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Somos lo que fuimos

Somos lo que fuimos

La ruta entre Santillana del Mar y Comillas está marcada por el pasado de los pueblos que forman parte del recorrido, repletos de historia y de historias

Pilar González Ruiz

Domingo, 28 de mayo 2017, 12:17

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Gus Dupree es el responsable del rock and roll europeo tal y como lo conocemos. Este hombre, británico, músico de jazz, trató de inculcar a sus descendientes su propio amor por la música. Y lo hizo mediante la tentación.

A su nieto pequeño le tocaba la guitarra y después le planteaba lo fantástico que era jugar con aquel instrumento, para, a continuación, volver a colocarlo en su lugar. Cuando el pequeño cedió por fin y dijo que sí, que quería entrar de lleno en aquel mundo de compases, acordes y notas, el bueno de Gus le planteó un reto aún mayor: para poder contar con el aquel privilegio, tendría que aprender a tocar un tema y demostrar que era capaz. Ese tema era la Malagueña. El joven guitarrista era Keith Richards.

Las joyas de la etapa

  • Palacio de Sobrellano Cristobal Cascante construyó la que iba a ser vivienda del Marqués de Comillas entre 1881 y 1888.

  • Abadía Cisterciense su torre, parte del paisaje de Cóbreces recibe al turista. Famosa por su biblioteca y por los sabrosos quesos que los monjes fabrican.

Nada de lo que vino después habría sido lo mismo sin el abuelo Gus, sin Little Richard o Muddy Waters, aquellos negros a los que cuatro blancos pusieron de moda en su propio país segregado. Tampoco sin la particularidad de Keith tocando con sólo cinco cuerdas y esos dedos artríticos, con afinación abierta, que hacen inconfundible su estilo. Ni siquiera los Rolling Stones habrían existido. Porque somos lo que fuimos y sin eso, nada.

Cóbreces, vista desde cualquiera de sus ángulos, tiene tres torres en el centro de la imagen, descendente, de la pequeña loma sobre la que se reparte el pueblo. Dos son de la iglesia y cada cierto tiempo cambian de color. Ahora son granates. La tercera corona la abadía cisterciense de Santa María de Viaceli. En realidad, es una reconstrucción de la torre original, que un rayó dejó reducida a cenizas en 1962. Una treintena de monjes residen en el monasterio que ha celebrado ya su centenario.

Dos hermanos, Antonio y Manuel de Quirós, fueron los mecenas de esta construcción y del Instituto Agrícola, el edificio con el que el monasterio comparte finca. Hoy es el Colegio Quirós, en el que se imparte educación primaria en torno a un luminoso claustro, en clases de altos techos. Fue el primer edificio de España construido enteramente en hormigón. Y del primero, al último, pues también dice la historia que desde que se levantó, no se han edificado más monasterios cirstencienses de planta medieval en el mundo.

Entre rezos y atenciones a los visitantes, que pueden hospedarse en las instalaciones, los monjes tienen también dos sabrosas actividades de las que ocuparse: sus huertos, en los que cultivan con mimo todo tipo de verduras y hortalizas y la conocida quesería, en la que fabrican queso de nata que puede comprarse al pie de la carretera general.

Comer y dormir

  • El Viejo Lucas En lo alto de Cóbreces, 140 plazas, por 14 euros con desayuno incluido. (Bº El Pino, 43)

  • La Peña en Comillas está otro de los albergues más peculiares; se ubica en la antigua cárcel de la villa. 20 plazas a 5 euros la noche. Suele estar lleno. (942 722 591)

En esta etapa es obligado salirse de la ruta, caminar por una pista de tierra entre amplios verdes, donde incluso se han rodado anuncios publicitarios, y dejarse impactar por la visión que suponen los acantilados de Bolao. El agua dulce del arroyo que en su día movió el molino, se mezcla con las olas del mar, a veces tranquilas y en ocasiones, cuando azota la galerna, un espectáculo de la naturaleza.

Antes de descender a Cóbreces, el camino nos habrá llevado desde Oreña, con la Iglesia de San Pedro en lo alto, hasta Cigüenza, donde echaremos una ojeada a otro templo, el de San Martín. Sorprende su planta y si escarbamos un poco, también su origen.

La frase

  • "Prescindí de todos los lujos salvo el de la lentitud" (Simone de Beauvoir)

Su estilo se llama barroco colonial, lo que nos permite hacernos una idea. Los fondos para construirla llegaron desde Perú, a donde arribó el indiano Juan Antonio de Tagle- Bracho. Allá marchó, como tantos otros, a buscar la fortuna en el Nuevo Mundo. Terminó siendo Prior del consulado de Lima, Caballero de Calatrava y el primer conde de la Casa de Tagle de Trasierra. Y para el recuerdo, si no los títulos acumulados, quedó este singular edificio, que en medio de un valle rico en limones, está inspirado en una iglesia de la capital peruana.

La canción

  • 'Malagueña' (Keith Richards)

Esta parte del trayecto la recordaremos por las historias del hoy. La de Gabriel y Rodrigo, por ejemplo. Son argentinos, rondan la treintena y descansan bajo el sol del mediodía con sus mochilas posadas en el asfalto. Han viajado mucho. Desde Dublín marcharon hasta Roma y de ahí a Tierra Santa. En este periplo han pisado ya la mitad de los destinos jubilares. Van hacia Santiago y no podemos evitar preguntarles si no harán una parada en Santo Toribio para venerar la reliquia y cumplir el jacobeo con menos pecados aún. Miran el mapa que les mostramos y lo dejan en el aire. La suya es una vocación religiosa. La espiritualidad rige su camino.

Mientras adelantamos a un peregrino japonés con su sombrero de paja triangular, y dejamos atrás a un matrimonio de Bélgica, nos encontramos con una vecina que ha montado su propio puesto de aviatuallamiento en el patio de casa. Allí, en una mesa con hule de plástico, ofrece café caliente, sobaos y fruta. Es el primer día, pero ya han parado «varios» porque «hay mucho movimiento».

Un poco más adelante, charlamos con un grupo de amigas. Son seis, de mediana edad y comparten afición. Tienen previsto llegar hasta Ribadesella y viajan livianas, porque su plan incluye disfrutar de la gastronomía y los encantos del lugar en el que se encuentran. «Nos gusta pasear y comer sin sufrir», dicen estas valencianas que posan con verdes y azules de fondo. «Esto es sacarle punta a la vida», concluyen antes de continuar.

Hablar de pasado y de personajes, si se trata de Comillas, es inevitable. Tanto que vamos a empezar en esta etapa para seguir más adelante. Antonio López y López, I Marqués de Comillas, ese es el nombre que lo marcará todo y sin el que la Villa de los Arzobispos, no habría alcanzado su fama.

Pero, curiosamente, no fue el quien levantó el lugar donde se encuentra el albergue, sino los vecinos, que sufragaron la construcción de la cárcel.

En donde antes se ponía orden y se separaba el mal del bien, dos celdas y un calabozo, hoy hay veinte camas, casi siempre ocupadas por completo, botas, toallas y bastones en cada rincón. Y desde su entrada, se ve el imponente Ángel Caído que custodia el cementerio. Un guiño. Porque fuimos, somos y... en día, esperemos lejano, habremos sido.

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