundial en Arabia Saudí por entender que en ese país las mujeres no son tratadas con dignidad.

este viernes en el Casino de Solvay, sede del Club de Ajedrez, se convirtieron en héroes de carne y hueso. «Es una experiencia increíble tenerlas tan cerca», decía Mari Carmen, la madre de Luis Manuel Gándara, uno de los niños que se estrujaba el coco como participante de la partida simultánea que cada maestra jugó frente a 35 privilegiados. Un lujo.

«Se me ha olvidado apuntar todo», suspiraba Mario. Su hermano, Román, de siete años, le recriminaba el descuido. Son cosas que no pueden pasar pensaría el pequeño aprendiz. El salón era un hervidero; ojos abiertos como platos, cuchicheos, charlas entre unos y otros. Caras de asombro ante la exhibición. La escena se recordará por estos lares por siempre; en un lado, una mesa corrida con 35 jugadores en un lateral. En el otro, lo mismo. Y a ambos lados de cada mesa, de frente a los ajedrecistas, un pasillo largo y libre de obstáculos para que tanto Anna como Mariya fueran desplazándose y moviendo ficha en cada tablero. Así hasta 35 para cada una. «Es una experiencia tremenda. Una posibilidad de aprender de las mejores», explicaba Pedro Aguirre, jugador del Club Solvay, de 51 años, pero que este viernes disfrutó «como un niño».

«No creo que la gane, es una de las mejores», señalaba en relación a su partida con Mariya

Mario Hornero, 10 años

Todas las escuelas

Miembros de Regatas, Piélagos, Camargo, Torrelavega, Resaca, Astillero, Torres Blancas... Todas las escuelas de ajedrez de Cantabria fueron juez y parte de una tarde de ensueño. «Pero, ¿cómo se puede acordar de todo?», murmuraba una madre sin quitarle el ojo a Anna. La ucraniana iba y venía de un lado a otro, apenas se detenía unos segundos delante de cada tablero; en uno se enrocaba, en otro un alfil, caballo, dama... Y vuelta a empezar. Y como ella, su hermana; el mismo andar pausado y los mismos movimientos. Los pequeños fueron los que más disfrutaron. A unos se les caía el bolígrafo, a otros el reloj... Algunos les cogía por sorpresa la llegada de la rival. «Es que no me ha dado tiempo», replicaba Fernando Aja, que a sus ocho años, hizo esperar a la campeona del mundo.

Como en cada fiesta siempre hay alguno que se cuela y en la mesa de una de la campeonas se sentó algún rival que no se quiso perder la ocasión. «No es normal. Eso no me gusta, porque le ha quitado el sitio a un chaval», lamentaba uno de los miembros del Club Solvay al ver como un amante del ajedrez anónimo ocupaba uno de los tableros. No era de los más pequeños ni de ningún club, ya había hecho la 'mili' hace un par de décadas, pero se tragó la vergüenza y el apuro y se aprovechó de la coyuntura. Polizones hay en todos los viajes.

«Es una experiencia tremenda, una oportunidad de aprender de las mejores»

Pedro Aguirre, 51 años

Al margen de algún 'maestrillo' sin título, el resto para enmarcar. Disfrutar de algo así no tiene edad. Si no que se lo digan a Gonzalo Ortiz, que a sus sesenta años vivió «un privilegio». La partida de este viernes es probable que nunca se acabe para él. Ni para nadie de los que formaron parte del espectáculo. Y así una a una fueron acabando todas, las setenta. Más de dos horas jugando sin parar. Y de repente... Como en los sueños no existen reglas saltó la sorpresa. David Alvarado, un componente del Club de Astillero (32 años), es probable que aún esté contando su historia a los amigos. A estas horas se habrá quedado afónico de repetir su hazaña: Ganar a Anna Muzychuk. También los genios tienen despistes. La ucraniana se lo tomó bien, a Alvarado no le entraba el corazón en el pecho con su latir acelerado. Nada que reprochar a este 'maestro' si se le hizo la noche más larga de lo habitual repitiendo una y otra vez de lo que fue capaz. Su gesta es para contarla, como la de Laura Aguirre (14), Isabel Cantalapiedra (22) y Héctor Alonso (45), que un poco más tarde firmaron en su tablilla tablas con la campeona. A un pasito de la gloria. El cansancio pudo con la ucraniana, reina de las partidas rápidas y semirápidas. En cambio su hermana Mariya no falla cuando la cosa se alarga. Ella levantó el cetro mundial en 2014, precisamente en la modalidad de partida larga; de las que duran seis u ocho horas. Este viernes pudo con todos.

Entre ficha y ficha, el sueño se fue cumpliendo. Antes de ponerse delante del tablero, las hermanas Muzychuk impartieron una conferencia con un título que lo dice todo: 'Mujer y ajedrez'. Respondieron a todas las preguntas; también a las relacionadas con el ejemplo que dieron con su valiente gesto de renunciar al dinero y a los títulos por no doblegarse ante las «reglas injustas y vejatorias» que viven las mujeres en Arabia Saudí. Jaque a la injusticia.

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