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José, alumno de 3º de Primaria, observa el funcionamiento de la avioneta construida junto a su compañero Jesús, durante una de las clases de robótica.
Los niños que hablan con las máquinas

Los niños que hablan con las máquinas

El colegio Elena Quiroga es el único de Cantabria que incluye la computación y la robótica dentro del currículo escolar

José María Gutiérrez

Miércoles, 21 de diciembre 2016, 18:35

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"¡Mira, se mueve!", presume el pequeño José mostrando orgulloso su avioneta construida con piezas de Lego WeDo y un motor que se conecta al ordenador, desde donde Jesús controla la herramienta que programa los comportamientos motorizados a través de algoritmos. A su lado, Rita, Amanda y otros compañeros de clase de 3º de Primaria del colegio público Elena Quiroga de Santander se afanan en terminar sus creaciones. La computación y la robótica ha traspasado las paredes del centro educativo de Peñacastillo y se ha colado en las aulas como una actividad más del currículo, como un lenguaje más que el alumnado debe conocer, como la lectura, la música o la expresión plástica.

"Creemos realmente necesario que los niños aprendan a computar, a programar", defiende Arsenio Rivero, el profesor que ha impulsado este innovador proyecto educativo, que cumple ya su segundo curso de implantación en el Elena Quiroga. "La robótica forma parte de muchas actividades extraescolares en diferentes colegios, pero nosotros queríamos darle un peso mayor, introduciéndola en las horas lectivas", explica. Son el único colegio de Cantabria en lo que esto sucede, pero Rivero espera que no por mucho tiempo. "La consejería de Educación debería dar un impulso, tomar la iniciativa para que el resto de centros de Primaria vayan introduciendo este lenguaje en sus currículos, formar a profesores a través del CEP...", reivindica, poniendo a Navarra como ejemplo. "Cantabria se está quedando atrás, pero aún tiene tiempo para convertirse en referente, no es tarde para ello, porque en España es un tipo de educación que está en pañales", incide.

"El lenguaje de la programación, a través de sus múltiples aplicaciones, se ha convertido en una herramienta fundamental para el desarrollo tecnológico y para la comprensión del mundo actual, y la escuela no puede quedarse al margen. Con esto se abren las puertas de los garajes a distancia, funcionan los robots que aspiran las casas, los smartphones que tienen entre manos... Es un proceso imparable", razona Rivero, que imparte la formación en esta materia junto a sus compañeros Belén González, Lucía Santamaría, Conchi Allica, Jorge Moreno y José Manuel Vallejo.

Diferentes niveles

Los 300 alumnos que estudian Educación Primaria en el Elena Quiroga, desde 1º a 6º curso, participan de este proyecto, en diferentes escales, implicaciones y dificultades. "Lo primero que les hacemos ver es que las máquinas no funcionan porque sí, sino porque hacen lo que nosotros les mandamos, pero para ello tenemos que dar las órdenes precisas en su lenguaje específico, el de la computación". Y a partir de ahí, a trabajar en las aulas con una marcada idea de continuidad y evolución, cuenta Rivero. Así, los más pequeños empiezan con las herramientas más sencillas, con los citados Lego WeDo, que "tienen un entorno de programación icónico más sencillo"; después se pasa a Scratch 2.0, lenguaje de programación visual libre orientado a la creación de videojuegos; y los más mayores finalizan con APP Inventor, un entorno de programación "un poco más complejo" a través del que se diseñan y desarrollan aplicaciones para dispositivos móviles (tabletas y teléfonos inteligentes), basadas en Android.

"Cuando les decimos a los niños que van a construir su propio robot, su propio videojuego o su propia aplicación para el móvil, no se lo creen", explica el docente sobre los atractivos de una enseñanza "cargada de utilidad". "Son generaciones de consumidores de tecnología, pero con escasa capacidad de expresión en estos medios si no se les enseña", reflexiona Rivero parafraseando a Mitch Resnick, profesor del MIT Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts y uno de los principales impulsores de la enseñanza de programación en las escuelas. "Los chicos y chicas necesitan expresarse con los códigos que están acostumbrados a consumir; hay que mostrarles y dotarles de la capacidad de expresarse en este lenguaje desconocido para ellos, la programación, para poder comunicarse en entornos en los que, hasta el momento, sólo han sido consumidores. Nosotros estamos plantando la semilla para ello", continúa.

Educación en valores

La enseñanza de la robótica lleva además aparejada una educación en valores respecto al uso responsable de las nuevas tecnologías y redes sociales, en la que cuentan incluso con la colaboración de la Policía Nacional, que ofrece charlas al respecto.

La introducción de la computación en las aulas del Elena Quiroga no se ciñe sólo a sus correspondientes horas lectivas, sino que 'salpica' también a otras asignaturas e implica a toda la comunidad educativa. "Les proponemos a los tutores actividades para que esto tenga una continuidad, principalmente a través de la lecto-escritura: leyendo textos al respecto o elaborando guiones y narrativas, con sus personajes, sus secuencias, sus escenarios, que luego sirven de base a los videojuegos que diseñan. Es como escribir una redacción o un cuento, pero en este caso historias que puedan trasladarse a nuestras clases. No queríamos que fuera algo paralelo, que no tuviera repercusión en el resto de las áreas, no nos gustaba ese enfoque", expresa Rivero, que este otoño presentó este pionero proyecto en SIMO, el Salón de Tecnología para la Enseñanza que se celebra en Madrid.

Además, los alumnos del Elena Quiroga están preparando una aplicación móvil del colegio, otro reto, con sus correspondientes datos, noticias, blogs o saluda de la directora Lucía Lledías, aunque en este caso es una actividad voluntaria.

Función social

El siguiente paso del proyecto es que esta tecnología permita cubrir una «función social», objetivo que realizarán a través de la incipiente Asociación Cántabra de Aprendizaje-Servicio, coordinada por el profesor de la Universidad de Cantabria Gonzalo Silió. "El objetivo es detectar alguna necesidad de un colectivo o asociación e intentar crear una aplicación que satisfaga la misma", detalla Rivero. Es decir, que la computación que se ha colado en las aulas del centro educativo de Peñacastillo recorra ahora el camino inverso y salga a la calle.

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