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Fotocomposición de 1296 en la que varios pescadores arrastran las ballenas cazadas. Colección particular Javier Garay
Los anzuelos de la «vuelta traidora»

Los anzuelos de la «vuelta traidora»

Castro Urdiales ·

Los pescadores, con toscos pero hábiles dedos, manipulan estos aparejos de pesca a bordo de su embarcación para faenar

JAVIER GARAY

Castro Urdiales

Lunes, 9 de abril 2018, 11:23

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En cualquier día de cualquier año, en cualquier lugar del mundo, mientras una ligera brisa de popa impulsa una nave, lancha, barco, bote, trainera, pinaza, vapor o motora, un hombre curtido por el salitre con toscos y fuertes pero hábiles dedos, dedos de andar con anzuelos, va enchampelando o manipulando un zapi, socala o pata, a un yoyo, sereña, panchera, cuerda, palangre o la propia pita de un de un tradolle.

Con anzuelos maquillados y yasca como gaza, otros empatados con coco, pipio o champel de sereña, los empatan -para los anzuelos es empatar, para los cabos o agunes, empalmar- a las madres, cuerdas y líneas para sus asuntos de pesca, ya sea pesca de fondo o a pulso.

Nuestro pescador se humedece de saliva el dedo índice y el pulgar y clocha la sereña para empatarla a la paleta del anzuelo. Es un nudo raro y difícil, pero que con un ancestral ritual, «pega» el pipio a la paleta del anzuelo, del que nunca se podrá zafar si esta bien tenso.

El anzuelo, propio objeto de la mar, fue el invento más original y travieso que el hombre hubiese podido imaginar. Seguro que observarían, como es habitual aún hoy en día, la ferocidad con la que acomete el pez.

En un principio, los anzuelos fueron hechos con huesos, raíces, espinas de peces, conchas etc. Hoy, la industria los fabrica hasta con fibra óptica y los materiales más resistentes. Siempre cada anzuelo era para su pez y para cada pez su anzuelo. Todos los peces tenían anzuelo para su boca. Fueron y son de hierro y acero. Los de acero se pavoneaban y pavonan en azul oscuro y los de hierro bañados de estaño.

Entre la chiquillería se pusieron de moda cuando el cordelero los vendía en la Correría: los anzuelos de mosca para las jarguas, chicharrillos y toda la rumia; los de la «vuelta traidora» para serranos y julias.

Al anzuelo se le encarna con casi todo, siendo la gusana y quisquilla quien más se presta a la boca del pez. También los carramarros, y el patalin son buenos para la lubina. En un pasado muy lejano se empleó el anzuelo en todas las pesquerías llamadas de cordel, que eran conocidas con distintos nombres en nuestra costa: cuerdas, ballestillas, liñas, terzas, volantines, espineles, palangres palangrones, cuerdas, pancheras o rocheles.

Antiguamente se les reconocía por su abertura y largo, es decir, agalla y paleta. Hoy, se les dice de merluza, congrio, besugo o bonito. También los grandes peces tienen sus anzuelos, a veces los campéeles, zapis o socalas son de cable y cadena, por la voracidad y tamaño del pez.

En un principio, los anzuelos fueron hechos con huesos, raíces, espinas y conchas

En algunos lugares del Cantábrico y Castro incluido, se denominaba de «media bordera» a los destinados a la merluza y besugo, y de «bordera», para peces más grandes como, por ejemplo, los congrios.

La pesca de anzuelo nada tiene que ver con la red, ya que el pez de anzuelo se saca rápidamente y el que no sale vivo se desangra en su intento de soltarse. El pez en el anzuelo no se «malea», ni siquiera cambia de color, manteniendo el brillo y frescura de su libertad.

Hoy en día no se mira tanto esta circunstancia, ya que la cocina necesita mucha pesca. La gente, en general, no entiende mucho y confunden los peces planos, que son casi todos, como los lenguados, y en muchos lugares no saben que comen rabas de jibia o peludín, una variedad de pota, por jibión.

Los arrastreros

Es una pena, por que la pesca de anzuelo debe valer por lo menos tres veces más que la de malla o red. La red puede con todos los peces y a comienzos del año 1900, cuando irrumpieron con fuerza los arrastreros, el anzuelo en algunos puertos pasó desde su utilización única desde tiempos ancestrales a un segundo plano del que nunca llegaría a recuperarse.

Posteriormente, y como causa de la llegada de volantas a Castro Urdiales, desapareció la pesca del besugo, bastión y gobierno de la muy antigua Cofradía de Mareantes y Navegantes del Santo Andrés de Castro Urdiales.

Hasta que no llego el nailon a Castro, los pescadores de la Cofradía de San Andrés vivían casi exclusivamente del anzuelo. En primer lugar estaba la pesca del besugo, que se practicaba desde el primero de diciembre hasta casi el comienzo de la primavera y no era para andar a otro oficio, si no porque el besugo desaparecía. En cuanto a la estación primaveral, la pasaban medianamente mal pescando bocarte con aquellos cercos de algodón que se asemejaban a las alfombras.

Llegaba el verano y se dedicaban al bonito de cacea o curricán. Cuando desaparecía el bonito en otoño, comenzaba la época más dura de la mar, hasta que no se salía a la ansiada pesca de los besugos. Ese tiempo lo usaban para ir al rochel, que era una pesca nocturna que se hacía para la pesca del congrio. Era esta una pesca muy peligrosa ya que se practicaba en otoño cuando los sures eran muy duros. De hecho, muchos pescadores desaparecieron a la pesca del rochel. En lo referente al propio rochel, se hacía y hace a anzuelo ya que el congrio no cae en redes salvo excepciones.

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