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Munitis, muy expresivo como siempre, da órdenes a sus jugadores, con Ángel Viadero detrás. :: andrés fernández
"Illa-illa-illa, Munitis maravilla"
fútbol | racing

"Illa-illa-illa, Munitis maravilla"

Una gran parte del público silbó la iniciativa de los del fondo norte y después animó con fuerza a los de Ángel Viadero

Diego Ruiz

Lunes, 13 de marzo 2017, 07:22

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Ángel y Pedro han mamado esto del fútbol desde críos. Ya con el chupete en la boca le pegaban al balón. Se les nota. Visten al frente del vestuario casi iguales, con chándal y chubasquero. Nada que ver con el estudiado look de Guardiola de aquellos trajes entallados, jersey de cuello de pico, corbata estrecha y barba de tres días. Ni con el oscuro atuendo fúnebre del Cholo Simeone, al que nunca le crece ni se le cae el pelo. Siempre igual. Ambos, además, llevan en sus venas ese sentimiento racinguista que mantiene la ilusión del club verdiblanco y de una ciudad que quiere ver al equipo en Primera.

Munitis regresó al campo de sus sueños y a los pocos minutos se acercaba a saludar efusivamente a los futbolistas que dirigió la pasada temporada. Pinillos, Mayordomo, el psicólogo, el utillero... No olvida sus raíces.

Como Ángel el de Canalejas, el del Pesquero no pierde detalle de todo lo que pasa en el terreno de juego. Es más explosivo, como siempre, lleva aire marinero en sus pulmones, el que tanto respiró en el barrio de Alberto Pico.

El primer jarro de agua fría que le cayó al gran Pedro fue cuando a los 20 minutos Dani Aquino marcaba, después de uno de esos líos dentro del área con un tiro al palo y un rechace de Dinu que aprovechó el murciano, siempre ojo avizor.

Ángel y Pedro no aselan. Entran y salen del banquillo. Se admiran y se temen, hay demasiado fútbol en sus maletas. Racing y Ponferradina se juegan mucho y ambos comparten el sueño de la Segunda División.

Munitis mantiene el tipo de futbolista de élite que pasó por el Real Madrid y el vestuario de la Roja. Piernas como columnas dóricas y vientre plano, se diría que con menos kilos incluso. Está como para volver a jugar. Viadero, unos años mayor, también está en forma, pero él luce más esa pose de entrenador experimentado, que deja hacer cuando las cosas van bien sobre el césped. Que deja el protagonismo para los demás.

En el último cuarto de hora de la primera parte, los dos técnicos santanderinos abandonan definitivamente el banquillo. El partido está un tanto loco y si bien el Racing tiene el partido controlado, la Ponferradina ronda con peligro la portería que defiende Iván Crespo. Uno y otro, el de Canalejas y el del Pesquero, tienen caras de preocupación. Ángel por ese tímido pero peligroso avance del rival leonés y Pedro porque el gol de los suyos no acaba de llegar. Queda eso sí, la segunda parte, 45 minutos y alguno más para romper el partido. Para dar un importante paso adelante.

Llega la segunda parte y a Pedro se le cae el mundo encima. El 2-0 no tarda. Segundo jarro de agua fría, aguantando además el clamor del que hasta hace muy poco tiempo era su público más fiel. Sale del banquillo, anima a los suyos. Es bravo y no tira la toalla. Confía en que mejore el juego de su equipo y en un empate que le dé alas.

Pasan los minutos y el lugar de estancia de los entrenadores está definitivamente fuera del banquillo. Hay tarea por delante.

El recuerdo

A falta de cinco minutos para el final, La Gradona grita aquel mítico 'illa, illa, illa... Munitis maravilla'. No todo el Sardinero está conforme. Pitos para unos y cánticos a favor de los verdibalncos. Que no decaiga la fiesta. Y cuando ya está todo resuelto, cuando el 2-0 parecía definitivo, el recién salido Óscar Fernández anota el tercero y definitivo. Pita el final el árbitro y Munitis entra raudo al túnel de vestuarios. No le ha gustado el juego de su equipo. Un 3-0 es un resultado demasiado abultado para un conjunto con aspiraciones que había dejado buenas sensaciones en El Sardinero, donde aún resuena el 'illa, illa, illa... Munitis maravilla' de cientos de gargantas.

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