Borrar

Botín Experience

El Centro Botín me parece a mí un cuerpo arquitectónico hermoso, gallardo y leve, un edificio del que me encandilé al observarlo en plano, luego en maqueta y definitivamente ahora que principia a terminar

David Remartínez

Martes, 24 de enero 2017, 07:12

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La nueva publicidad del Centro Botín en Facebook anuncia que es, o será, o fuere, un centro "experiencial". Supongo que eso significa que propiciará o suministrará experiencias. Las experiencias son algo muy importante: fundamentan el comercio moderno, pues los productos y servicios ya no prometen placer, confort o utilidad, sino "experiencias"; experiencias que en los anuncios se dicen capaces de dilucidar casi el sentido de la vida, pero que principalmente están relacionadas con la autoestima que depositamos en nuestras superficies corporales.

El Centro Botín me parece a mí un cuerpo arquitectónico hermoso, gallardo y leve, un edificio del que me encandilé al observarlo en plano, luego en maqueta y definitivamente ahora que principia a terminar. Solo me queda pues, para consolidar mi flechazo, meterme adentro.

A lo largo de mi vida he tenido experiencias de este tipo. Con algunas he desayunado y con otras no. Unas eran hermosas y otras, inexplicablemente, lo habían sido tan solo unas horas antes, desnaturalizándose sin embargo al levantar la persiana. El cuerpo, tan liviano siempre. El Botín, que son dos figuras aproximadas en una, suspende su burbujeante belleza sobre unos pilares finos y recibe luces desde distintas persianas, traslúcidas o levantadas, del cielo y del mar, ofreciendo así múltiples caras para que quienes lo detestan o admiran renueven su regodeo o aversión sin fin. También del amor al odio hay a menudo una simple persiana (a mí me han tirado alguna a la cara).

En el caso del Botín, no obstante, desconocemos, cuatro años y medio después de tumbarse, cuándo abrirá su propia persiana. Como si una señora se hubiese dormido en tu cama en 2012 pero todavía te tuviese en ascuas y encima no hubiese querido abandonar la cama, quedándose allí arrebujada entre las sábanas, remoloneando, sin recomponerse el maquillaje, un día tras otro en tu cama repantingada, hasta recibiendo de ciento a viento a trabajadores para obrar. Y tú, un poco humillado después de un lustro de secano, sin saber cuándo te va a dejar acostarte, aunque sea para mirar.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios