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A lo largo y ancho de todo el continente se practican juegos estrechamente emparentados con los bolos.
Aprender a jugar con nada

Aprender a jugar con nada

El festival de juegos tradicionales demostró que las chapas, las tabas y la comba pueden competir con la consola y el móvil

PPLL

Lunes, 29 de agosto 2016, 11:24

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Que levante la mano quien no haya escuchado a un abuelo lamentándose de que los niños de ahora no saben jugar mientras contempla a los nietos absortos ante pantallas de cualquier tamaño. Por lo general la frase continúa con un 'yo a su edad' y una larga lista de actividades que precisaban de una maquinaria mínima, como palos, piedras e imaginación.

Buena parte de la gente mayor que pasaba ayer por la calle Juan de Herrera se detenía ante la olimpiada de juegos tradicionales que tenía organizada la Asociación La Brilla, y que incluía chapas, tabas, avión (o pita, castro o rayuela, como cada uno lo llame); canicas, argollas o herraduras, el 31, el canalón... Algunos incluso se animaron a resucitar habilidades olvidadas demostrando a las nuevas generaciones que las peonzas de madera bailan tan bien como las de plástico y colores fosforito que andan de moda y que son un poco más difíciles de tirar.

La actividad formaba parte de un festival organizado por la Federación Cántabra de Bolos y la Asociación Europea de Juegos y Deportes Tradicionales. Con ella se ponía punto final al encuentro internacional Jugaje 2016, que se ha celebrado en la ciudad dentro del programa de la Semana Bolística de Cantabria, y que ha reunido en jornadas y conferencias y alrededor de mesas de debate a un centenar de especialistas en juegos tradicionales de todo el continente.

Jugadores procedentes de Francia, Italia, Portugal, Rumanía, Croacia, Bélgica, y de diez comunidades autónomas, Cantabria incluida, se repartieron por calles y plazas de la ciudad para enseñar al público cómo se entretenía la gente antiguamente en toda Europa, demostrar que la falta de medios no les impedía pasar un buen rato y, sobre todo, convencer de que cualquiera puede seguir divirtiéndose con estas actividades aunque viva en la época de los cazadores de Pokémon. Además de los pasatiempos ya reseñados hubo otros más exóticos, varios estrechamente emparentados con los bolos, como el kubb vikingo -con algo de ajedrez, aunque el rey cae aquí a golpes-, el molkky finlandés, o las diversas modalidades de este deporte que se practican en otros puntos de España.

Alternativa a las maquinitas

¿Tienen alguna posibilidad de competir con las maquinitas y los móviles estos juegos? Miguel Simal, uno de los miembros de La Brilla, cree que sí, «siempre que haya voluntad de hacerlo». Desde luego, él y sus compañeros de asociación la tienen: la puso en marcha un grupo de maestros interesados en recuperar los juegos tradicionales de la región y tratar de introducirlos en las escuelas. Para ello, recorrieron todos y cada uno de los municipios montañeses, recogiendo recuerdos y testimonios que dieron material suficiente para un libro -dos tomos- publicados por la Fundación Botín ( 'Juegos tradicionales de Cantabria'), y para una exposición itinerante que han visitado más de 50.000 personas.

«Estas actividades no son sólo un juego: llevan una carga de conocimientos sociales, sociológicos, etnográficos... ayuda a que no perdamos nuestras raíces», explica Simal, que insiste en que muchas veces el juego va más allá del simple entretenimiento. «El juego, a menudo, toca más facetas, y se puede relacionar con la música, el conocimiento del medio, la educación física, la historia o la economía. Es algo muy rico».

Según el representante de la Asociación La Brilla, nadie discute la hegemonía de los bolos en el listado de deportes tradicionales de la región puesto que, además de aceptación social, cuentan con un importante respaldo económico, infraestructuras y el apoyo del proyecto estrella Madera de Ser, que ha conseguido llevarlos a los colegios y darlos a conocer entre los chavales para crear nuevos aficionados. «Se podría hacer algo parecido con los juegos tradicionales, e incluso se podría poner en marcha una escuela municipal: solo se necesita intención de hacerlo».

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