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El abrazo de Barack Obama y Hillary Clinton.
Obama devuelve el optimismo a EE UU

Obama devuelve el optimismo a EE UU

El primer presidente afroamericano entrega el testigo a Hillary Clinton al desenmascarar el despotismo de Trump

mercedes gallego

Jueves, 28 de julio 2016, 01:41

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El candidato de la esperanza, ese orador que embelesó al país en 2008 y le hizo creer en sus mejores ángeles, volvió a recrear ayer la magia en su último gran discurso, con el que pasó el testigo a Hillary Clinton: Tengo confianza en que dejo el Partido Demócrata en buenas manos, anunció.

En contra de las recetas fáciles que ofrece Donald Trump, Barack Obama reconoció que sus ocho años de mandato no lo han arreglado todo, porque los retos que el país enfrenta no se solucionan en una presidencia y ni siquiera en una vida. Queda mucho trabajo por hacer para todos aquellos que no han sentido el progreso de los últimos siete años, admitió, pero frente al catastrofismo del multimillonario que aspira a sucederle, Obama asegura sentirse más optimista que nunca sobre el futuro de EEUU.

En gran parte porque está convencido de que la antigua rival a la que tendió la pipa de la paz ofreciéndole el cargo de secretaria de estado ampliará el círculo de oportunidades para todos los estadounidenses. Lo dijo con el convencimiento de quien fue testigo durante cuatro años de su inteligencia, buen juicio y disciplina, alabó. Puedo decir con confianza que nunca ha habido un hombre o una mujer más preparado que ella para ser presidente ni Bill, ni yo.

Transmitía una imagen muy distinta a la que ha dibujado de ella la oposición republicana durante su convención de Cleveland, que ha explotado la animadversión hacia los Clinton. Lo achacó a que durante 40 años se ha dicho de ella todo lo imaginable y lo que no llegamos a imaginarnos, pero recordó que no importa cuánto intente la gente tumbarla, ella nunca se rinde. Como prueba, su propio experiencia durante la campaña electoral en la que se enfrentaron en 2008, en la que cada vez que pensaba que ya le había ganado, ella volvía con más fuerza. Fue duro, reconoció.

Más allá de las anécdotas personales, el abogado constitucionalista de Harvard que cree firmemente en la grandeza de su país, recordó a su pueblo que EEUU no necesita de demagogos patrios para volver a ser grande. América ya es grande. América ya es fuerte. Y os prometo que nuestra fuerza y nuestra grandeza no dependen de Donald Trump.

Durante el año que han durado las primarias Obama ha visto impotente desde la barrera sin poder intervenir cómo el millonario megalómano se crecía explotando los miedos y ansiedades de sus conciudadanos. Su propia gestión le ha servido de munición para arrastrar por el fango a Clinton, la mujer con la que se enfrentará en noviembre, pero ahora le ha llegado el turno de poner los puntos sobre las íes para frenarle. Trump no tiene soluciones reales. Sólo ofrece slogans y miedo, desemascaró. Está apostando a que si asusta a suficiente gente podrá sacar los votos justos para ganar estas elecciones. Y esa es otra apuesta que Donald Trump perderá, predijo.

Trump, «el redentor·

La confianza de Obama se basa en la fe que tiene en el pueblo estadounidense, donde el poder no emana de algún autodenominado redentor que promete que sólo él puede restaurar el orden, dijo parafraseando al magnate. No buscamos ser regentados. Nuestro poder emana de esa declaración inmortal que pusimos por primera vez en papel aquí en Filadelfia hace todos esos años.

Como Reagan, al que citó, Obama desconfía de los salvadores y prefiere dejar el gobierno en manos del pueblo. Las tornas se han cambiado y ahora el partido del libre comercio, el menos gobierno y el excepcionalismo americano es el Demócrata, porque estas no son unas elecciones típicas entre partidos o ideologías, reconoció. Esta es una elección más fundamental sobre quiénes somos como pueblo y si nos mantendremos fieles al gran experimento de autogobierno.

Será el pueblo el que decida el 8 de noviembre. Hasta entonces su misión será convencer a sus conciudadanos hastiados de ambos candidatos de que la democracia no es un deporte de espectadores, amonestó a los pasotas que amenazan con quedarse en casa. Os pido que hagáis por Hillary lo que hicisteis por mí: Rechazar el miedo y el cinismo, apelar a lo mejor de nosotros mismos para elegir a Hillary Clinton como la próxima presidenta de EE UU y demostrar así al mundo que aún creemos en la promesa de esta gran nación.

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