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Los hijos de la revolución

«Un solo agricultor de Valderredible produce hoy tanto como veinte de hace 90 años. Este fenómeno es una de las causas de alteración demográfica en las regiones campesinas»

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Sábado, 12 de agosto 2017, 08:40

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Faltan días para que se cumplan 87 años del nacimiento de mi padre en un pueblecito de Valderredible. Algunas cosas no han cambiado. La noche sigue luciendo perseidas en agosto, aunque ahora existe un observatorio en La Lora para gozarlo de otro modo. El Ebro continúa fluyendo y vivificando el valle camino del Mediterráneo, «el mar color vino» que le pareció a Homero, aunque ahora el viejo Íber es contenido por el embalse, que evita sus peligrosas crecidas de antaño. Las gentes vallucas siguen aprovechando la tierra con sus cultivos, montes y ganados, aunque no con la intensidad cerealista de otrora, ni, que yo sepa, con aquellas bandadas de ocas y patos que hubieron de sustituir a las gallinas afectadas por pestilencia. Y del fondo de los siglos permanece la herencia monumental de lo más material, la piedra, dedicado a contener lo más etéreo, el espíritu, precisamente para que no se disperse por ahí.

Valderredible, que bajo aquellas condiciones alfonsinas era un valle repleto de gente joven, solo por detrás del capitalino Santander en número de habitantes, es el signo hueco de una revolución histórica. Los bullicios vallucos se hicieron soledades vallucas, únicamente pautadas por el turista de fin de semana y el retorno veraniego del emigrante.

La revolución tuvo su origen en la economía. Valderredible había mejorado, en época de Alfonso XIII, ciertas condiciones sanitarias y agrarias, que favorecían un rápido aumento de población, con familias muy numerosas. Como en el resto de Europa, esta transición demográfica (alta natalidad propia de periodos anteriores, coincidente ahora con la baja mortalidad materno-infantil propia de periodos más civilizados) generó un enorme problema social: dar de comer a todas las bocas, que la economía avanzara al ritmo de la demografía. Si esto ya era difícil antes de la guerra civil, produciendo toda clase de tensiones políticas sobre la distribución del capital, las destrucciones de la contienda lo hicieron imposible.

«Emigración o revolución», alternativa europea según la explicación del historiador francés Marc Ferro sobre los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial. Pero ni la revolución lo hubiera solucionado: así lo prueban el infierno demográfico de la URSS 1917-1947 y el de la China maoísta previa al reformador Deng Xiaoping. El destino del valluco era emigrar, sí o sí. Esta revolución demográfica, la evacuación generacional de Valderredible por los nacidos entre 1920 y 1950 aproximadamente, fue también expresión de otras revoluciones concomitantes. No solo se iban del pueblo, sino a una ciudad: urbanización. No solo se iban del campo, sino a una fábrica o a los servicios: industrialización, terciarización.

Todos estos procesos venían de otros, que marcaban el nuevo estilo de vida de Occidente. La gran revolución industrial y urbana condujo a nuevos hogares mejor equipados, con agua corriente, saneamiento, radio, teléfono y televisión, así como neveras y cocinas eléctricas o de gas; adquisición de vehículos, primero bicicletas, luego motocicletas, finalmente el Seat 600. El accesible ‘prêt-à-porter’ sustituye a la no tan barata confección a medida, para disgusto de sastres y modistas.

También la revolución educativa: fueron quizá los últimos niños y niñas rurales de España condenados a la educación primaria como techo de acero de su formación. La siguiente generación llegará más a menudo a los institutos de secundaria o formación profesional (un proceso que había comenzado en los años 30 pero que la guerra civil frenó por mucho tiempo), e incluso a la universidad.

«Paradójicamente, los mismos procesos que los atrajeron a la costa serán los que los expulsen de ella»

Revolución tecnológica en el sector primario: un solo agricultor de Valderredible produce hoy posiblemente tanto valor añadido como veinte de hace 90 años. La productividad es mayor. Este fenómeno, identificado en Europa desde mediados del siglo XIX, es una de las causas de alteración demográfica en las regiones campesinas. Vamos a modelos ‘americanos’.

¿Están hoy los vallucos al borde otra revolución? La mejora de las comunicaciones y telecomunicaciones, la revalorización del contacto con la naturaleza, los programas europeos de apoyo al mundo rural, el auge del turismo: todo esto habla a favor de un venidero ‘relleno’ de este gran valle ibérico que el siglo XX hizo evacuar.

Los destinos de Valderredible siempre han nacido en cunas muy distantes. Que si unos togados en Roma decidían conquistar a los cántabros y astures, o acabar de cristianizar estas regiones; que si unos caudillos bárbaros, hérulos u otros, decidían acometer desde Francia saqueos del norte de Hispania; que si Leovigildo en Toledo quería completar el mapa; que si el capital extranjero se animaba a financiar el programa isabelino de ferrocarril entre Madrid y Santander, o entre las minas y los altos hornos vizcaínos encargados de quemar la parte oscura de Castilla; o si en ultramar los esfuerzos imperiales requerían nuevos y vanos sacrificios.

Quien haya leído el libro de Brian Fagan ‘La pequeña edad de hielo’ verificará que ciertas alteraciones geológicas pueden tener consecuencias históricas muy señaladas. El deshielo de Groenlandia se está acelerando ahora por causas biológicas con las que los geólogos no contaban. Grandes icebergs se desprenden de la Antártida. Y es evidente que no hay concertación suficiente para contrarrestar el calentamiento global. Los principales países sudorosos no quieren apagar la calefacción.

Aunque ahora nos cuesta verlo, como a los vallucos de 1930 les hubiera costado ver la revolución que los convertiría en mariscadores aficionados, es probable que la actual posición relativa entre la Cantabria interior de Campoo-Los Valles y la Cantabria litoral sea revolucionada a la inversa, cien años después de la revolución que afectó a las generaciones alfonsinas, republicanas y de posguerra. Es posible que el próximo gran trasvase sea de agua marina depurada, colectores arriba (movidos por energías limpias), hacia el Sur de Cantabria, más al abrigo de las sobrevenidas extremosidades climáticas de la costa.

Marismas que hoy protegemos desaparecerán bajo aguas permanentes cuando el nivel marino suba significativamente (no dudemos de que así ocurrirá, solo son incógnitos el ‘cuán alto’ y el ‘cuán pronto’). En contraposición, las alturas de Cantabria más anchurosas podrían sufrir solo el problema del agua, no el de alteración grave del entorno.

Los genes vallucos podrían así emprender, antes de lo que piensan, su viaje de retorno. Paradójicamente, los mismos procesos que los atrajeron a la costa (industria, urbe) serán los que los expulsen de ella, en este Antropoceno temprano. Nuestros padres fueron hijos de una revolución, pero también podrían serlo nuestros hijos de otra. Aquella vino a ser positiva por nuevos arraigos, no sin nostalgias de mocedad; la próxima depende de lo que hagamos y de lo que no hicimos.

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