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Nando Yosu sigue con intensidad desde el banquillo el partido de 2006 ante Osasuna.
Yosu, el talismán del Racing
fútbol

Yosu, el talismán del Racing

Su inexplicable eficacia en el banquillo del Racing le permitió salvar 'in extremis' al equipo del descenso a Segunda hasta en cuatro ocasiones

Marcos Menocal

Domingo, 21 de febrero 2016, 07:49

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«Con Nando, todo es posible». Lejos de ser una frase hecha, se convirtió en un himno. Encajaba sin esfuerzo en cualquier situación y se convirtió en solución habitual de urgencia. Lo decían los jugadores, lo repetían los directivos y los cantaban los aficionados. Algunos se lo tomaban a guasa, pero otros jamás bromearon con la incomprensible facilidad con la que Nando Yosu se convirtió en talismán.

Dada su eficacia contrastada, nadie se paró nunca a pensar qué envolvía en realidad su figura, pero era infalible. Su aparición en los banquillos llegaba tan aprisa que nunca había tiempo para preocuparse por darle una explicación. Tampoco importó mucho porque al final, siempre acababa bien. Cuando la clasificación desahuciaba al Racing y le dejaba a un paso de la Segunda División siempre se decía: «Llamad a Nando». Y el de Munguía acudía desde donde estuviera; se sacaba un conejo de la chistera y un milagro más. Luego venían las lágrimas de incredulidad, las celebraciones y se pasaba página. Así hasta cuatro veces. Tantas como hizo falta.

Los Campos de Sport y el tanatorio, un peregrinar racinguista

  • apoyo total

  • El fallecimiento de Nando Yosu corrió de punta a punta. No se hizo esperar el primer acto, sencillo y muy emotivo, en los Campos de Sport. En el vomitorio del estadio donde se encuentran dos murales, uno recoge una estampa de Yosu como jugador y otro, como entrenador, se colocó un ramo de flores y un libro para recoger las condolencias de todos los aficionados. Durante toda la tarde innumerables amigos del símbolo racinguista se acercaron.Más tarde, los hijos de Yosu recibieron el apoyo de innumerables amigos «Estamos muy agradecidos a todo el mundo», apenas acertaban a decir.La familia prefirió retrasar el funeral para que no coincidiera con el partido del Racing, previsto para esta tarde a las 17.00 horas, y que servirá para rendir otro homenaje a una de las figuras más queridas del club en sus 102 años de historia. El funeral tendrá lugar este lunes a las 10.45 horas en la iglesia de los Redentoristas, en el Alto de Miranda.

Nando coleccionó varitas mágicas. Las escondían para que no se le perdieran pero siempre las tenía a mano por si acaso. La primera vez que usó una fue en la temporada 1995-96, cuando el Racing estaba en una situación crítica. Se puso el chandal, se calzó la gorra y le dio el relevo a su amigo Vicente Miera en un banquillo que echaba humo. El talismán surtió efecto y la leyenda echó a rodar. Aquella vez llegó la salvación en la última jornada con una victoria ante el Oviedo. Nadie supo explicar lo que hizo con un vestuario dividido y sin confianza. Nunca fue de dar muchas explicaciones; a él le gustaba más cumplir y ser obediente.

Dos años más tarde tomó la varita que aún estaba a la vista -nunca la escondió del todo- y se calzó las botas a pie de los Campos de Sport. La situación aún era más difícil. El discurso de Marcos Alonso Alonso se había agotado y el cisma con la grada era total. Mirar la clasificación daba vértigo, pero allí llegó Nandín, con el mismo pelo engominado de siempre y la sonrisa en la boca. El racinguismo no olvidará aquellas tres victorias memorables y consecutivas; ante el Celta, en El Sardinero; frente al Oviedo, en el viejo Carlos Tartiere; y el triunfo en Santander contra el Mérida. Hasta le sobró una jornada para disfrutar y «recrearse en la obra de arte», como decía Pablo Picasso.

A él le gustaban los casos perdidos. Por eso al año siguiente, los dirigentes -la familia Díaz- apostó por él desde el inicio de la temporada y en enero fue destituido con el equipo situado en el medio de la tabla; sin peligro. Aquello no fue justo y no le sentó bien a Nando. Ni al racinguismo. Sin embargo, no fue suficiente para que se produjese un divorcio. Ni mucho menos. Eso sí, aquella fue la única ocasión desde los setenta en la que el de Munguía se hizo cargo del equipo desde el inicio de la temporada. El talismán cogió sus aperos de trabajo y se apartó. No se fue muy lejos porque tarde o temprano sabía que le iban a necesitar.

El más difícil todavía

Tardaron, pero en la campaña 2004-05 no quedó otra que echar mano de Nandín. Lucas Alcaraz que precisamente había venido a sustituir a Nando tras hacerse cargo del Racing de forma transitoria al acabar la era Chuchi Cos había mantenido el año antes al equipo sin apuros, pero en esta ocasión no pudo hacer nada y en medio de una vorágine social y con el vestuario patas arriba, el granadino fue destituido. Nando arregló el desaguisado y no dijo más.De nuevo se apartó y se dedicó a lo que el club le mandase. El destino aún le reservaba el más difícil todavía. En la campaña 2005-06 firmó un triple mortal con tirabuzón. Aún Manuel Huerta, presidente del Consejo de Administración por aquel entonces, y el resto del racinguismo tratan de explicarse lo que Nando hizo. Ni los que tomaron la decisión de llamarle creían en él. Su efecto talismán, sobradamente probado, necesitaba de algo más para salir airoso de esta situación. Quedaban tan solo tres partidos cuando el desaparecido Manolo Preciado, en un acto de nobleza que aún se recuerda, se rindió. Su discurso se acabó y la imposibilidad de llevar a buen puerto al equipo le hizo dimitir. Sonaron tantos nombres que es imposible enumerarlos.Y cuando ya no quedaba nadie a quien acudir se llamó a Nando. Restaban tres partidos para el milagro y el mago cumplió en dos. El equipo viajó a Málaga casi descendido y regresó con un triunfo por 2 a 3.Aquel día miró a la cara a los jugadores y los que no le aguantaron la mirada les apartó.

Ala jornada siguiente, el Racing remontó al Osasuna en uno de los partidos más antológicos que se recuerdan. El equipo se salvó y Nando voló entre los brazos de sus jugadores; muchos eran de fuera de Cantabria y desde entonces es probable que en sus casas se hable de aquella inexplicable virtud que tenía Nando Yosu. Aquel día la magia volvió a esconderse bajo su tez morena, su pelo milimétricamente colocado y su inseparable chándal verdiblanco. Un talismán.

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