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AUNQUE LLUEVA O SOPLE SUR

Cómo la alegría volvió a El Sardinero

El puesto de gallo en el corral racinguista está más disputado que nunca

Javier Menéndez Llamazares

Lunes, 27 de febrero 2017, 07:22

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Por mucha cresta amarilla que quiera lucir Dani Aquino, el puesto de gallo en el corral racinguista está más disputado que nunca. Y es que si ya llevaba varias jornadas teniendo que negociar con Santi Jara quién lanza cada falta, sólo le faltaba que ahora hasta tenga que repartir los penaltis.

Bendita competencia, para deleite del público y alivio de Ángel Viadero, pero lo cierto es que últimamente en cada golpe franco casi hace falta convocar un concilio. Lo que es por una parte un buen indicio -por muy mal que juegue el equipo siempre es temible a balón parado-, por otro puede acabar en conflicto armado, porque lo de ceder a otro un penalti no suele ser plato de gusto. Sobre todo, para aquellos que están poco acostumbrados a compartir, porque aunque fuera del campo el egoísmo sea un mal vicio, para un delantero es un plus, la diferencia entre ser cumplidor o tener instinto 'asesino'.

El caso es que ayer en los Campos de Sport de El Sardinero, en lo que pudo haber sido el mayor festival de penaltis de lo que va de siglo -el árbitro se comió un tercero que ya nadie protestó, por lo abultado del marcador, pero que fue clamoroso-, pudimos comprobar que los galones del equipo los sigue llevando Aquino, pero le ha salido una competencia muy seria con Abdón Prats.

De los dos penaltis, el primero lo lanzaría Aquino sin demasiadas discusiones. Es la estrella del equipo, cuyos goles le han mantenido en la brecha incluso en los peores momentos de la temporada, pero necesitaba imperiosamente marcar para poner fin a una sequía que amenazaba ya con desembocar en crisis de ansiedad. Si no fallan las cuentas, todavía no sabía lo que era marcar en 2017.

Claro que por otro lado Adbón Prats había conseguido dos goles, uno estupendo y otro de película. ¿Cómo no iba a empeñarse en coronar la tarde con un tercero? Menos mal que la zaga rojilla se mostró comprensiva, y concedieron un segundo penalti para poder repartir la caridad. Aún así, a Aquino le costó lo suyo retirarse y ceder el privilegio a su compañero. Hizo falta hasta que Héber, a quien le habían el hecho el penalti, se acercara al punto fatídico y como en los partidos del colegio intercediese por el nuevo.

Sin embargo, con tanto parlamento al final lo que falló fue la concentración, y del primer 'hat trick' de Prats, el principio de una leyenda, el portero rival con un despeje lo transformó en una pequeña decepción, que desde luego encaja mucho más con el espíritu que distingue a este club desde su mismísima fundación. Para colmo, Viadero sentó al ariete, aunque lo suavizó susurrándole al oído algún cantar de gesta; y no era para menos: por primera vez, las gradas de El Sardinero dedicaron un cántico al entrenador. No muy entonado, pero seguro que lo agradeció enormemente. Sobre todo, porque media hora antes lo que sonaba, y con furia, era música de viento. Y es que tras una primera parte para olvidar, todo apuntaba a que otra vez se iba a desperdiciar el enésimo tropiezo de nuestra liebre particular.

Pero Aquino aún tenía algo que decir; un gol, y además de penalti, le había sabido a poco, así que se armó de pundonor y acabó marcando un tanto de aquellos que dieron nombre a la 'furia española'; como un moderno Belauste, a punto estuvo de entrar con el balón en la portería, al grito de: «A mí, Sabino, que los arroyo». No podía haber mejor medicina para que el racinguismo recupere la alegría.

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