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¡A por ellos!

Fue sorprendente, pero por omisión, el recibimiento a Munitis. Toda la semana alimentando el morbo, y su regreso estaba pasando desapercibido

Javier Menéndez Llamazares

Lunes, 13 de marzo 2017, 07:49

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Así se despidió ayer La Gradona, con una arenga que va tanto por los que jugarán el choque sobre el césped como los que lo disputarán en las gradas. Y es que con los buenos resultados como lubricante, la maquinaria racinguista funciona a la perfección. Desde luego, si hacía falta calentar el duelo con la Cultural, no podría haber mejor manera que con nueve goles en tres victorias consecutivas. Si ya habían volado tres mil entradas para el Reino de León, que vayan encargando otra remesa, porque de aquí al domingo todavía tienen que caer unas cuantas más.

Sin embargo, antes de la gran cita ante el líder, había que solventar el encuentro contra la Deportiva Ponferradina, que todos habíamos minimizado como si de un mero trámite se tratara, y sin embargo no estaba ganado de antemano, ni mucho menos. Cierto que lo abultado del marcador y el dominio abrumador de la segunda parte induce a pensar en un partido plácido, pero más vale que las tres intervenciones de Iván Crespo, que sigue en estado de gracia, sirvan para mantener los pies en el suelo, porque seguimos concediendo muchas ocasiones a los rivales.

Sorprendió la escasa afluencia de público; la importancia del rival invitaba a una mejor entrada, sobre todo vista la fiebre viajera que nos invade de cara a la próxima jornada. Sin embargo, sólo los canteranos de Racing y Noja dieron más color a la grada. Al final va a resultar que racinguistas hay los que hay, sea en León, Villaviciosa o El Sardinero. Lo de aumentar la parroquia habrá que dejarlo para la fase de ascenso.

Por el lado cómico, llamó la atención que el tercer gol, el de Óscar Fernández, la megafonía se lo atribuyera a Aquino. Pase que nos torturen con los 40 Principales en los descansos, pero no le sisen méritos al chico, que se está ganando con creces la titularidad.

También fue sorprendente, pero por omisión, el recibimiento a Munitis. Toda la semana alimentando el morbo, y su regreso estaba pasando desapercibido. Ni frío ni calor. Hasta que los Malditos, con el partido ya resuelto, quisieron darle una muestra de cariño. Justo después de jalear a Viadero, que tiene que estar en una nube. Fue entonces cuando sonó el «illa, illa, Munitis maravilla», y en ese preciso momento parecimos entrar en un bucle temporal; como si regresáramos al pasado, algunos silbidos intentaron acallar los vítores, que sin embargo acabaron imponiéndose.

Lo de animar al entrenador del equipo rival puede ser, desde luego, discutible; sin embargo, cuando en la primera vuelta se ovacionó a Paco Fernández, no se oyó ni una pataleta en contra. ¿Qué gran pecado ha cometido Munitis que una parte del racinguismo no puede perdonarle? ¿Será por haber perdonado lo que le debían? ¿Por haber invertido en la ampliación de capital? ¿Por haber costeado fichajes y desplazamientos? ¿Qué sentido tiene prolongar un enfrentamiento fratricida, cuando el propio protagonista fue el primero en coger la puerta y poner tierra de por medio?

Que alguien no quiera aplaudir al técnico es comprensible; es una decisión personal y cada cual elige sus filias y sus fobias. Pero armar la bronca a otros aficionados por jalear a una de las mayores estrellas de la historia del club roza el absurdo. ¿Qué pretenden? Ya no pueden pedir su dimisión, porque ya la presentó en su momento. ¿Es que les molesta su mera existencia? ¿O ver que la mayoría siente por él admiración y cariño? Si queremos un club grande y señorial, podríamos empezar por respetar a los nuestros.

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