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Visión panorámica de la tribuna de los Campos de Sport con la afición siguiendo el partido a través de las pantallas
Los Campos de Sport tienen la última palabra

Los Campos de Sport tienen la última palabra

Unos 1.600 aficionados racinguistas vivieron el partido desde la tribuna del estadio y sus ánimos serán un anticipo del próximo domingo

Marcos Menocal

Domingo, 4 de junio 2017, 23:56

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El sentimiento se sirve en pantalla gigante. El Sardinero es como un papel de regalo enorme; dentro se esconde un corazón que late cada vez con más fuerza y que en los momentos más difíciles suma esfuerzos para bombear la sangre. Precisamente esa sangre que a más de uno se le heló esto domingo cuando el Villanovense anotó el primero de sus dos goles a un Racing desorientado. Congelado e inmóvil, ese corazón no dejó de latir. Ni lo hará jamás. El Sardinero es a la vez el envoltorio y el regalo y a eso es a lo que tiene que aferrarse el racinguismo. A los jugadores convenía ponerles esta semana un vídeo de lo que ayer se vivió en su estadio, a 700 kilómetros de donde estaban jugando, para que sepan valorar el arma que tienen de cara al próximo domingo. El Sardinero habló y el próximo domingo tendrá la última palabra.

1.600 racinguistas animaron, se enfadaron y sufrieron en la Tribuna del estadio santanderino con las imágenes que llegaban desde Villanueva de la Serena. Todos juntos como si fuera su casa. Hasta el equipo más solvente puede fallar en defensa como ocurrió ayer pero su afición no lo hará jamás. Fue una demostración más de que el racinguismo está en guardia siempre.El club y El Diario Montañés sólo tuvieron que poner la hora y el lugar, el resto lo hicieron los aficionados. No por habitual se ha de omitir una alabanza más, la enésima, a los seguidores del equipo cántabro. Ocuparon su asiento, bufanda en ristre, y durante los noventa minutos, treinta de ellos de auténtica tortura tras ponerse el marcador en contra, dieron un recital de pasión. Bravo por los 300 que se desplazaron a Extremadura y bravo por los 1.600 que compartieron nervios en el teatro verdiblanco.

El veneno que genera un club con el que han crecido abuelos, padres, hijos, nietos... Fue el culpable de que a escasos diez minutos de que comenzara el partido por los vomitorios del estadio no dejaran de sumarse más asistentes. La invitación fue muy simple:El club y el Diario Montañés pusieron dos pantallas gigantes en El Sardinero y el sofá para verlo era la Tribuna.Se trataba de verlo en familia. Bingo. Los hubo que madrugaron y una hora antes del inicio del partido acudieron al improvisado salón para disfrutar de las actuaciones de la Escuela de Danza Covadonga (Astillero) o de la Batalla de gallos entre raperos sobre el césped. Las canciones improvisadas de los artistas de la palabra sirvieron de banda sonora en los prolegómenos del partido. Así se llegó a las 19.00 horas, momento en el que las imágenes de los jugadores del Racing a través de las pantallas levantaron de sus asientos a los aficionados. La pasión superó el frío que apuntaba la tarde.

Pasión sin límite

El balón echó a rodar; dos de los capitanes más carismáticos de la historia del Racing, Juan Carlos García y Jesús Merino, le pusieron voz a la retransmisión que los miembros del equipo de deportes de El Diario Montañés se afanaron en hacer llegar al respetable. Ellos pusieron la experiencia y la calma;Walter Aguirre, exfutbolista, le puso acento argentino a la narración y entre todos contribuyeron a que la Tribuna disfrutase de una tarde en busca de un sueño. Todos corearon los nombres de cada uno de los jugadores del Racing al repasar la alineación;los más fogosos se pusieron en pie. La estampa fue un calco de lo que cada domingo ocurre en los mismos asientos cuando el Racing juega de local. La misma pasión, los mismos nervios, aplausos, sentimientos... alguna lágrima. Sufrimiento consentido. Inesperado. El arranque de la segunda parte, cuando todavía el empate a cero no había contribuido a congelar el corazón verdiblanco, llegó uno de los momentos inolvidables. El personal se levantó en pie, tomó la bufanda, la estiró cuanto pudo y comenzaron a sonar los acordes de La Fuente de Cacho. La manifestación del sentimiento inalterable ante el desazón duró unos minutos, pero fue el ejemplo de lo que significa ser racinguista. Sin más.

Un poco más tarde llegó el penalti, el gol del Villanovense, el desastre temporal... Ni cuando el Racing parecía una caricatura de lo que ha sido durante toda la temporada su afición se vino abajo. Todo lo contrario; en cada acción de peligro el hormigueo recorrió el cuerpo de los asistentes y la emoción y los ánimos se multiplicaban. Cuando parecía que habían olvidado aquel gol de penalti llegó el mazazo del segundo. Es innegable que los 1.600 racinguistas pulularon durante unos minutos groguis. Aturdidos. Aún así, siempre hubo algún atrevido que a base de alzar la voz y pedir comprensión exacerbó nuevamente a la gente para que su corazón volviera a latir.

¿Cuántos partidos ganó el Racing esta temporada cuando restaban unos minutos para el final? Esa fue la máxima de los líderes de una afición que hasta que el árbitro señaló el final no quiso levantarse de la Tribuna. Fue un castigo duro; una forma cruel de estallar una fiesta que apuntaba a lo más alto. El resultado final fue lo único verdaderamente feo de lo que se vivió en un Sardinero que hizo horas extras.

La salida fue más difícil de describir que la llegada de la legión de verdiblancos que quisieron ver juntos el partido y que acudieron a una llamada de urgencia. Sus caras de sorpresa se mezclaban con una especie de rabia contenida. En los aledaños del estadio, nadie quería coger el coche para marcharse; buscaban explicaciones al mazazo. Y no faltaron los que se empeñaron en citar al resto para la batalla del próximo domingo. Con la entrada, cada aficionado tenía derecho a entrar en un sorteo con cuantiosos premios, pero el verdadero premio que busca el racinguista es que le toque una eliminatoria más. Los Campos de Sport hablaron este domingo y ahora tiene la última palabra.

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