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Mauricio Gómez enseña su carné de socio número uno del Racing desde su asiento, la localidad que ocupa en El Sardinero. Alberto Aja
«Sin Nando Yosu hace tiempo que el Racing no existiría»
Fútbol | Racing

«Sin Nando Yosu hace tiempo que el Racing no existiría»

Mauricio Gómez, con 75 años de carné, es el socio número uno del club | «Si no ascendemos la ilusión se me acaba», asegura alguien que desde que su abuelo le «hizo racinguista a los cuatro años» ha visto «desfilar por El Sardinero todo tipo de personajes»

Marcos Menocal

Santander

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Miércoles, 4 de octubre 2017, 07:15

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Se toca la barbilla con la mano y recita como un loro: «Ortega, Lorín, Amorebieta, Ruiz, Herrero...». Viste de traje y en la solapa luce un pin con el escudo del Racing. No es necesario preguntarle nada; su conversación es como un hilo musical que no cesa. Sus ojos se iluminan y se apagan en consonancia con lo que dice. «¡Uf! Si es que he visto desfilar por El Sardinero todo tipo de personajes». A Mauricio Gómez González (20-2-1938, Santander) le llevó al viejo estadio su abuelo por primera vez; tenía cuatro años y volvió con un carné de socio de «¡Sabe Dios! Cuando aquello no había números». Han pasado 75 años y ahora es el uno. Pone la memoria a funcionar y le salen un puñado de recuerdos. «Hicieron una fila de ladrillos en el viejo campo y allí nos sentábamos. Era más caro, pero te aseguraban el asiento», explica el veterano racinguista.

Las tardes de domingo eran de tren, fútbol y... «poco más porque no había ni para pipas». Sus abuelos subían al ferrocarril en Nueva Montaña y de viaje para Santander. Su padre, racinguista «como el que más» fue encarcelado «por rojo» y vio interrumpidas las tardes de domingo con su hijo de la mano. «Yo me tiraba la semana pensando en el día que íbamos a El Sardinero».

Se le escapa una sonrisa socarrona cuando se le pide extraer retazos de esa «cabezota en la que entra de todo». Tiene para regalar, aunque se le escapan suspiros -los únicos en más de una hora de charla- cuando le toca hablar del presente. Con ocho décadas a la espalda le duele el racinguismo de ahora. «Si no subimos este año, se me va a acabar la ilusión. Lo veo mal...», admite. Tiene tantas cornadas en el cuerpo que la que más le duele es la última. «Nunca hemos estado tanto tiempo en Segunda B. Antes subías a Primera, bajabas, subías... Pero esto es ya insoportable», critica. A Manolo Higuera ya se lo ha dicho: «Si llega a seguir Paco Fernández hace dos años no hubiéramos descendido y no estaríamos pasándolo como ahora». Sueños. «Si llega a estar Nando Yosu esto ni hubiera pasado... Sin él hace años que el Racing no existiría». Sus ojos se abren como platos. «¿Cuántas veces nos salvó? Le conocí allí en Nueva Montaña, de pequeños...». Los recuerdos del desaparecido 'Nandín' le arrancan una sonrisa contagiosa. Le hacen divagar por aquellos «campos de barro hasta el cuello»; los eternos viajes con el autobús de Pancho... «Estábamos locos, pero era una felicidad enorme».

«El día que más me emocioné fue cuando nos plantamos en la Copa del Rey. Lloré como un niño»

Desde hace dos años no paga su carné. Al ser el número uno el club se lo regala. A Mauricio es algo que no le importa, de hecho se enteró después de pagar. «Lo aboné y me lo devolvieron. Ya le dije al presidente y a la directiva que yo quería que me lo diesen los chavales. Ni fotos ni nada de eso», recuerda. Desde que es el primero de la lista, su equipo «no ha hecho más que dar disgustos». El peregrinar por la Segunda B le está «quitando un poco la energía». Ahora bien, aprieta el puño y se muerde el labio cuando recuerda «los que nos han dejado tirados en esta situación». Es como una hemeroteca; tiene un disco duro por memoria y una facilidad pasmosa para adornar la nostalgia. Tan pronto maldice como se emociona. «¿Quién era ese Pernía? Si no sabía ni dónde estaba El Sardinero. Nos hundió el barco». Agacha la cabeza y guarda silencio. Parece mentira, pero da la sensación que se apaga la radio cuando lo recuerda. Es bravo; no se rinde, los 75 años de socio son una especie de manual de resistencia. Pronto vuelve a iluminársele el rostro. «Ni la clasificación de la UEFA ni nada. El día que nos plantamos sin jugar en la Copa del Rey lloré como un niño en El Sardinero». Se pone nervioso, se acomoda sobre la silla, cruza las piernas y las vuelve a descruzar. Sus manos se mueven más de lo normal. «Ese día recordé a mi abuelo, a mi padre... Demostramos cómo somos los cántabros. Se me caían las lágrimas». No las lloró todas, reservó alguna para ayer.

Un asiento cerca del palco

Su asiento, la localidad del socio número uno, está muy cerca del palco; sonríe. «A veces soy un poco pesado. Soy crítico, no me callo». Eleva el tono de su voz para asegurar que sólo una vez aceptó la invitación para sentarse en la zona noble del estadio. «Me invitó Manuel Huerta, el alcalde, y sí que fui». El ofrecimiento de otros no tuvo el mismo premio. «Pernía también quiso que fuera, pero ya le dije. No quiero que se me pegue la enfermedad de ser 'tan bueno'». Tiene para todos y «también a los políticos les cae lo suyo». No le gusta esa manía de «ir de violín al palco, a los toros, al teatro... A mi me gusta pagar y punto».

«¿Quién era Pernía? No sabía ni dónde estaba El Sardinero. Ese fue el que nos hundió el barco»

Mauricio es un hombre de tradiciones y a la que empezó su abuelo con él le siguió la suya con su hijo, a quien hizo socio con cinco años y «una nieta de 21 que también es socia». Nadie tiene más aval para censurar o no al racinguismo que sus 75 años de servicio. Por eso señala con rotundidad que «Alsúa es el mejor que pasó por aquí. Tenía un carácter fuerte; aún recuerdo cuando le metió un penalti a Ramallets, del Barcelona, y luego le hizo un corte de mangas». En el escalafón de Mauricio, al delantero de los cincuenta le sigue Quique Setién, aunque con reservas. «A Quique le enseñó Jimenez. Ese fue su maestro». Se permite ponerle un pero al 'flaco'. «Me decepcionó porque en la terraza del Hotel El Sardinero me dijo que nunca se iría del Racing. A los dos años Gil se le llevó al Atlético de Madrid». Se acuerda de los momentos; describe los lugares y logra pintar las escenas como si todo lo que llevase dentro hubiese pasado la semana pasada. Ver para creer. Munitis es el tercero de sus genios. Al recordar la figura del chaval del Barrio Pesquero vuelve su enemigo. «Qué listo fue Lendoiro. En la operación de vuelta de Munitis le engañó a Pernía y metió a Canales... ¿Qué sabía Pernía de quién era Canales?». «Ese día -continúa- empezamos a perder dinero». Con pelos y señales. Un 'coco' privilegiado.

«¡Cuánto he cantado yo en Bilbao en las Cuatro Calles! Antes ibas a cualquier sitio y no pasaba nada»

Empezó de aprendiz en San Martín (Santander) «con diez años. Cobrábamos quince pesetas a la semana». Hacía barcos. Aprendió el oficio, pero con Mauricio se perdió un narrador incondicional. Un contador de historias. «Jugamos el domingo con el Athletic de Bilbao ¡Qué recuerdos!». Visitan El Sardinero los 'leones' o más bien los cachorros, porque es el filial de los rojiblancos. «No es lo mismo, claro, pero nos hará sentirnos bien», añade. El más veterano de los socios vuelve a encender la radio. «Pero cuántas veces he cantado yo en las Siete Calles de Bilbao. Tomábamos el blanco y comíamos; luego al campo. Era un lujo y no pasaba nada». Lamenta que después de «viajar por toda España con el Racing a Barcelona, Madrid, Salamanca, Sevilla... Con las peñas, con la familia, ahora ya no puedo». Y no porque no se maneje ni sus 79 años se lo impidan -ni mucho menos-, «si no porque a veces tengo miedo. Una vez fuimos a Oviedo y no había empezado el partido y se estaban pegando. Eso antes no pasaba».

Trabajo cuesta arrancarle alguna confesión, pero a base de insistir 'canta la gallina'. «Soy del Racing y luego del Real Madrid, porque siempre ha tenido muchos jugadores de Cantabria. Santillana, Corral, Aguilar... Gento ¡La Galerna del Cantábrico!». Comienza a hablar del de Guarnizo y se echa a reír. «Una vez fue a EE UU a jugar con el Madrid y le querían fichar para el fútbol americano... Era una flecha». Aún así, se queda «con Cruyff o con Kubala». Ha visto tanto fútbol y ha pasado tanta necesidad que no se le olvida del día que «cogí un duro a mi madre y me lo gasté en higos». Esa tarde fue a El Sardinero con el estómago pesado.

«Gento era una flecha. Fue a EE UU a jugar con el Real Madrid y lo querían fichar para el fútbol americano»

Le encantaría sumar sonrisas y no lágrimas de aquí hasta que cumpla «un siglo de socio». Espera que «Viadero siga después de Navidad y que coma el turrón tranquilo, eso será que va todo bien». Mientras tanto, con su hijo, ya no coge el tren, seguirá sumando tardes de fútbol. Recopilando gestos y amontonando la memoria. Y no se cansará de recitar aquella alineación que seguía así «...Mathiesen, Nemes, Joseíto, Mariano, Alsúa y Echeveste». La misma que a todo racinguista -como el que escribe- le humedece los ojos pensando en sus abuelos.

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