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El cantautor Manuel Iberia, con su guitarra, en un banco de la Plaza de las Estaciones en Santander. Héctor Ruiz
«ETA lo que debe hacer es clavar la rodilla y pedir perdón sin distinciones»

«ETA lo que debe hacer es clavar la rodilla y pedir perdón sin distinciones»

El cantautor santanderino Manuel Iberia, que reside desde hace años en Selaya, cuenta la traumática experiencia que sufrió tras el sangriento atentado de los etarras en La Albericia

Héctor Ruiz

Selaya

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Domingo, 13 de mayo 2018, 08:48

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El coche bomba que ETA hizo estallar en La Albericia en el año 1992 y que terminó con la vida de tres personas, también hirió a otras 19, lo que le convirtió en el atentado más sangriento que la banda terrorista ha cometido en Cantabria. Aquel día, muchos fueron los que no sangraron, pero quedaron heridos de por vida. Es el caso del cantautor Manuel Iberia (Santander, 19 de mayo de 1939), que en aquel momento tenía una tienda de electricidad en el barrio de La Albericia. La traumática experiencia silenció su guitarra, y tras una vida dedicándose a la música, sus dedos no volvieron a hacer vibrar un solo acorde durante 20 años. Sin embargo, el atentado de la sala Bataclan de 2016, cometido por los terroristas yihadistas, le hizo rabiar tanto que volvió a la música. Iberia sintió que tenía que componer una canción para dedicársela a Francia, el país que antaño le había brindado la oportunidad de ser un cantautor reconocido y viajar por medio mundo con su guitarra al hombro.

-Tengo entendido que fue una llamada de un cliente la que le hizo salir de la tienda minutos antes del estallido.

-¡Cinco minutos! ¡Cinco! Lo nunca visto, siempre echaba el cierre a las ocho en punto. Si llego a esperar para atender el encargo del cliente, la tienda se me cae encima.

«El atentado de La Albericia silenció mi guitarra durante más de 20 años»

-¿Hubo movimientos extraños en la calle antes del atentado?

-Días antes de la bomba yo vi a los etarras. Estaban discutiendo enfrente de la tienda. Al principio pensé que eran portugueses, pero arrimé la oreja y distinguí que eran vascos. Inmediatamente, entré en la tienda para llamar a la Guardia Civil. Vinieron al minuto, pero los etarras ya se habían marchado.

-Iñaki Rekarte apareció en el programa de Jordi Évole afirmando que estaba arrepentido.

-¡De arrepentido nada! También dijo que estaba solo, y yo le vi con una chica algo mayor que él.

-¿Cómo encaja que ETA haya anunciado esta semana su final?

-No me sirve. ETA lo que tiene que hacer es clavar la rodilla y, humillándose y con la cabeza abajo, pedir perdón a todos, sin distinciones. ¿Cuántos han muerto? ¿Cuántos hay en sillas de ruedas? ¿Cuántos hay con el coco comido como yo?

-¿Qué secuelas tuvo usted a raíz del atentado?

-Yo al día siguiente, a pesar de que estaba destruida, abrí la tienda como si no hubiera pasado nada. De hecho, como todas las casas de la zona habían sufrido daños, vendí más bombillas que en toda mi vida. Pero a los cuatro años algo cambió y quise alejarme del mundo.

«Mientras los etarras hacían estallar el coche bomba de La Albericia, veían a los niños jugar a la canasta»

-¿Cuatro años después?

-Sí (silencio). Le das vueltas a la cabeza. Tú piensas que has estado ahí y que por un milagro tú has salvado la vida. Y no sabes el porqué. Yo era puntual, cerraba a las ocho y tendría que haber estado ahí.

-¿Cuál fue el detonante para que se rompiera esa barrera que había sentido durante cuatro años?

-Empezó porque pasaban los aniversarios del atentado. Y eso hace mella. Yo tenía 59 años y había algo que no iba bien (se emociona). Así que me retiré y me largué a vivir Selaya. Me alejé de todo.

-¿Y en ese tiempo dónde estaba la guitarra?

-Apartada, completamente apartada durante 20 años. Es más, había amigos que me visitaban y me pedían que les tocara algo. Pero era incapaz. La guitarra estaba detrás de una puerta y cada vez que yo pasaba por delante de ella le pedía perdón (llora).

-Pero hace dos años, los atentados de la sala Bataclan le hacen volver a la música...

-Yo estaba en el salón a mediodía viendo el telediario. Actué de joven en el Bataclan y no podía creérmelo. Lloré y rabié (se le rompe la voz). Francia nos acogió a muchos. En aquella época los inmigrantes no éramos uno o dos, éramos cientos. Había trenes enteros desde Hendaya a París.

-Tengo entendido que ha pisado usted todos los continentes

-No, el único que no conozco es Oceanía. Pero por motivos de trabajo he estado en Nueva York, el Golfo Pérsico, Asia, Costa de Marfil... A mí me contrataron en Dubái cuando la gente ni sabía que existía ese país.

-¿Ese trabajo no habría sido posible desarrollarlo desde España?

-Yo tenía mi base de operaciones en París. Desde ahí me surgían contratos por el resto del mundo a través de agencias. Intenté venirme a España al principio. El problema es que aquí estaban Peret y Manolo Escobar, y ellos eran dos monstruos que acaparaban todo.

-Nunca había entrevistado a una persona que se emocionara tanto al contar su historia.

-Es una emoción por no haberme podido desahogar en su día. Ahora estoy recuperando los veinte años en la penumbra. He agarrado otra vez la guitarra; me encanta sentir de nuevo las emociones del público al escucharme tocar.

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