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Los racinguistas, en su último enfrentamiento contra el Burgos.

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Los racinguistas, en su último enfrentamiento contra el Burgos. Celedonio Martínez
Fútbol | Racing

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El Racing rompe la imbatibilidad del Burgos y Ángel Viadero gana unos días más de tranquilidad gracias a un gol de Óscar

Sergio Herrero

Santander

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Miércoles, 1 de noviembre 2017, 16:27

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La función en los Campos de Sport de El Sardinero no iba a estar protagonizada ni por Zack Morris ni por Kelly Kapowski. Tampoco por AC Slater ni por Screech Powers. En una tarde de domingo que no era cualquiera, el centro de las miradas se posaba sobre el banquillo racinguista. El que seguirá siendo, al menos un tiempo más, el hogar de Ángel Viadero. La victoria frente al Burgos, un rival directo, invicto hasta ayer, le deja el asiento libre al técnico y le permite mantener vivo su sueño de entrenar al equipo de sus amores. Un gol de Óscar fue suficiente. En busca de un punto de inflexión. Salvado por la campana, como aquella serie de los noventa.

Racing

Crespo, Sergio Ruiz, Gándara, Granero, Julen, Antonio Tomás, Óscar, Quique Rivero (Javi Cobo, min. 46), César Díaz (Pau Miguélez, min. 58), Dani Aquino y Héber (Juanjo, min. 86).

1

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0

Burgos

Mikel Saizar, Andrés González, Cantero, Julio Rico (Ayoze, min. 68), Borda, Adrián Cruz, Blázquez (Youssef, min. 54), Carlos Álvarez (Iker Hernández, min. 62), Adrián Hernández, Abel Suárez y Eneko.

  • el detalle Viadero vivió un plebiscito del que salió bien parado ante su exequipo, el Burgos, que hasta ayer permanecía invicto. El Racing rompió esa racha positiva de los castellanos, que llegaron a los Campos de Sport con los exracinguistas Carlos Álvarez y Beobide y el cántabro Cusi.

  • goles 1-0, min. 72: Óscar Fernández.

  • árbitro Casanova Cudeiro (Comité Gallego). Amoestó a los visitantes Eneko y Ayoze y a los visitantes Javi Cobo y Borja Granero.

  • incidencias Campos de Sport de El Sardinero. Tarde soleada y césped en buen estado.

  • el público 9.168 espectadores en las gradas según los datos facilitados por el club. De ellos, unos 500 seguidores del Burgos.

Para que el entrenador salvase la cabeza, el Racing no sólo debía superar a un rocoso y ordenado Burgos, llegado de El Plantío con una moral altísima. Por las nubes. Además, estaba obligado a enfrentarse a todos sus temores. La noche de muertos fue dura. Desde el inicio, el conjunto cántabro sacó a la luz todas sus dudas. Tembleque. Pases infallables marrados, numerosos balones perdidos... Y todo ello ante un rival que se frotaba las manos en su campo. Esperando al error. Con una defensa de circunstancias, no era para menos.

Dos de esos contratiempos estuvo a punto de aprovecharlos el equipo de Patxi Salinas en el primer tramo del encuentro. Un expupilo pudo ponerle una banderilla en el lomo a Ángel Viadero. Un balón perdido en la frontal le llegó a Carlos Álvarez y la volea del asturiano la envió Iván Crespo a córner. Poco después, un mal despeje de Borja Granero habilitó a Adrián Hernández. El delantero visitante intentó una vaselina que se marchó por encima del larguero.

El dubitativo Racing tenía el control de a pelota ante un Burgos especulador. Los castellanos sabían que, tarde o temprano, el polvorín de los Campos de Sport podía explotar en contra de su equipo. Seguramente por el miedo a dejar desguarnecida la defensa, el verdiblanco era un conjunto roto en ataque. Cuando Héber llegaba hasta la línea de fondo por la izquierda, apenas se encontraba a Dani Aquino y César Díaz en zona de remate. Ni que decir tiene que las segundas jugadas estaban todas perdidas. El doble pivote ni siquiera cruzaba el centro del campo. La única opción para marcar en la primera media hora llegó en un cabezazo de Antonio Tomás tras un lanzamiento de córner. El remate se fue alto.

El Racing precisaba de algún evento que le insuflase una dosis de confianza, metiese al público en el mismo carro y, de paso, que le dijese al Burgos que la vida no es tan fácil para los forasteros a este lado de la Cordillera Cantábrica. Le tuvo, aunque el efecto fue menor que el necesario. Un centro de Julen Castañeda desde la izquierda tocó en un defensa y cayó llovido en el área. Allí remató de cabeza Óscar Fernández y la pelota se marchó rozando el poste derecho de la meta de Saizar.

LAS CLAVES

  • Miedo En la primera mitad el Racing se mostró agarrotado, dubitativo y muy impreciso

  • Aire tras el descanso Una mayor confianza y la salida de Javi Cobo dieron nuevos bríos al equipo cántabro hasta lograr el gol

Decía Simón Bolivar que «la confianza ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan». Y el Racing tenía intenciones positivas, pero nada más. La seguridad en uno mismo mostrada por ambos contendientes era lo que marcaba la diferencia entre dos contendientes llamados a estar en la parte alta de la clasificación. Y en el cuarto de hora que duró el descanso, era difícil darle la vuelta a eso. Al final, como suele pasar tantas veces en este deporte, el puesto de trabajo de Ángel Viadero iba a estar únicamente en las botas –y en las cabezas– de sus futbolistas.

El caso es que el Racing salió del vestuario con otros bríos. Bastante más fiable y valiente. Algo indispensable para lograr un triunfo tan vital ante un rival muy complicado. Los verdiblancos comenzaron a percutir con cierta asiduidad. Arreón inicial. Varios saques de esquina llevaron el peligro a la meta visitante, pero lo que sacó el ‘uy’ de la grada fue un disparo lejano de Julen Castañeda que se paseó cruzando por delante del arco burgalés. La mejoría anímica y la puesta en escena de Javi Cobo le dieron otro aire al conjunto cántabro.

La contienda se igualó. El Burgos hacía tiempo que daba por bueno un empate en Santander y se antojaba una tarea de titanes que el Racing superase del todo su depresión para romper el resultado inicial. Con muy poco, el cuadro castellano iba a disponer de una clara ocasión. Un balón colgado desde la derecha lo tocó lo justó Adrián Hernández. No encontró portería por muy poco.

Sin embargo, como el racinguismo es una historia continua de besar el suelo y levantarse, la posibilidad de una recuperación milagrosa no se puede desechar nunca. En la recámara. Los chavales, recién salidos del instituto, se emanciparon. Se colgaron el mandil al cuello. Se lo guisaron y repartieron el manjar con todo el estadio. Una bonita triangulación entre Pau Miguélez, Sergio Ruiz y Óscar Fernández terminó con el de Piélagos batiendo al casi imbatible –era el tercer gol recibido en trece jornadas– Saizar. Respiró de alivio hasta la mujer que vende pipas en los aledaños de los Campos de Sport. Ángel Viadero, el protagonista, ni se inmutó. Pero el beso que le plantó en la cara el presidente, Manolo Higuera, a la alcaldesa de Santander fue la muestra de la tensión acumulada en el club. Liberación. Quizá el mandatario se estaba librando de tener que ponerle la maleta en la puerta a su amigo, además de aliviar otra serie de quebraderos de cabeza en lo institucional.

El Racing iba a sufrir para mantener la exigua renta obtenida. Era la hora de la lucha incansable. De «dejarse la vida», tal y como vaticinó el propio Viadero en la rueda de prensa del pasado viernes. Las gestas a medias no son más que intentos en vano y penas en ciernes. Como gato panza arriba, el equipo cántabro defendió el marcador, su honor y, de paso, también a su entrenador.

Último empujón

El Burgos iba a disponer de dos buenas opciones para haber roto la calma tensa del racinguismo. Las dos con protagonismo otra vez de un Iker Hernández que salió del banquillo y estuvo cerca de dar un disgusto a la parroquia local. El delantero burgalés pudo sacar rédito de una indecisión defensiva del Racing a la salida de un córner. El balón le cayó en su poder, solo, e inexplicablemente la echó fuera.

El tiempo transcurría en favor de los locales. Ahora eran los verdiblancos los que trataban de dar impulsos al reloj para que la bocina final arribase cuanto antes. Pero como lo de las bajas pulsaciones no es para los racinguistas, Iker Hernández la volvió a tener. El ariete tocó la pelota dentro del área pequeña y entre Iván Crespo y el poste evitaron el empate.

Ahora sí, con el respaldo unánime de su afición, el Racing mantuvo el tipo y logró mantener su meta a cero para llevarse tres puntos que son más que eso. Es un principio de calma, estabilidad y confianza. Es, en definitiva, vida. Un impás que convertir en dinámica. La campana del minuto 94 salvó a Ángel Viadero, que intentó vivir el final de su juicio sumarísimo con la normalidad que muestra siempre. El de Canalejas lleva la procesión por dentro. Se marchó rápido al túnel de vestuarios. Su reacción posterior en el pasillo, queda para él.

Fuera, en el escenario, salió el veredicto del jurado popular. Como en el circo romano, el respetable iba a dictar sentencia. Mano al aire. Pulgar hacia arriba. Aplausos. Ángel Viadero recupera parte de la credibilidad perdida. «Semana de seguridad», reconoció el entrenador verdiblanco tras el encuentro, con una mezcla de satisfacción y alivio en su casi inmutable gesto.

Con este triunfo, con este balón de oxígeno, Viadero y su Racing se afianzan en la tercera posición, aún a siete puntos del líder, el Mirandés y dos por encima del quinto puesto. Los números, como antes del partido de ayer, nunca han sido el principal problema. Esto se trata de sensaciones. El equipo cántabro fuerza una prórroga, pero debe refrendarlo de aquí en adelante. Y apenas hay tiempo para pararse a pensar. El próximo domingo, nuevo examen:frente al Caudal. Penúltimo clasificado. Como el Amorebieta que agravó la crisis verdiblanca hasta límites insospechados. En un campo, el Hermanos Antuña, altamente complicado. Y frente a un viejo conocido. El último entrenador que logró llevar al Racing a Segunda División: Paco Fernández. En el alambre también en Mieres.

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