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Mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Lunes, 2 de abril 2018
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El sueño está muerto y la culpa es de México y de los demócratas. Los 700.000 jóvenes que necesitan renovar su residencia en EE UU lo supieron el domingo por Twitter, igual que varios ministros despedidos en los días anteriores. Ni el espíritu de Semana Santa ni la inocencia de los miles de niños que ayer jugaban con huevos de Pascua en los jardines de la Casa Blanca le hicieron cambiar de opinión. Trump despertó en las redes con el mismo berrinche.
A su lado, en la foto con el tradicional conejo de Pascua, estaba Melania, pero no es ella quien le ha hecho compañía durante su estancia de Semana Santa en Mar-a-Lago. Se le ha visto cenar a diario con Stephen Miller, su ayudante de 32 años conocido por su intrínseca xenofobia; jugar al golf con Sean Hannity, un estridente presentador de la cadena Fox dado a exacerbar el sentimiento anti inmigrantes, y pasearse con Jeanine Pirro, que también utiliza su papel de jueza en Fox para demandar mano dura contra la inmigración. Cuando esa misma cadena se hizo eco el domingo de una caravana de centroamericanos que se dirigen a EE UU en busca de asilo, el cóctel de las amistades peligrosas estalló en Twitter. «¡NO MÁS DACA!», bramó.
El programa de Acción Diferida para la Llegada de Niños (DACA) nada tiene que ver con los centroamericanos que intentan escapar del peligro de sus países. Los únicos que pueden acogerse a él son aquellos niños menores de 16 años que llegaron a EE UU de la mano de sus padres antes de 2007 y han demostrado su buen hacer social en los estudios o las Fuerzas Armadas, sin tropezar nunca con la ley. Al no poder aprobar la ley en el Congreso de mayoría republicana, Obama utilizó una orden ejecutiva para sacarlos de la sombra con un permiso temporal que les permite continuar su carrera y conseguir trabajo.
Menos de la mitad, unos 700.000, logró demostrar su relación con EE UU y cumplir los requisitos. Ni siquiera sus padres podían acogerse al programa que Trump ha borrado de un plumazo, por lo que su teoría de que la caravana en camino es «gente que se quiere aprovechar del DACA» resulta, cuando menos, desinformada, o peor, maliciosa.
Trump «no quiere una solución para los soñadores, solo busca carne cruda para sus bases», recordó la senadora californiana Kamala Harris. La idea de nuevas hordas de inmigrantes arribando a la frontera exacerba los ánimos en año electoral. Convertidos en cabeza de turco de todos los males que sufre la depauperada clase media, los inmigrantes jugarán una vez más a su favor. Acosado desde las redes por no impedir el paso de los centroamericanos y por «ganar una fortuna con el (acuerdo comercial) Nafta», México incorpora los tuits a su propia versión nacionalista para plantarle cara al imperio en las elecciones presidenciales de julio.
Fuera de sí, al mandatario no le importó que su público fueran miles de niños jugando con huevos de Pascua para hablarles del brillo que dará a las Fuerzas Armadas con los 700.000 millones de dólares aprobados (casi 569.000 millones de euros) y contarles que «nuestro país va genial, mira nuestra economía. Vamos a ser más grandes, mejores y más fuertes que nunca».
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