De la madurez a la decepción
El Racing demostró más personalidad que fútbol en un ambiente muy difícil
Marcos Menocal
Lunes, 6 de junio 2016, 13:28
En el fútbol, cuando no hay tiempo, lo más inteligente es no correr. Se dice que las prisas son sólo para los ladrones y los malos toreros. Un play off no permite precipitarse y el Racing de ayer por fin se serenó. Superó los primeros veinte minutos sin sobresaltos y con soltura fue llevando el partido a su terreno. Con su pausa y sosiego, le metió el miedo en el cuerpo a la grada. Los fallos de su equipo fueron bajando el volumen de sus gritos. La puesta en escena de Munitis fue toda una declaración de intenciones. Los defensas, a defender y los pivotes a contener. Los hombres de banda, pegaditos a la cal y los delanteros a fijar la zaga enemiga. Un planteamiento clásico, sin solapar funciones y sin distraerse. Y todo ese manual basado en mantener la calma. La misma calma que desquicia al rival. El Racing de ayer se regaló todo un cursillo acelerado de madurez. Y al final del partido recibió un catálogo de decepciones.
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Sobre la figura de Caneda, el entrenador quiso contagiar de personalidad al reto. Al resto les ha faltado en mayor o menor medida carácter todo el año y sin esa cualidad no hay nada que hacer en un play off. Por eso, Munitis descargó de funciones a los jugadores para que hicieran pocas cosas, pero al 100%. A Santamaría le puso en el lateral izquierdo a defender. Solo a eso. A Jon García no le pidió más que impidiera a su par jugar al fútbol. A Borja le redujo el trabajo a cincuenta metros, los que hay desde su portería a línea de medios; lo de atacar, para otro día. En cuanto a los dos pivotes, Granero y Peña, su misión fue la de no dejar pasar. Con Óscar y Migue tuvo un poco más de manga ancha.
En los extremos siempre hay más libertad para arriesgar. Y finalmente, a Dioni y Dani Rodríguez les encomendó la tarea de esperar a que los minutos propiciaran un fallo del Cádiz que poder aprovechar. No improvisar y ceñirse al plan es también, en ocasiones como la de ayer, no es más que una demostración de madurez. De eso se trataba. Ninguno se saltó el guión y en la primera parte esa excesiva obediencia desesperó al Cádiz... hasta que la falta de gol y un penalti en contra cambió la desesperación de bando. Ahora viste de verdiblanco.
Pero volvamos a aquello de la madurez, algo que necesita precisamente el tiempo del que no dispone el Racing a estas alturas. Sin embargo hay días que es necesario crecer de golpe. Estadios como el Carranza, rivales con un pasado que pide paso y una eliminatoria sin margen de error son las mejores lecciones para aprender. El equipo verdiblanco logró a base de personalidad, poca pero suficiente, frenar la oleada de la primera media hora, aquella en la que el Reus le desnudó. «Al equipo le preocupa más la responsabilidad por ascender que el ambiente hostil de un campo rival», repitió varias veces Munitis. El ahora técnico se crecía como futbolista con escenarios así y algunos de sus jugadores también, a otros les cuesta más.
Otro escenario
La segunda parte se desarrolló entre la impotencia del Cádiz y el miedo a fallar del Racing. La clave para saber si un equipo está preparado del todo llega cuando se atreve a saltarse las órdenes sin temor a equivocarse. Mediada la segunda parte, a los cántabros les hubiese bastado con dar un pasito adelante para amedrentar a su enemigo, pero les temblaron las piernas. Así que la madurez no es completa. Sobre todo en un equipo que sigue sin marcar después de 270 minutos de play off.
En el fútbol, como en la sabana, el depredador siempre ataca a la presa más débil. La grada del estadio percibió esa cojera y se vino arriba. El silencio se tornó en murmullo y eso envalentonó a su equipo y le hizo dudar al Racing. Y entonces... se acabó la esperanza y llegó la fatalidad. El penalti acabó con su concentración a veinte minutos del final. En condiciones normales, el conjunto verdiblanco se hubiera disuelto como un azucarillo. Cierto es que volvió a perder, pero demostró calma en medio de la tempestad. Munitis tiró de banquillo y le dio la alternativa a Artiles y a Coulibaly con libertad. No contento con eso, Munitis apostó por Delgado, un chaval de 21 años. Al prao. Eso sí que es madurar de golpe. Y cuando parecía que el último cuarto de hora sería un monólogo del Cádiz al ver a su rival herido, el partido deparó todo lo contrario.
Atreverse cuando se huele el peligro también es madurar y el Racing lo intentó. Es un signo de personalidad. Por algo se empieza. Entre los grandes toreros que han nacido en Cádiz destaca Juan José Padilla condenado a mirar al miedo a medias; con un solo ojo. Así terminó todo el mundo en el Ramón de Carranza, mirando sin querer ver; tapándose la cara. A unos les bastaba el resultado y a otros no, pero casi preferían cerrar los ojos.
La madurez tiene eso, hay que saber cuando uno se puede arrimar al toro. Ante el Reus el Racing fue incapaz de minimizar los daños, por eso frente al Cádiz quiso reducir la derrota a la mínima expresión. Para ello hizo como el diestro gaditano, con un ojo miró lo que ocurría en el césped y con el otro -permítase la expresión- pensó en lo que aún está por suceder en los Campos de Sport. Eso sí es madurez. No todo se aprende el primer día y si no que se lo pregunten a Álvaro Peña que se autoexpulsó en el último minuto y no jugará el domingo. Se perdió una batalla, pero no la guerra.