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Miércoles, 20 de septiembre 2017, 16:48
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Contemplar un vehículo así, propulsado por un proceso químico que nada tiene que ver con la combustión de un hidrocarburo, vuelve a abrir el debate sobre la energía que debería mover el transporte del futuro: «No es que pensemos que esta tecnología esté llamada a reinventar el coche. En realidad esta reacción química no sería la idónea para mover un vehículo de verdad; pero existen otras posibilidades similares que quizá sí lo serían». José Manuel Vadillo es el responsable del grupo de alumnos de Ingeniería Química de la Universidad de Cantabria que ha diseñado el prototipo para concursar en el certamen internacional Chem-E-Car, que se celebrará en Barcelona la primera semana de octubre y que evaluará la calidad técnica de este ingenio junto a otros 22 similares.
«No se trata de construir un coche real, ni siquiera un motor real. Solo queremos poner en práctica lo que hemos aprendido en la carrera y explicar que un vehículo puede moverse de manera diferente», razona Vadillo, capitán del equipo que se ha bautizado como 'Cantabricar'.
En un tanque de 6 litros se mezcla permanganato de potasio y oxalato de sodio. La combinación ácido-base funciona por sí sola, pero para alimentar la velocidad se utiliza ácido sulfúrico como catalizador. «El resultado es la producción de CO2, que produce una presión de unos 13 bares y que alimenta un cilindro que al final termina por mover las ruedas del pequeño coche».
El movimiento es constante, casi robótico. Con esa cantidad de reactivos, el tanque puede alimentar el mecanismo con una automonía de 50 metros de recorrido para mover sus 15 kilos de peso. «Hay otras reacciones químicas que tendrían un rendimiento mayor, pero también es cierto que son menos estables y por tanto menos seguras. Y nosotros hemos buscado en todo momento la seguridad del prototipo». Es, de hecho, una condición esencial que el jurado del certamen tendrá en cuenta a la hora de puntuar a los participantes. Todos ellos universitarios que han llevado a la práctica toda la teoría aprendida en la titulación.
«Eso ha sido lo más enriquecedor de la experiencia», remarca Vadillo. «Cuando bajas al laboratorio y empiezas a construir el vehículo, compruebas la eficacia de la reacción química, la mecánica de todo el engranaje... Sólo entonces te das cuenta de que a veces lo que decían los libros no funciona tan bien como estaba previsto. En ese sentido hemos aprendido mucho», explica el responsable del equipo cántabro.
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