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Los cinco guardias civiles que se desplazaron el domingo hasta Barcelona posan en uno de los acuartelamientos con sus compañeros cántabros de la Benemérita, Policías Nacional de toda España y los militares, que hicieron de anfitriones. Daniel Martínez
«Este abrazo compensa los 1.500 kilómetros»

«Este abrazo compensa los 1.500 kilómetros»

Un grupo de guardias civiles realiza un viaje exprés en furgoneta a Barcelona. Estuvieron allí sólo ocho horas, pero fueron recibidos «como auténticas autoridades» | Los agentes cántabros destinados en Cataluña reciben «el apoyo y la gratitud» de cinco compañeros

Daniel Martínez

Barcelona

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Lunes, 9 de octubre 2017

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Para el que no es «compañero del cuerpo», para el que no viste de uniforme, resulta muy difícil entenderlo. «Pues igual un poco trastornados sí que estamos. Por lo menos desde fuera, no parece de muy cuerdos hacer más de 1.500 kilómetros en tu día libre y gastar más de 200 euros entre peajes y gasolina para dar un par de abrazos a los que están allí pasando un mal trago antes de coger el coche y volver a casa sin dormir», afirma Eduardo García, agente del cuartel de Camargo. Hacen falta siete horas de conversación en una furgoneta cargada a más no poder para empezar a entender que ni él ni los otros cuatro guardias civiles destinados en distintos puntos de la región que el domingo a las 6.00 horas salieron de Campogiro acompañados por El Diario Montañés para realizar una visita relámpago a los miembros cántabros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado desplazados estos días a Cataluña están locos. Sólo convencidos de que «el país está en un momento muy complicado» y su labor es «fundamental para defender la legalidad». Y su apoyo también.

«Nos dicen que están bien, pero ves lo que ves por la televisión y... Igual estamos más preocupados los que lo vivimos desde lejos, pero teníamos que ir. Resulta irónico que sean ellos los que nos dan ánimos a nosotros. Sé que a alguno le voy a ver y voy a llorar», cuenta Ana Agudo, otro de los miembros de la expedición -contaba con el respaldo de la Dirección General de la Guardia Civil- que quiso mostrar el agradecimiento de la sociedad cántabra a la labor de los agentes (unos 40 de la Guardia Civil y otros tantos de la Policía Nacional) con un cargamento de sobaos y quesadas.

Lo de los postres típicos cántabros, una iniciativa que se ha hecho viral en los foros de internet de la Benemérita, fue solamente la mejor excusa que se les pudo ocurrir en las escasas 48 horas que tuvieron para organizar la escapada. Javier Nodar, desde el asiento del copiloto, mientras sintoniza la radio para conocer los detalles de la manifestación (la que se celebró el domingo en contra de la independencia), se explica: «Puede parecer una frivolidad, o incluso una sobreactuación por nuestra parte, pero todo lo contrario. En situaciones de tanta gravedad y tanto hostigamiento por parte de un sector de la sociedad como la que están sufriendo los agentes son necesarios gestos que relajen la tensión».

«Decid a los compañeros y a la familia que estén tranquilos, que nosotros aquí estamos bien», relata Manuel Ortiz, guardia desplazado a Cataluña

Si ese pretexto no hubiera sido lo suficientemente convincente, habrían buscado otro. Ese tiempo, poco más de dos días, fue el que pasó desde que un compañero que forma parte de la operación especial del Ministerio del Interior en Cataluña les dijo que no había valor (con otras palabras) de ir hasta Barcelona para confirmar que no mentían cuando su mujer le llamaba por teléfono y le decía que estaba bien hasta que se subieron a la furgoneta. Llamaron a las puertas de distintas empresas y Serafina, El Andral y Aldro respondieron. Les dijeron que con más tiempos podrían haber elaborado más, pero aun así todavía cargaron 1.500 sobaos y 1.600 raciones de quesada.

Querían que el viaje fuera una sorpresa, pero prefirieron ser prácticos. Llamaron a todos los compañeros desplazados a Cataluña para preguntarles qué les hacía falta. Cargadores del móvil, libros, ordenador portátil, algo de ropa... Sobre todo cosas para entretenerse en los ratos libres como las que pidieron Carlos, Toño, César e Isaac. También descartaron la opción de fletar un autobús. «Muchos familiares nos decían que querían ir, que les buscáramos un hueco... Pero imagínate cómo habría sido la despedida. Les habríamos dejado mucho más tocados de lo que ya están», razona José, el que sumó más horas al volante. Para algo es de Tráfico.

«Puede parecer algo frívolo, pero en situaciones tan graves y hostiles son importantes los gestos», cuenta Javier Nodar, miembro de la expedición

Ese, el de mostrar «apoyo, gratitud y agradecimiento», era el principal objetivo de este grupo de guardias civiles. Pero no el único. Todos ellos son cargos o miembros de la UniónGC. Por eso viajaron con un cuaderno para apuntar todas las quejas que tuvieran sus compañeros y trasladarlas a sus superiores. No tuvieron que sacar el bolígrafo de la mochila.

Los agentes cántabros se encuentran viviendo en dos acuartelamientos militares. Por motivos de seguridad, no se puede decir en qué localidades, a qué unidades pertenecen ni cuáles son sus funciones concretas. Pero sí que el trato que están recibiendo es «inmejorable». «No podemos poner un pero al trato que estamos recibiendo del Ejército. Y lo mismo de los jefes de la Comandancia de Cantabria, que desde que estamos aquí nos han llamado casi a diario por si necesitamos algo», contaba uno de los que se ofrecieron voluntarios para ir a Cataluña.

Episodios «desagradables»

Los primeros días los pasaron en hoteles y posteriormente en academias militares o cuarteles. La primera parada de la expedición de la UniónGC fue a 200 kilómetros de Barcelona. «Pero que era verdad, que veníais...» No se lo creían. Allí, el esfuerzo de los militares para que los cántabros se sientan cómodos compensa algunas condiciones «mejorables» de las instalaciones. «Nosotros no nos quejamos, pero es verdad que hay algunos compañeros de más de 50 años a los que les cuesta un poco más», reconoce Lolo.

El mensaje que quieren transmitir es que, a pesar de las circunstancias y dejando a un lado episodios concretos -el peor día fue el 1 de octubre-, «no es tan extremo como dice la televisión» «Decidles que estén muy tranquilos, que estamos bien», les pide Manuel Ortiz, también guardia. Al mismo tiempo, reconoce que se han acostumbrado a que muchos vecinos les 'saluden' levantando el dedo corazón, que sean mal recibidos en establecimientos -a base de probar tienen una lista de lugares a los que es mejor no ir- y a 'aceptar' insultos.

«Hasta hace unos días el trato de los ciudadanos a los agentes era muy correcto. Ahora se ve odio», afirma Víctor Martínez, guardia desplazado a Cataluña

Manuel Ortiz cuenta uno de los casos más llamativos fue el de un profesor que les paró y empezó a increparles. La impotencia llega cuando no pueden hacer nada, porque la competencia en seguridad ciudadana es de los Mossos de Esquadra. «Todo se ha radicalizado en las últimas semanas. Los guardias civiles de aquí nos lo dicen. Antes el trato con la gente era muy correcto. Ahora se ve odio. Eso es lo peor de todo», afirma Víctor Martínez. Eso, y la incertidumbre de no saber cuándo volverán a casa: «De verdad. No nos importa estar aquí el tiempo que haga falta, lo que hace falta es arreglar esto».

En Barcelona, otro ambiente

En el acuartelamiento de Barcelona, el tono es diferente. Los cántabros que trabajan allí reconocen que quizás han tenido suerte, pero lo cierto es que los episodios desagradables con la población civil son la excepción. «Hay gente que se acerca a agradecernos el trabajo, que nos trae regalos... Y luego es cierto que algunos pocos sí insultan», comentan Guillermo y Rafa. Quizás por eso el recibimiento a la expedición que llegó a las 18.30 horas tras toda una jornada en la carretera y máximas de 30 grados fue muy distinto. En Barcelona, el capitán del Ejército Daniel Pomar se encargó de organizar una bienvenida a la altura de cualquier autoridad del Estado para los cinco guardias civiles que iban a ver a sus compañeros. Pancartas de 'Viva Cantabria' y 'Viva España' y un 'pasillo' a la entrada de los vehículos con un centenar de agentes de la Guardia Civil, Policía Nacional y militares. Ana, desde la furgoneta, no podía articular palabra. Ni Carlos Hayado o su mujer Sofía, la única ajena a la Benemérita, quien vivió el momento con la misma emoción.

«¿Cómo no vamos a estar agradecidos? Esto no lo hace cualquiera». Cuando se enteró de la iniciativa el General Llorente, Jefe de la Tercera Subinspección General del Ejército, máximo responsable del Gesuigepir (en resumen, un jefazo) dio la orden: «Lo que haga falta». Eduardo no salía de su asombro: «No hacía falta. Sólo por este abrazo ya vale la pena hacer 1.500 kilómetros. Este recibimiento lo compensa todo».

Hoy vuelven a casa los primeros agentes después de 13 días

Los agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional destinados en Cantabria que estos días trabajan en Cataluña con motivo del desafío independentista recibieron ayer una agradable noticia. Después de 13 días en distintas localidades de la comunidad autónoma, hoy volverá a casa el primer grupo. Hasta ayer, pensaban que estarían todos allí por lo menos hasta el 18 de octubre, pero la Comandancia de Cantabria ha tomado esta decisión de manera sorpresiva. Por el momento, no se sabe si otros efectivos de la región viajarán a Cataluña para cubrir sus bajas o si no será necesario.

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